𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪𝓬𝓱𝓲𝓷𝓪 𝓬𝓸𝓷 𝓭𝓮𝓶𝓸𝓷𝓲𝓸

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Cuando Haganezuka se fue, Nozomi entró a su habitación, vistiéndose con su uniforme de la Cuerpo de Exterminio de Demonios. Una camisa y una falda de color vino con detalles blancos, y unas sandalias zōri y calcetas que cubrían hasta la rodilla. La camisa tenía el kanji "Metsu" (滅) escrito en blanco en la parte de atrás.

Habría querido usar su haori gris de siempre, pero fue dañado tanto en la Selección Final que no tenía reparación. Al día siguiente de llegar, lo quemó en una hoguera simbólica, como una ofrenda de agradecimiento a Konan y Yahiko, pues sin ellos no habría salido viva de ahí. Era una vieja costumbre quemar cosas significativas en honor a las deidades, así que pensó que tal vez funcionaría.

Ató su cabello en una trenza larga y sujetó el fleco con un broche para que no le estorbara, colocó la espada en su espalda con la correa de la funda, y salió del cuarto, al encuentro de su maestro.

-¿Ya terminaste? -preguntó él.

-Sí -sonrió ella.

Ahora se veía como una auténtica Asesina de Demonios. Notó que su antigua cicatriz había tomado una forma y color extraños, como de llamas moviéndose, pero no le dio importancia. Tal vez habría sido uno de los muchos golpes que recibió de una horda de demonios que se le echó encima al tercer día lo que la habría deformado.

Urokodaki asintió, de forma aprobatoria. Naruto se deslizó por el suelo, cubierto por su futon para esconderse lo más posible de los rayos del sol, y echó un vistazo por la puerta del cuarto. Los orbes azul claro brillaron de la emoción. Su hermana mayor se veía como uno de esos samuráis de los cuentos de los que siempre hablaba su difunto padre, pensó, mientras veía la mirada de determinación que surcaba los ojos de ella.

-Nozomi -llamó el mayor- Quiero explicarte algo antes de que emprendas tu primera misión. El uniforme de Asesino de Demonios está hecho de una fibra especial. Es transpirable, pero difícil de mojar y quemar. Las garras y dientes de los demonios más débiles tampoco lo rasgarán.

-¿Tan bueno es? -se preguntó, gratamente sorprendida.

-Como ya sabes, la Nichirintō cambia de color según su dueño. Cada color tiene sus particularidades. Sin embargo, muy pocos portan una negra, así que sabemos poco sobre ella. Sabemos tan poco que... -Urokodaki hizo una pausa, inseguro de revelar la información.

-¿Qué ibas a decir, Urokodaki-sensei? -cuestionó, inocente ante la razón de la duda de su superior.

-Sabemos tan poco que se dice que los que la portan no llegarán muy lejos -terminó por articular, tratando de suavizar el hecho. Sin embargo parecía que su alumna sabía muy bien lo que quiso decir. Aún así, sonrió para tranquilizarlo.

-No sé que haré como Asesina de Demonios, pero me aseguraré de que Naruto vuelva a ser humano -afirmó- Aunque me cueste la vida.

-Sí -asintió el ex-pilar- Yo también confío en que lo lograrás, de un modo u otro. Pero por favor, trata de no morir en el proceso.

-No moriré hasta que Naruto vuelva a ser humano. Entonces podré vivir mi vida tranquila -lo apaciguó.

El anciano esperó que aquello se hiciera realidad. Realmente deseaba que aquella enérgica y amable chica pudiera lograr sus metas. Volteó hacia una caja que tenía a su derecha y la tomó.

-Otra cosa. Toma esto -se la extendió- Ábrela.

La Mizunoto obedeció, notando que en el interior habían un cinturón y una chaqueta naranjas con detalles negros. Los tomó, mirando inmediatamente a su sensei, tratando de procesar que acababa de hacerle un regalo, y además, recordaba esa charla de hacía más de dos años.

𝙇𝙪𝙣𝙖 𝙔 𝙎𝙤𝙡 (𝙆𝙞𝙢𝙚𝙩𝙨𝙪 𝙣𝙤 𝙔𝙖𝙞𝙗𝙖) 𝙀𝙣 𝙥𝙖𝙪𝙨𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora