11-. Dependencia

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Las semanas continuaron avanzando con prisa, pero pese a lo que muchos pudieran pensar, yo ya no me sentía feliz -no podía-. Estábamos juntos, vivíamos del mismo modo, compartíamos buenos momentos, pero a pesar de todo yo no era feliz. Mi mente no me permitía hacerlo por completo.

¿Por qué Hoseok estaba conmigo?

Eran la interrogante que más pasaba por mi mente y es que no lo entendía, Hoseok era un ángel –no lo llamaba la mayor parte del tiempo así solo porque sí- Lo era, él era una persona atenta, dulce y divertida, que se preocupaba por mí -como nunca nadie lo hizo- y hacía lo que más podía por complacerme. Por supuesto su carácter alterno seguía intacto y sí, claro que nuestras discusiones continuaron, pero era todo por mi culpa.

Mi cabeza estaba jodidamente mal y lo sabía, pero no sabía cómo remediarlo, cada fibra de mi cuerpo pedía a gritos por él, convirtiéndose en algo enfermizo -mucho más que antes-.

No podía estar un día sin tener sexo con él, pasé de desearlo a diario a necesitarlo. Mi cuerpo pedía el suyo, pero no de manera sana, se había convertido casi en un trastorno parafílico. Había noches en donde no podía sepárame de él, continuando desesperado y deseoso de su cuerpo por horas y horas, durando incluso hasta entrada la mañana. Él en un comienzo lo permitía dejándose llevar por el deseo, pero claro que no continuó por mucho -iba afectar a nuestras carreras-.

Las discusiones por esto comenzaron y no podía reclamárselo -aunque lo hacía- no era sano, mas no me importaba, para ese entonces la universidad dejó de tener importancia para mí, solo quería pasar mi tiempo con él. Pero no era solo eso, debido a la ansiedad siempre me costó concentrarme -mis pensamientos se desviaban con bastante facilidad- pero ahora simplemente no había caso, no podía. Cuando asistía a clases, solamente cabía él en mis pensamientos, haciéndome sentir irritabilidad -más de la normal-, agitación e incluso temblores -los cuales no cesaban hasta verlo-. Terminé dejándola, al final solo era un gasto innecesario. Pero diferente a mí, Hoseok no lo hizo y eso me hacía enfurecer, no quería pasar tiempo separados y menos dejarlo solo para que algún hijo de puta se acercara a él. Sin embargo, no había nada que pudiera hacer, él deseaba terminar su carrera, no podía retenerlo -aunque quisiera-.

Mis mañanas sin sentido las pasaba trabajando hasta que él llegara. Sí, los síntomas seguían en casa, pero no cabía la opción de no trabajar, debía hacerlo para poder mantenernos –y joder que me costaba hacerlo- parecía un puto adicto en abstinencia contando las horas para verlo y tenerlo entre mis brazos, literalmente hablando. Hoseok sabía que lo primero que debíamos hacer en cuanto llegara a casa era tener sexo, claro que a veces me gritaba harto de mi actuar, sin embargo, casi siempre terminaba complaciéndome -a él le encantaba, aunque se cabreara conmigo-. Seguía siendo un sátiro, pero no estaba enfermo como yo.

Las semanas posteriores fueron yendo en completa decadencia, mis celos comenzaron a tomar una forma insana, no quería que se apartara de mí, odiaba que saliera de casa. No quería que nadie se acercara a él -nadie debería siquiera estar cerca suyo, él era mío-. A veces sentía deseos de encerrarlo en nuestra habitación, amarrarlo y quedarnos ahí eternamente.

¿Por qué necesitaba estudiar? ¿por qué yo debía trabajar? ¿Por qué era necesario comer y dormir? ¿por qué no podíamos ser siempre uno?

No tenía sentido, solo deberíamos ser él y yo... Sí, había perdido la puta cabeza.

Nuestras discusiones fueron aumentando todavía más debido a esto, los gritos por parte de ambos nos hacían perder el control, las cosas volaban y se rompían a nuestro alrededor, pero, pese a ello siempre intentaba contenerme con todas mis fuerzas para no golpearlo porque sabía que al hacerlo podría perder el control irremediablemente.

Al borde del límite (Vhope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora