Capitulo 9.

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Su voz se quebró un poco, sonaba como si tuviera dolor. Miró directamente a mis ojos; pude ver la honestidad en sus profundos ojos mieles. Me dio un abrazo y puso sus labios en mi cuello, justo donde se unía con mis hombros y respiró profundamente por su nariz, enviando su aliento caliente por todo mi cuello. Esto es lo que siempre hacía para calmarme, cuando lloraba en su hombro; esta era la única cosa que parecía y funcionar. Podía sentir su corazón latiendo rápidamente contra mi pecho, así que me concentre en hacer juego con mi respiración y la suya. Respiré su olor hasta que me había calmado. Me moví hacia atrás y él sólo me estaba mirando, se veía el arrepentimiento en su rostro.

-Lo siento, no debí haber hecho eso, Ángel. No pensé. - dijo en tono de disculpa.

Asentí con la cabeza y bufé, limpiandome la cara con la manga.

- Yo también lo siento. ¿Te duele? - le pregunté, haciendo una mueca ante la idea de cuán fuerte le había dado el rodillazo.

Se encogió de hombros.

-Estoy bien, fue mi culpa... - respondió, inclinándose para para mirarme a los ojos de nuevo. Aparté la vista rápidamente, sintiéndome incómoda.

Tenía la sensación de que cuando Ross me miraba a los ojos, podía ver al verdadero yo, la que trataba esconderse del todo el mundo, la niña asustada a la que no le gusta que la gente la toque, porque me traía recuerdos de aquellos domingos y mi padre llevándome al sofá, guiandome a sentarme en su regazo. Cuando la gente me tocaba, e incluso las chicas, mi corazón se iba a toda marcha y siempre comenzaba a sentirme enferma. Las únicas excepciones a esto son mi madre, Max y Ross. Esta era la razón exacta por la que no tenía citas. La idea de que alguien me tocara o besara, hacía que mi piel se pusiera de gallina.

Aparte la vista de él y me di cuenta que tenía una gran mancha húmeda en el hombro en el que había estado llorando. La limpié frunciendo el ceño.

-He arruinado tu camisa.

-Tengo otras, Ángel, no te preocupes. - contestó con una sonrisa fácil, que no era la sonrisa de satisfacción que le daba a otras personas, era una sonrisa sincera, la que por lo general sólo se consigue en la noche o cuando no había nadie alrededor. Miré a mi alrededor y no había nadie en el pasillo, me quedé sin aliento, en estado de shock.

- ¿Dónde están todos?- Murmuré. Mirando de un lado al otro desesperadamente por el pasillo.

-Ellos fueron a clases. - respondió-. Vamos, no hay razón para quedarnos hasta el final, así que vamos por un helado o algo así.- Me tomó de la mano hacia el estacionamiento, en su coche.

-Ross.. ¿que? ¡No puedo faltar a clase! - grité.

Continuará....

Mi AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora