—¡Por fin en casa!
Una cansada joven de rizada cabellera rubia y tristes ojos verdes ingresaba a su pequeño pero cómodo departamento. Los festejos por el día de acción de Gracias se acercaban y eso la tenía en un constante estado de tensión. Y no era que la celebración de dicha festividad la molestara, lo que en realidad la tenía preocupada era la reunión familiar que siempre se realizaba para esas fechas en la casa de sus padres. Esa bendita reunión donde todos sus familiares y amigos se reencontraban y conversaban de todo lo que les había ocurrido durante el largo año en el que no se habían visto, pero a pesar de haber muchas personas en la reunión, el tema principal siempre terminaba siendo ella. No podía evitar la retahíla de preguntas que eventualmente terminaban apuntando en su dirección, especialmente las que su madre le hacía. A su mente regresaron todas y cada una de ellas como si fuera una ráfaga de ametralladora.
—¿Por qué aún no te has casado?
—¿Y cuándo seré abuela? ¡Moriré sin poder acurrucar un nieto!
—Aquí también podrías conseguir un buen trabajo, ¿para qué te mudaste tan lejos?
—Mira a tu prima Annie, ya tiene dos bellos niños y tú...tú nada, ni novio tienes ¡caray!
—Si te arreglaras un poco más; no sé, si dejaras de usar esos lentas y cambiaras de peinado, ¡caray! Candy has algo contigo
—Ya tienes 27 años ¡Y qué esperas para tener un novio!
Y la lista de cuestionamientos seguía y seguía pareciendo que no tenía fin. Candy adoraba a su familia; a su madre en especial, pero esas indiscretas preguntas que a ella le hacían en presencia de todos sus familiares, realmente la agobiaban.
Siempre había sido una niña inquieta pero obediente, incluso sus notas eran inmejorables en el colegio. Su carácter alegre y chispeante la hizo merecedora de muchas amistades sin pensar que entre ellas conocería a la persona que luego sería el causante de su cambio radical.
Recostada en el mullido sofá de su departamento, Candy recordaba cómo es que pasó de ser esa chica alegre y extrovertida a... a eso, a la joven amargada, desgarbada y callada que tan solo arreglaba su cabello en una coleta sin gracia. Con un largo suspiro recordó sus primeros años de universidad, rodeada siempre de buenos amigos y de uno en particular que le llamó mucho la atención, Neal Lagan.
Aquel chico de sedosa cabellera caoba similar al más fino terciopelo la tenía hipnotizada. Verlo caminar con su uniforme de futbolista en medio de la cancha era como observar una estatua de mármol de los dioses griegos. El muchacho era hijo de familia acomodada, de rasgos finos, elegante y poseedor de un magnetismo que era muy difícil que pasara desapercibido en cualquier lugar que él estaba, y para rematar...era el capitán del equipo de futball de su universidad. Era un auténtico niño mimado.
Después de un largo suspiro la joven se puso a meditar en cuál sería la mejor solución para ella.—¡Demonios! ¡Si asisto a la dichosa reunión, lo más probable es que me encuentre con ese tonto! ¡Y eso es lo último que deseo! Si voy a la reunión esta vez no podré esquivarlo... ¡Maldito idiota! [suspiro] Pero... es que para ser honesta la idiota soy yo por permitir que esa estupidez me afecte hasta ahora.
La joven se sentó de un solo golpe en el sofá, con angustia se percató que el tiempo se le acortaba y de manera urgente necesitaba buscarle una salida a su problema.
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EL IMPOSTOR
RomanceSiempre que se miraba al espejo no le agradaba la imagen que este le devolvía. Se reprochaba el echo de que su apariencia fuera la causante de haber perdido al amor de su vida; pero jamás pensó que el verdadero amor lo tenía más cerca de lo que e...