2 | Cálido chico rubio

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No hubo nada que el pelirrojo pudiera hacer.

Intentó correr y oponerse entre el auto y el cuerpo que se había volteado a verlo. Por alguna razón, a él.

Pero a pesar de que pudo llegar justo antes de que el auto chocara contra el chico rubio, el vehículo también lo había atravesado antes de que se diera cuenta. No había servido de nada.

No sabía porqué, pero un sentimiento de miedo puro lo recorrió por completo cuando fue testigo del choque y caída que había sufrido la persona frente a él.

Se apresuró a caer a su lado e intentó tomar su lastimado cuerpo entre sus manos, pero no pudo hacer nada de lo que le hubiera gustado, pues en cada intento de tocar al chico rubio, solo sentía al vacío en su interior crecer cuando sus dedos lo atravesaban sin remedio.

No había caso.

Observó su rostro con preocupación, al parecer el golpe no había sido muy fuerte, pero fue suficiente como para dejarlo al borde de la inconsciencia. Vio que sus ojos, de un color escarlata impresionante, se movían sobre él, pero lo atribuyó a que solo se encontraba desorientado, pues no era posible que lo estuviera mirando realmente.

Entonces escuchó unas voces que provenían del auto que había chocado contra el rubio.

—¡No tenías que hacerlo tan fuerte, idiota! Tampoco quería que se muera.—Reconoció la voz que acababa de hablar, era el tipo castaño al que el chico rubio había golpeado con anterioridad—Tch, como sea, ya vámonos de aquí, si está muerto es su problema. No sabe con quién se metió.

En completo silencio, el pelirrojo observó como los mismos tipos de antes volvieron a subirse al auto del que habían salido y se fueron tan rápido como habían llegado.

La furia lo invadió en ese momento y algunas lágrimas de impotencia se acumularon en sus ojos, mas no se atrevieron a caer por su rostro. Si tan solo el auto no me hubiera traspasado, si tan solo hubiera sido otra persona, si tan solo no estuviera...

Muerto.

Esa palabra resonó dentro de su cabeza y rebotó contra las paredes de su mente, por primera vez luego de comenzar su caminata sin rumbo, se puso a pensar acerca de sí mismo.

¿Realmente él estaba... eso? Bueno, no es como si estuviera dispuesto a negárselo todo el tiempo, literalmente había despertado en medio del cementerio, sintiendo frío y con la–hasta ahora–inservible condición de traspasar personas y cosas. ¿Qué otra explicación podía darle a eso? Pero, ¿entonces por qué razón estaba ahí en ese momento?

No tenía respuestas para ninguna de las preguntas que su cerebro generaba en ese momento. Sin embargo, luego recordó la razón por la que su cerebro había comenzado a hacer todo eso en primer lugar.

Observó nuevamente al chico rubio con ojos llenos de preocupación y culpa, pidiendo disculpas silenciosamente por no poder ayudarlo de ninguna manera.

No sabía qué hacer en ese momento, pues nadie podía verlo ni oírlo, así que los gritos que lanzó al aire pidiendo ayuda no sirvieron para nada en absoluto. Esos gritos fueron las primeras palabras que salieron de su boca en mucho tiempo, pero ni siquiera notó ese hecho y solo trató de hacer que alguien lo ayudara de una vez.

Cuando finalmente se dio cuenta de que sin importar qué hiciera nadie podría escucharlo, dejó de gritar y solamente se dedicó a mirar el rostro del desconocido con el sentimiento de culpa aún latente en su pecho.

Sus frías manos aún intentaban tocar el rostro del desconocido, y fue ahí que finalmente comenzó a observar al chico con más atención. Notó que su cabello era de un color rubio cenizo y pensó que sus desordenados mechones se veían suaves a pesar de su forma peculiar, deseó por ese momento ser capaz de tocarlos y descubrir eso por sí mismo, pero retuvo su mano cuando notó que esta aún lo seguía atravesando. Siguió observándolo y notó que tenía un rostro armonioso, con pestañas rubias acompañando sus ojos entrecerrados y acariciando sus mejillas con suavidad.

Muerte de un ángel [Kiribaku/Bakushima]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora