36;

25 3 14
                                    

— ¡Te estás quedando atrás! — dice él, gritando mientras ríe.

Su cabello castaño está más desordenado que nunca, a causa del viento y sus ojos brillan como dos estrellas. No voy a mentir. Somos inocentes. No sabemos que el mundo es mucho más duro de lo que parece ni que nuestras vidas van a ser duras.

Solo somos dos niños corriendo con el viento de verano.

— ¡Jordan! — grito. — ¡Espérame! No puedes dejarme aquí sola, mamá te matará.

Mi hermano se detiene. Está lejos. muy lejos. Me mira con una sonrisa gigante.

— ¡No puedo esperar para siempre!

Corro. Más que nunca. Hasta que mis piernas fallan. Hasta que respiro demasiado rápido. No sirve de nada. Por mucho que corra, no consigo acercarme a él. De hecho, es justo lo contrario. Su figura cada vez está más lejos.

— ¡Jordan! — grito y él sonríe con tristeza. — No quiero que te vayas. — admito. Miles de lágrimas caen por mi mejilla.

Es como si alguien me apretara justo en el corazón. No quiero que se vaya, pero a la vez sé que tiene que ser así. No puede quedarse para siempre.

— Te quiero. —le digo cuando veo que su figura empieza a volverse borrosa—. Te quiero y siento no habértelo dicho cuando seguías conmigo. Quiero que sepas también, que seguiré tu consejo. Prometo ser valiente y tomar riesgos sin importar las consecuencias. Amar incondicionalmente, perdonar cuando sea necesario, y cuidar de mí misma.

—Siempre has sido la persona más valiente que conozco, hermanita. Y no puedo esperar al día en que volvamos a vernos para que me cuentes todas tus aventuras.

— Yo tampoco. — mi voz suena bastante rota, y no puedo dejar de llorar.

— Algún día. —murmura él con tristeza en sus ojos.

— Algún día.

Alcanzo a ver cómo me dice "te quiero" con sus labios antes de que su figura desaparezca por completo.

El techo blanco de la habitación es lo siguiente que veo. No Jordan. No su sonrisa. Siento como unos manos me acarician el pelo con suavidad y alguien deja un beso en mi frente.

— ¿Otra pesadilla? — la voz de Logan me saca de mis pensamientos.

Sinceramente, no lo sé. No se ha sentido como una pesadilla, sino como un rencuentro con mi hermano

— No lo sé. — frunzo el ceño y recuerdo la voz de mi hermano en mi cabeza.

Siempre has sido la persona más valiente que conozco, hermanita. Y no puedo esperar al día en que volvamos a vernos para que me cuentes todas tus aventuras.

Y por primera vez en mucho tiempo, sus palabras cobran sentido para mí. Pienso que tal vez tiene razón. Demonios, claro que tiene algo de razón. Soy fuerte. Y estoy orgullosa de mí. Me gusta mucho más esta Kara que la que era hace dos años. Creo que la muerte de Jordan cambió muchas cosas en mi vida, pero también me ayudó a ser más fuerte, a valorarme y quererme a mí misma. Y ahora sé, que soy capaz de muchas cosas, y que puedo con cualquier cosa que se interponga en mi camino. Sonrío para mí misma y vuelvo a apoyar mi cabeza en la almohada. Logan está durmiendo otra vez, y sonrío aún más al ver su rostro tan tranquilo. Sin despertarlo, me acerco a darle un beso en la mejilla y luego susurro muy cerca de su oreja:

— Gracias por estar aquí. Te quiero.

Justo cuando pensaba que no me había oído y que estaba dormido, la sonrisa enorme que aparece en sus labios me hace cambiar de opinión y se gira hacia mí. Empieza a darme besos por toda la cara y creo que eso me hace sonreír aún más.

— Gracias a ti por dejarme estar a tu lado todo este tiempo. Si me dejas, nunca me iré.

— Quédate para siempre entonces. — paso mis brazos por su cuello para atraerlo a mí y es él quien se coloca encima mío para poder besarme mejor. Aunque son besos cortos, rodeados de risas. Noto como sus manos pasan de estar en mis mejillas a ir bajando por mi cuerpo, hasta colarse debajo de mi — bueno en realidad su—, camiseta.

— No. — es lo único de mis labios cuando le miro a los ojos y veo esa sonrisa. — Por favor.

Ya es demasiado tarde, y mis risas se escuchan por toda la habitación. Logan no deja de hacerme cosquillas, a pesar de que le suplico que pare, porque odio cuando la gente me hace cosquillas, y además no tengo control para eso, porque rio sin parar. No es hasta que me quedo sin respiración que el decide detener sus manos y volver a colocarlas en mis mejillas.

— Haría cualquier cosa por escuchar el sonido de tu risa siempre. — dice antes de dejar un beso en mi frente. — Yo también te quiero, Kara Jenessen.

Esta vez soy yo quien junta nuestros labios, aún sin dejar de sonreír.


Tú y yo, en Ámsterdam.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora