Me encuentro delante del comedor de palacio, mirando fijamente la gran puerta de roble.
Todo el castillo es de madera, grandes árboles centenarios cuyas ramas se habían entrelazado formando grandiosos salones y hermosas alcobas.
Sé que debo entrar, pero tengo miedo. Sé que todos deben de encontrarse ya dentro y la reina, la cual cree que ella, junto con su marido y sus hijos, pero en especial Dalía, son el centro del mundo, no perderá la ocasión para compararme con su primogénita, comparaciones en las cuales yo siempre salgo perdiendo. Si eso resulta duro estando solos, tengo claro que no deseo experimentarlo con público. De todas formas sé que no puedo huir de este acontecimiento, por lo cual resulta preferible que entre lo antes posible.
Una vez decidido doy un paso adelante, con la idea de hacer una entrada digna.
He de decir que la suerte no está de mi parte.
Cuando estoy a punto de abrir las grandes puertas y llevar a cabo gran entrada las puertas se abren, golpeándome fuertemente y lanzándome contra el suelo con fuerza.
-¡Maldita sea! ¿Es que acaso eres estúpido?-comienzo a gritar furiosa.-¡Mira por dónde vas, pedazo de...!
No puedo continuar despotricando, pues cuando alzo la cabeza me encuentro con unos ojos verdes y profundos. Unos ojos inolvidables. Unos ojos que ya he visto antes. Sin embargo el rostro en el que se encuentran me resulta extraño. La última vez que estos ojos me miraron lo hacían desde un rostro redondo, con una mata de pelo castaño y corto descansándole sobre la frente. En este momento lo hacen de uno cuyos rasgos están bien definidos y el cabello castaño le llegar por los hombros y se encuentra recogido en una coleta.
-Lo siento, mi señora. Permítame que le ayude-me dice amablemente, mientras extiende la mano con la intención de ayudarme a levantar.
Cierro la boca, la cual aún continua abierta, esperando para terminar la imprecación que ha comenzado.
-No se preocupe, mi buen hombre-digo tomando su mano, recordando una de las pocas clases de etiqueta a las que he asistido.
Sé que él se ha dado cuenta de que intento enmendar mi anterior subida de tono, me doy cuenta por la sonrisa divertida que asoma por la comisura de sus labios. Me sonrojo ligeramente, feliz de que este apuesto joven sea lo suficientemente amable como para no señalar mi error. Le sonrío de forma tímida, con la esperanza de que note mi agradecimiento. Y creo que recibe él mensaje, pues me devuelve la sonrisa y aprieta ligeramente mi mano.
-Siento decir que no nos han presentado, mi señora-dice todavía con una chispa de diversión en la mirada.-Cierto. Soy...
Pero no puedo terminar la frase porque un grito estridente me sobresalta.
-¿Cielo, ocurre algo?-la voz de Dalía resuena por el pasillo.
A continuación aparece ella, con su precioso cabello caoba recogido en un increíble y complicado moño, el cual resalta su piel blanca perfecta, y un precioso vestido morado. Sé abraza al brazo del muchacho y me mira. Sé lo que intenta decir. Me quiere decir que él es suyo. Su nuevo juguete. Y hace tiempo que descubrí que no es buena idea quitarle sus juguetes a la princesa.
-Oh, vaya, ¿querida eras tú la que gritaba?-pregunta con una falsa sonrisa en el rostro.-Aunque teniendo en cuenta lo que decías tampoco entiendo el porqué me sorprendo-comenta ensanchando la sonrisa.
«Zorra»pienso.«Víbora. Cucaracha. Perra.»
-No deberías perder el tiempo con alguien como ella, corazón-le susurra al chico, mientras tira de él, haciendo que nuestras manos sé separen.-Vamonos, cariño.
Me hace una reverencia, mirándome a los ojos. Veo culpabilidad al fondo de ellos, esos ojos que conozco. Lástima que no consiga ubicarlos. Pero todos rastro de pesadumbre desaparece cuando se da la vuelta y se marcha con Dalía por él pasillo. Dalía se da la vuelta y me mira con una sonrisa triunfante. Sabe que ha vencido. Y quiere que yo lo sepa.
-Hasta pronto, Eliriam.
Ha ganado. O no.
El acompañante de Dalía se detiene.
-¿Liria?
Nadie me llama así desde hace tiempo. Solo me llama así...
Oh Dios...
Es él.
Carter.
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En el ojo del Pentágono |CANCELADA|
RandomNo se permite la adaptación ni la copia de está historia. ¿Qué harías si descubrieras que alguien a quien no soportas está en peligro de muerte? ¿Si esa persona fuera la razón por la que toda tu vida te has sentido fuera de lugar? ¿Si tuvieras que e...