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Si te diesen a observar aquél shuriken quizá no podrás asegurar cuánto tiempo haya pasado desde la primera vez que haya sido utilizado, pero sí podrías notar que llevaba consigo el peso de los años. Entre sus hojas relucía el metal ligeramente oxidado, sin realmente brillo que ofrecer, con unos cuantos rayones -algunos más visibles que otros-, y realmente sin mucho filo. De hecho, no tenía filo en absoluto hacía unas horas atrás, pero Kakashi intentó que al menos sus extremos pudiesen clavarse en la madera. Era un shuriken completamente inútil para el combate, pero era el elemento perfecto para practicar lanzarlo. Y es que a pesar de no poder cortar bien un pedazo de papel, sí que podía cortar el aire en su andar, veloz y con fiereza a través de los metros recorría. Lo hacía con aquella belleza que solo aquél gastado y longevo shuriken podría ofrecer, como si de tantos años siendo compañero de un gran guerrero como Kakashi le hubiese dado grandes lecciones y hubiese aprendido de memoria su camino desde las pálidas manos hasta el centro del objetivo que nada le impediría esta vez, como tantas otras, llegar con precisión a su destino.

Claro, nada, excepto quizá la despreciable puntería del pequeño Naruto en su sexta primavera.

Y es que no era casualidad que ese arma en específico esté en sus manos, pues Kakashi, si bien había aprendido a manejarlas cuando era aún un poco más pequeño que el rubio, se sintió aterrado ante la idea de dejar en las manos de ese niño cualquier cosa que tenga una capacidad superior de cortar que una cuchara de plástico. Naruto era una máquina de hacerse daño, el albino juraría que si dejaras por cinco minutos al chico sin vigilar en una sala completamente vacía de todos modos al salir lo podrías encontrar con, aunque sea, algún hematoma.

Pero el Uzumaki el día anterior volvió de la academia aguantando como sea sus lágrimas tras recibir las burlas de los compañeritos que había conocido hace no muchas semanas atrás. Naruto le insistió a Kakashi en que le prestara algún que otro shuriken para practicar y acallar a los demás niños demostrándoles su destreza, y Kakashi, aunque intentó, no pudo negar que el pequeño niño ya estaba en un buen momento para aprender a manejar las cosas más simples del combate. Aunque nada le impidió darle el arma que creyó más seguro para él, cosa a la que Naruto en ningún momento le dio importancia pues ya tenía un shuriken en sus manos y un objetivo en claro.

Por supuesto, Kakashi no se sorprendió -luego de regresar de la tienda más cercana posible con no más que un paquete de sal, para no estar tanto tiempo con el ojo apartado de Naruto- que el niño a pesar de que pasara y pasara el rato seguía con las mismas energías que al comienzo. Quizá su ánimo comenzaba lentamente a decaer tras cada intento fallido, ninguno mejor ni peor que el otro, porque para empezar el único lugar que alcanzaba el shuriken era el césped.

Fue recién cuando el niño exclamó en frustración que Kakashi decidió a acercarse para ayudarlo nuevamente.

-Te dije que así no, Naruto -dijo-. Tienes que agarrarlo así.

Kakashi sacó de su bolsillo otro shuriken, el cual no brillaba más porque simplemente no podía de lo nuevo que estaba, y le mostró al menor cómo debía colocar sus manos para sostener correctamente el pequeño elemento. Naruto hizo su mejor esfuerzo por replicarlo, y de hecho no le había salido tan mal, sin embargo el mayor notó que uno de los problemas de Naruto era que sus manos eran diminutas como para imitar a Kakashi, de veinte años y manos de -un joven- hombre. Ante el conflicto no antes analizado por el albino, decidió ponerse de cuclillas y tomar la mano ligeramente bronceada del rubio y tratar de acomodarla lo mejor posible él mismo.

-Y ahora te paras así -explicó el joven dando una demostración-, y debes moverte así.

Naruto observó atentamente con sus grandes y azules ojos el movimiento que hacía lentamente Kakashi para que pudiera comprender. Se posicionó como el mayor y luego de que este lo corrigiera tomando su brazo y empujando ligeramente su espalda trató de imitar aquél movimiento, con la misma lentitud, para captar mejor la expresión de su cuerpo entero al hacerlo.

-Y ahora lo lanzas con fuerza.

El niño siguió la indicación. El shuriken atravesó el aire y reflejó ligeramente el sol en su camino a su destino.

-¡Lo hice! -Exclamó con mucho entusiasmo el rubio-. ¡Kakashi, lo hice! ¡Lo hice!

-Eh...

El shuriken no había dado al blanco, por supuesto que no, pero había dado a la madera en lugar del césped, y eso ya era un gran avance.

-Sí, Naruto -intentó acordar el mayor-. ¡Lo hiciste!

La sonrisa de Naruto era enorme, brillante y preciosa -tal cual Naruto era-, y Kakashi sintió una enorme calidez en su alma por poder apreciarlo así luego de haberlo visto tan decaído el día anterior. El rubio daba pequeños brinquitos y correteaba de aquí para allá por la alegría de haber «acertado» por primera vez el tiro.

-¿Qué dices, Naruto? ¿Ramen para celebrar? -Sonrió también Kakashi bajo su máscara.

Naruto se detuvo unos pocos segundos tratando de comprender las palabras de su cuidador, comprobando dentro de su pequeña cabecita que había oído lo que había oído. Y ahora corría en dirección a él para darle el abrazo más grande que su pequeño cuerpo pudo ofrecerle.

En realidad aquél almuerzo era únicamente para alegrarlo por su propia cuenta, pues Kakashi no se esperaba aquél pequeño triunfo del niño. Pero ninguna de esas penas importó durante el resto del agradable día.

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⏰ Última actualización: Aug 11, 2021 ⏰

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Hermanos  [Kakashi y Naruto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora