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— ¿Cómo se sienta volver a la rutina? — le pregunto a Noora a través de la pantalla. Llamarles ha sido lo primero que he hecho cuando he llegado a Ámsterdam. Y ver la cara de Noora y Neal me ha hecho sonreír y sentir como que estaba en casa.

— Va bien. — Vuelve a hacerse el moño, pero le queda igual de desordenado que antes y suspira—. En realidad, no tanto. — sus ojos azules dejan de mirarme y se encoge de hombros—. Las Navidades no han sido muy fáciles. Digamos que no estoy con papá ni mamá, tampoco Austin obviamente. Es como... He estado muy lejos de todo lo que me importa. Sí, Neal está aquí, pero no es fácil ignorar el hecho de que estoy en la otra punta del mundo. Casi no coincidimos ni para hablar. Y luego... Las Navidades eran su época favorita. Lo recuerdo, siempre decía que no había nada como volver a rencontrarse con la familia y hacer maratones de películas contigo. Y... No voy a llorar, joder. —se pone las manos en la cara—. No voy a llorar porque ya he derramado tantas lágrimas y he estado tan triste que si el me viera se cabrearía conmigo por no vivir la vida. Pero es como... Sé que suena loco y estúpido, pero es como que estas Navidades lo he sentido más cerca que en todos estos meses. Siempre me gusta pensar que está a mi lado, pero estos últimos días... —se queda en silencio.

— Yo también lo he sentido más cerca. — admito—. Noora. —la llamo cuando veo que está a punto de derrumbarse—. Puedo asegurarte con todo mi corazón que mi hermano te quería muchísimo, y que sabía el cariño que tú le tenías, aunque no se lo dijeras. Y que quiere que seas feliz. Conozco a mi hermano y puedo asegurarte de que nada le duele más que vernos trises.

Tengo los ojos aguados y si esto hubiera pasado antes de que Jordan se fuera, hubiera parpadeado e intentar disimular que voy a llorar, pero ahora y no puedo fingir. He llegado a tal punto de mi vida que no soy capaz de fingir una sonrisa si no me llega a los ojos, y tampoco soy capaz de esconder si estoy mal o bien.

— Y... Entiendo la sensación. He estado pensándolo en ello todas las Navidades y está bien que no estoy sola en mi locura. —me limpio una lágrima—. Pero quiero que sepas que mi hermano estaría muy orgulloso del libro que escribiste de vuestra historia y también de ser tan fuerte como para armarte con todo el valor y la valentía del mundo e irte a Nueva York cuando el cielo estaba tan oscuro. Yo también te admiro por eso, porque creo que jamás he conocido a alguien tan valiente como tú.

Veo cómo rueda sus ojos azules y se limpia las lágrimas.

— Ojalá estuvieras aquí y pudiéramos hablar de todo durante horas. De Jordan, de Bergen, del instituto... De todo.

— Algún día. —le prometo, sin ser consciente de que ahora mismo no me sobra dinero suficiente para ir a Nueva York. Ni tiempo, pero sí me sobran ganas y me faltan motivos para no ir.

— Algún día. —me sonríe de manera triste.

(...)

— Tienes que calmarte. — Olivia coloca la mano encima de la mía y no sé si espera que eso me calme, pero no lo consigue, porque sigo moviendo la pierna de manera nerviosa.

Siempre he sido una persona nerviosa, y si ya estoy jugueteando con mis manos y moviendo la pierna rápido todos los días de mi vida, no me quiero ni imaginar el ritmo de mi corazón ahora mismo que voy a hacer esto.

Bueno, es que lo siento más deprisa que nunca.

— No. —me detengo en medio de la calle vacía mientras mis dos amigas me miran con preocupación. — No puedo hacer esto. ¿Y si...? No no joder. No puedo hacer esto, Lils. —digo mirándole fijamente.

Siento como si tuviera todo el peso del mundo encima de mi pecho y no puedo respirar. Siempre he odiado está parte de mí. ¿Por qué me pongo tan nerviosa al hacer cosas tan normales y que otras personas hacen sin pensar?

Tú y yo, en Ámsterdam.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora