21 : Las estrellas más grandes.

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-¡Doctor!, ¡Es la señora Jung!- la enfermera grito alarmada, con una expresión de sorpresa mientras corría por el pasillo de aquel hospital.

-¿Qué está pasando? ¿Qué pasa con la paciente Jung?- un tanto confundido el hombre de cabellos oscuros frunció el ceño ante la evidente conmoción de la enfermera a cargo de la madre de Hoseok.

-Ella quiere verlo doctor- hablo agitada, señalando hacia la puerta al final del pasillo.

El médico al ver el estado de la enfermera asintió sin muchos rodeos, caminando a pasos apresurados hasta la habitación donde se encontraba la mujer de cabellos rojizos como la sangre.

Cuando la mujer había sido llevada a la sala de emergencias de ese hospital había sido por signos de una posible recuperación de lo que los parientes habían descrito como una especie de parálisis, que le impedía cualquier tipo de movimiento y que también la privaba de hablar e ingerir por si sola. El doctor Wan había sido el encargado de atenderla y tal como estaba en los registros, aquella rara enfermedad sin nombre parecía ser la causante de que aquella mujer estuviera en ese estado por muchos años.

Pero algo no parecía correcto en todo aquello y con sus años de experiencia él podría jurar que había algo raro en todo ese registro y expediente de la paciente Jung. Incluso había tratado de hablar con su hijo, Jung Hoseok, el joven Omega que había llegado vuelto un mar de lágrimas a ver a su madre al hospital. Pero de la plática lo único que sacó fue lo mismo que había escrito en aquellos papeles de hospital. El mismo diagnóstico que él no lograba entender y aunque todo pareciera ser producto de aquella enfermedad poco común que había sido detectada hace años en el cuerpo de la señora Jung él estaba haciendo su propia investigación por aparte, misma que solo lo llevaba a una sola conclusión.

-D-Doctor...-

La voz temblorosa y débil le confirmo sus sospechas y justo como él había creído las cosas parecían ponerse en su lugar después de tanto tiempo. Con la sorpresa a flor de piel camino lentamente hasta la camilla.

-No se esfuerce, trate de estar tranquila- le dijo, acercándose a ella.

Los signos que la mujer había mostrado habían sido milagrosos, podía moverse, hacer algunos gestos e incluso levantarse. Pero su habla no había vuelto. Fue por eso que para el doctor Wan escucharle hablar fue un completo desconcierto. Nadie se recuperaba así de la nada de una enfermedad degenerativa y agresiva como lo describía su cuadro médico.

-Escuche que quería usted verme- le dijo, jalando una silla para sentarse a la par de la camilla dónde yacía aquella pelirroja, sin perder ningún detalle de las acciones de la mujer. Observándola detenidamente.

-Así es...- contesto con un poco de dificultad.

-Es un milagro que este usted hablando, es simplemente extraordinario- comento el hombre y la mujer sonrió débilmente.

-¿D-Donde está mi hijo?-

-De seguro en su casa, la enfermera me informo que al parecer vendría mañana a verla a la hora de visita como todos los días-

La mujer suspiró, asintiendo con alivio mientras se quedaba en silencio y llevaba débilmente su mano hasta su nuca, haciendo una muñeca de dolor cuando un punsazo atravesó la carne de su cuello.

-¿Hasta cuando mantendrá está mentira?- se atrevió a preguntar el doctor Wan después de unos segundos, con expresión sería.

La Omega lo miro con ojos decaídos ante la repentina pregunta, tragando saliva cuando la mirada del hombre callo en su cuello.

-No sé de qué e-esta... Hablando- murmuró con dolor, sosteniéndose el cuello al sentir aquel ardor recorrer toda su nuca y parte de su columna.

-Hablo de la mentira que ha usted llevado durante tantos años, la misma que ha estado ocultándole a su propio hijo- enfrentó el doctor, apartándole gentilmente la mano del cuello, mirándola con mucha seriedad -Hasta cuando le dirá que usted no tiene ninguna enfermedad y que lo que en verdad tiene son productos de un lazo roto-

Inocente Tentación○|| Kookv ||○Donde viven las historias. Descúbrelo ahora