PAUSA PARA PUBLICIDAD

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A la mañana siguiente el día despertó con un sol radiante. Parecía que la tormenta del día anterior nunca había existido.

Iruka se despertó a media mañana recuperado tras aquella conversación telefónica que le quitó todo aquel malestar que tuvo durante toda la semana. Hacía días que no descansaba tan a gusto.

Aprovechó para hacer lavadoras, tender y relajarse para disfrutar de su casa. Una vez tuvo todo tendido se planteó si limpiar o descansar. Escogió la segunda opción.

En ese momento estaba tirado en su sofá, era cerca del mediodía y miraba las redes sociales para matar el rato cuando de repente apareció en su pantalla otra llamada. Esta vez totalmente conocida. Descolgó tan rápido como pudo.

—Bueeeno... Ya me parecía extraño que no me llamases... ¿Cómo estás?

—¿Que cómo estoy? ¿Sabes la de veces que te he escrito y me has dejado en visto? ¿Qué pasa?, ¿Ya te has aburrido de mi?

—No, mujer... ya sabes que no...pero he estado liado... y ya sabes que este trabajo es así... no te deja mucho tiempo para...

—Sí, sí... que no te deja tiempo ni para unas cervezas con los amigos... anda, calla ya y ábreme la puerta, que esto pesa...

—¿Qué? —Iruka se incorporó en el sofá y unos segundos después escuchó tres "ding dong" insistentes. Se levantó y caminó descalzo hasta la entrada. Abrió la puerta con el teléfono en la oreja todavía y sonrió.

Una mujer de pelo violeta con una coleta alta esperaba cargada con dos paquetes de seis cervezas en una bolsa y con el teléfono en la otra.

—Anko... eres incorregible...

—Dime algo nuevo... —Dijo mientras pasaba al interior de la casa. Se fue directa a la cocina y dejó la bolsa en la encimera. —Madre mía, chico, hay que pedir tanda para verte... Sabía que hacía bien en aparecer sin avisar... Si te llego a decir de vernos me hubieses dicho que no porque tienes nosequé

Iruka echó un vistazo rápido a su casa y la vio algo desordenada, después se miró en el reflejo del espejo de la entrada y cuando se vio en pijama y con el pelo suelto de cualquier manera suspiró.

—Bueno, hubiese estado bien que avisases... podría haber limpiado un poco...

—Podrías haberlo hecho igualmente sin que yo viniera... —Anko sonó enfurruñada. —Bueno, ¿Me vas a contar porqué no me has llamado en estos tres meses ni cinco minutos? —Acto seguido se fue al salón con una cerveza y se tiró en el sofá.

Iruka, resignado ante su amiga, cogió otro botellín y se sentó también en el poco hueco que dejó ella.

—Pues he estado viajando porque estaba ya cansado de estas cuatro paredes y necesitaba respirar un poco... hasta que se me comenzó a terminar el dinero... y milagrosamente Sarutobi me llamó el otro día... Como siempre que me quedo sin dinero... No sé cómo lo hace, parece que tiene un don...

—¿Sarutobi era el jefazo aquel que te contrató por primera vez?

—Ese.

—Es tu sugar daddy del trabajo, ¿Verdad?

Iruka se quedó en silencio mientras en su cara se dibujaba una expresión que oscilaba entre el desconcierto y el asco.

—Algo así...sí... pero mejor haré ver que no he escuchado eso... —Dijo tras un escalofrío al imaginar al viejo Sarutobi con un traje de chaqueta y un ramo de flores. Un contexto totalmente loco a su parecer.

—Siempre llega con un trabajo para ti y te dice cosas como "Nunca te faltará trabajo, yo me encargo"

—EN FIN —Iruka se aclaró la garganta. —Que ahora estoy sustituyendo a la atrecista de El visor

Lo que no vesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora