Comienza la lucha por sobrevivir

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Mi Virtuoso, perdóname, ¡Perdóname por mentirte, por favor!

Seh, estaba arriba del ferri. Y no solo eso, ¡Había hecho buena miga con las imperiales!

... si puede considerarse asentir y sonreír a todo lo que ellas dicen cómo buena miga.

Para colmo, no tenía la más reverenda idea de dónde estaba. ¿Qué dirían sus padres si supiesen que se fue con completas desconocidas? "Ya no tenes cinco años, rosita" ¡Eso dirían! ¡Y ella no quería que le dijeran eso!

En su imaginación era todo más genial. En ella, no solo les daba una lección a todos con las clases de tae kwon do que nunca tomó, sino que su Virtuoso llegaba a tiempo en su coche para darle un aventón al concierto, pues resultaba que él también planeaba llegar temprano con tal de verificar el piano estuviera bien afinado. Y por supuesto, sin que Rosie lo pidiera, posaba para que le tome fotografías.

Que bonita realidad~ ¿¡Por qué la mía no es así!? Se lamentaba la pequeñaza, suspirando y sin querer aceptar las galletitas que le ofrecían. Y había que sentirse muy mal para no aceptar un buen par de obleas.

Su único consuelo es que estaba rodeada de chicas guapas, a las cuales por supuesto que sacó fotos. Menos a la que había catalogado mentalmente de "jirafa insípida", y naturalmente cuando le tomas fotos a muchas chicas menos a una, un problema podía pasar.

—. ¡Encima que te convidé de mis obleas!

Creyó que era su fin puesto que quedó comprobado que mucha voluntad para pelear no tenía, pero milagrosamente al llegar a su destino fue lo bastante lucida como para ser la primera en bajar del barco.

¿O era bote? ¿Ferri? Bueno, la cosa que flota en el agua y que sin duda no volverá a tener relevancia en su aventura otra vez.

La chica que iba al Zeus (Y Rosie resaltaba: la más guapa) fue lo bastante amable para quedarse a su lado y guiarla a la locación que debían asistir.

Debido a que se hizo oficialmente su guía, le daba uno que otro consejo. Hasta que llegó a esa aclaración.

—. ¿Sabes? Podes guardar la cámara, acá no estás en horas de trabajo.

—. Esto... es que nunca se sabe cuando algo digno de ser fotografiado aparecerá...

Las chicas quedaron impresionadas "Esta chica sí que tiene devoción a la causa" pensaron por unanimidad.

Rosie, por su parte, no pensaba. Se dedicaba a ver a todos lados tal cual un cachorrito recién adoptado, un concepto que no estaba distanciado de su posición actual.

Le sorprendía la cantidad de bosque que había, distante de la arquitectura usual del Sector Quinto que tendía a ser más estrafalaria.

A lo sumo se quedaron sin presupuesto para remodelar esto, razonaba la muchachita de trenzas sacándole una foto a un arbusto bastante insípido.

—. ¿¡A eso sí le sacas foto!?

—. Cari, ya déjala ir.

Caminaron por un trecho que se sintió como una eternidad, pero Rosie admitía que estaba más emocionante que cuando la llevaron a ese museo de la escalera, e incluso más silencioso.

—. ¿¡EH, SE PUEDE SABER QUE TE PASA!? ¡LITERALMENTE ME HAS PUTAS PISADO!

—. ¡SI TE GUSTA EL DURAZNO TE BANCAS LA PELUSA! TU ERAS EL QUE QUERÍA UN UNO A UNO.

Se adelantó a los hechos. Le solía pasar.

—. Ni te molestes en hablarles—. Le indicó—. En su vida los de ese colegio católico le dirigieron su palabra a una chica, no sabrán cómo tratarte. Ya te digo, los del Poderosa F-¿¡Qué pasó, dónde vas!? —. Se dio la vuelta para encarar a las otras chicas—. ¿Dije algo malo? No me digan que le gusta uno de ahí...

No, querida, todo lo contrario.

Lo que acaba de pasar era el instinto de supervivencia de Rosie tomando riendas en el asunto tras levantarse de su siesta, porque hubiese venido joya que ya estuviera activado desde el principio pero de ser así no tendría historia y como tal, henos aquí.

Ella era pésima para educación física, pero aun así corría como si la estuviera persiguiendo la perra del vecino. Saltando las piedras, esquivando las ramas, sentía que su Virtuoso estaría orgulloso de ella si la viera en este momento.

... si descontamos la última instancia donde desafortunadamente una cabra la tomó desprevenida y la hizo resbalarse colina abajo, rodando como cierto tipo de balón con el cual estaba bastante familiarizada.

Cayó de bruces, levantando polvo y con los brazos extendidos con tal de proteger su cámara del impacto. Estaba agradecida de caer de espaldas, porque lo que más odiaría sería haberse roto la nariz.

¿La verdad? Se quería quedar allí. Se quería quedar hasta sentir que los huesos no le dolían como el demonio y que la cabeza dejase de dar vueltas pese andar tiesa como tabla.

Pero la realidad era otro, y pasos al son de la corrida se escuchaban. Creyó tenía que ocultarse rápido, viendo como milagro cortesía del Virtuoso (de alguna manera) el que ya estuviera oculta detrás de unos arbustos.

Le daba la privacidad exacta para llorar silenciosamente como siempre hacia, porque ni sintiendo las cosas más fuertes Rosie armaba un escándanlo.

Se sentía más perdida que Adán el día de la madre.

Fue con esfuerzo, y tal cual imitando a la tortuga que tuvo que cuidar en tercer grado, que la chiquilla logró tener el pecho dando para el suelo para así arrastrarse como gusano más cerca del arbusto que la separada de quien sea estuviera del otro lado.

Como fuese alguien del Poderosa Fe o del Vía Láctea, se pegaba un tiro.

Asomar la cabeza sería riesgoso porque no era la primera vez que lo hacía y pasaba por balón de rugby, lo cual era un riesgo de por sí, sino que el latente miedo de ser reconocida la dejaba pálida.

Usa la cámara, boba.

Siguiendo la orden de su cabeza, Rosie llevó sutilmente al otro lado del arbusto para sin que la lente sobresaliera, tomando una foto en modo silencio y sin flash para identificar de quién exactamente se estaba ocultando.

Los ojos se le agradaron de la sorpresa, y no puedo evitar sonreír con el mayor entusiasmo.

Con esfuerzo, cruzó entre los arbustos para encarar una cara conocida.

—. Arti.

El tal "Arti" miró en todos los sentidos que le permitia la brújula antes de rascarse el coco bastante confundido. Luego, procedió a moverse el pelo de la cara, fastidiado

—. Arti, aquí abajo.

El chico dio un brinco con la aclaración, y en cuanto vio la cabeza de la pequeña manager del Raimon, sus bellas facciones se deformaron en una mueca de sorpresa y susto.

—. ¿¡Rosie!?

—. Sí~ —. Ver a un viejo compañero la había relajado a tal nivel que podía volver hablar bajito como acostumbraba. Aunque, particularmente, ahora se encontraba curiosa. Su mirada pacifica le ponía los pelos de punta al muchacho, una clara señal de que la pregunta a continuación lo perturbaría—. ¿A ti también te secuestraron?

—. Eh...

Doug McArthur tenía muchas cosas que explicar.

¿¡Rosie es una Imperial!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora