Capitulo 3.

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8 años después...

Me desperté con la familiar sensación de ser aplastada; me retorcí, empujando mi hombro hacia atrás. Ross movió su peso ligeramente. Estaba abrazandome por detrás, respirando profundamente en la parte trasera de mi cabello. Su pesado brazo cubriéndome, sujetando mis brazos, sostenía mi mano apretadamente, nuestros dedos entrelazados, su pierna tirada casualmente sobre mí. Rápidamente silencie la alarma de mi teléfono y lo codeé en el estómago.

— Seis en punto —murmuré somnolientamente, cerrando los ojos.

— Diez minutos más, Ángel. Todavía estoy cansado — murmuró él, empujandome más fuerte contra su pecho.

—No, no mas diez minutos. La última vez se convirtió en una hora y Max casi te atrapa aquí — Murmuré, codeandolo en el estómago una vez más.

Movió su brazo e inmovilizó mis manos en la cama, cercas de mi cabeza en una posición de oración.

—Sólo diez minutos más, Ángel. —se quejó. Suspiré y cerré los ojos de nuevo. No había forma de discutir con él cuando estaba así, simplemente no tenía la energía a esta hora de la mañana para pelear con él. Ambos nos deslizamos de nuevo en el sueño, instantaneamente.

—¡Laura, será mejor que ya estés lista! — gritó mi hermano, golpeando la puerta.

Me levanté de un salto, y también Ross, eran más de la siete.

— Eh... Si, ya estoy lista, Max — grité en respuesta, mirando a Ross frotándose la cara, luciendo un poco aturdido.

—Bien. Voy a desayunar. Apuraté. Ross conducirá hoy, así que estáte lista para irnos en media hora — llamó Max a través de la puerta, antes de caminar a zancadas por él pasillo.

—Caray, Ángel, ¿porqué no me despertaste? — acusó Ross, frunciendo el ceño.

Lo miré en advertencia, y le dirijí mi mejor mirada de muerte.

—¡ Lo hize, im'bécil! ¡Dijiste "diez minutos más" y luego me inmovilizaste las manos para que no te codeara! —Gruñí sarcásticamente, haciendo una mala imitación de su voz.

Él sonrió burlonamente y me empujo de nuevo a la cama, sujetando mis manos sobre mi cabeza y rodando sobre mí.

— ¿Te inmovilizé en la cama? ¿Estabas soñando conmigo otra ves, Ángel? Podría hacerte ese sueño realidad — dijo, con su rostro a centímetros del mío.

—¡Ya quisieras! Ahora apartate de mí, Ross, y ve alistarte. Conduces hoy, aparentemente. — siseé, a sintiendo hacia la ventana. Él suspiró y se levantó de mí, poniéndose su camiseta. Trepó por la ventana, silenciosamente, cerrándola detrás de sí al irse. Caminé hacía ella y la aseguré antes de irme a la ducha más rápida de todos los tiempos.

Exactamente veintiséis minutos después, caminé con dificultad hacia la cocina, con un ceño fruncido, Ross ya estaba ahí, apoyándose casualmente en la encimera, comiéndose mí cereal. ¡Maldita sea, todas las mañanas! Su cabello estaba despeinado en su usual apariencia de apenas salír de la cama, que para ser honesta sí lucía así cuando acababa de salir de la cama. Todo lo que hacía siempre era deslizar sus manos por todo su cabello unas cuantas veces y añadirle un poco de cera.

Se veía igual que todas las mañanas, como un maldito súper modelo. Usaba jeans desgastados de cintura baja que dejaba ver un poco sus calzonsillos, y siempre hacía que las chicas se derritieran. Hoy estaba usando una camiseta blanca que mostraba su cuerpo perfectamente esculpido, y una camisa naranja y gris de manga corta sobre ella, que tenía completamente desabotonada. Sus ojos miel estaban brillantes con diversión mientras me miraba.

—¿Retardada esta mañana, Ángel? — preguntó, con una sonrisa de suficiencia.

Le lancé una mirada de muerte, haciéndolo sonreír burlonamente.

—¡Callate, Ross! ¿Por que demonios te estás comiendo mi cereal de nuevo? ¿A caso no tienes comida en casa? — pregunté, arrebatándole la taza de sus manos y comiendome el contenido. Él sólo me observó con una sonrisa divertida.

Max me lanzó una caja de jugo.

—Si te ves un poco tensa, Laura ¿ todo va bien? — preguntó, mirándome un poco preocupado. Miré seriamente a Ross una ves más mientras él empezaba a reírse. Por supuesto que me veía tensa, tuve media hora para ducharme y vestirme.

—Me quedé dormida — Murmuré con un suspiro abatido.

Max no tenía ni idea que Ross dormía en mi habitación conmido todas las noches, sí fuera así, se enloquecería. Max siempre era protector conmigo, siempre lo había sido, pero había empeorado desde que mi papá se fue cuando yo tenía trece. Bueno, dije se fue, pero la verdad era que Max y Ross habían llegado a casa temprano del hockey un día para ver que mi padre me había dejado sin sentido, y estaba intentando violarme. Max finalmente se dio cuenta,  y él y Ross, le habían dado una paliza, casi matándolo en el proceso. Lo habían echado de la casa y le habían dicho que si alguna vez regresaba, lo matarían.

Nunca regresó, sin embargo, eso fue hace ya tres años. Un poco después de eso, mi mamá consiguió un trabajo en una enorme firma de electrónica, era la asistente personal del director, así que viajaba mucho. Se iba dos veces más de lo que estaba aquí, de modo que sólo la veíamos por cerca de una semana al mes, sí algo. Max era mi única supervisión, aunque a veces era más como que yo estaba intentando cuidar de él.

Ross también era muy protector conmigo, pero todavía no nos llevábamos bien, incluso aunque él literalmente pasó cada noche envuelto a mí alrededor en la cama por los últimos ocho años. Se había vuelto a escabullir en mi habitación la noche siguiente de verme llorar de nuevo y habíamos terminados durmiendo nos una vez más. Después de dos semanas se había vuelto una cosa normal. No era algo de lo que habláramos nunca, sólo dejaba mi ventana sin seguro y él entraba una vez que sus padres revisarán que él estuviera dormido. Jamás nos habían atrapado en ocho años. Habíamos estado cerca un par de veces, sin embargo. Hace un par de años, la mamá de Ross había encontrado su cama vacía, pero él había mentido, diciendo que se había escapado a una fiesta y se había quedado en casa de un amigo. Nadie sospechó que él estaba al lado, conmigo.

Continuará...

Yessica.

Mi AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora