Capítulo 10

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Angie y Dominic entraron en la clínica y se sentaron en la sala de espera.

Ella supuso que tardarían un rato en recibirlos, pero la llamaron diez minutos después y le hicieron pasar a una de las consultas, donde se quitó la ropa y se puso una bata blanca.

Cuando ya se había tumbado en la camilla, Dominic entró, le dedicó una sonrisa y se quedó a su lado.

El médico encendió un monitor y pasó el escáner por el estómago de Angie.

–¿Todo está bien? –preguntó Dominic, obviamente nervioso.

El médico asintió.

–Sí, todo parece perfecto. ¿Quieren saber si será niño o niña? Angie no esperaba la pregunta y no supo qué decir, de modo que miró a Dominic.

–¿A ti qué te parece? Al fin y al cabo, es tu hijo.

Dominic la miró con intensidad antes de responder al doctor.

–No. No nos lo diga.

El médico asintió y siguió con la ecografía, mientras ellos miraban el monitor con fascinación.

Angie estaba tan encantada con las imágenes del pequeño que se emocionó, pero recordó inmediatamente que no se podía permitir el lujo de quererlo

. Sólo había decorado la habitación de los niños porque Dominic se lo había pedido, y sólo se mostraba interesada por el bebé porque era lo menos que podía hacer en esas circunstancias.

Se dijo que no quería verlo.

Se dijo que no quería desearlo.

Se mintió.

–¿Ves bien? –preguntó Dominic–. ¡Se está chupando un dedo!

A pesar de su inseguridad y de sus temores, Angie volvió a mirar la pantalla y comprobó que Dominic tenía razón.

El niño se estaba chupando el dedo.

–Es precioso –dijo él.

Ella suspiró, pero se mantuvo en silencio.

Creía ser un simple instrumento para Dominic, el instrumento que le iba a dar un hijo.

Por otra parte, los hombres como él no se enamoraban de mujeres como ella; se enamoraban de mujeres impresionantes que les podían ser de utilidad en sus carreras profesionales, no de chicas de barrio sin educación.

Además, Dominic no había vuelto a ella desde el día en que hicieron el amor.

Y desde su punto de vista, eso sólo podía significar que se había arrepentido.

Pensó que sólo le quedaba una opción.

Debía mantener las distancias con él.

Ya no podía salvar su corazón, pero podía salvar su orgullo.

Angie se mostró tan fría y distante durante el camino de vuelta que Dominic no se atrevió a iniciar una conversación.

Cuando llegaron a la mansión, se separaron y no se volvieron a ver hasta la hora de la cena, que habría resultado tan silenciosa como el viaje de no haber sido por el tintineo de los cubiertos y por las apariciones de Rosa cuando entraba a servir o a retirar platos.

Al final, Dominic se levantó y se alejó hacia la puerta.

Pero en el último momento, se detuvo y dijo:

–Tengo algo para ti.

Ven a verme al despacho dentro de diez minutos.

Diez minutos más tarde, Angie entró en el despacho y lo encontró de pie, detrás de la mesa.

Vidas entrelazadas trish morey -continuaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora