2._Corbata

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Para amar tienes que conocer. No se ama lo que no se conoce. Eso es solo admiración por una razón superficial. Es que puedes estar maravilloso con, por ejemplo, la elegancia de un individuo y resulta que este es un tipo déspota por lo bajo. Solo conocer nos permite amar a otro y hacerlo parte de nuestra vida. Pero conocer requiere invertir tiempo. Algo que en este mundo moderno es bastante escaso. De ahí que las aplicaciones de citas fueran tan populares. Dai, lo entendía. Sabía también que en si, esas aplicaciones no eran malas.

Una tarde, mientras disfrutaba de una taza de té decidió usar una aplicación para conocer a una mujer. Lo hizo sin ninguna espectativa al respecto. Comenzó a revisar los perfiles de una interminable lista de mujeres de impecable aspecto. Todas bien vestidas y maquilladas. Intentando lucir su bonita cara,
su buen cuerpo. Allí no parecían haber mujeres feas, con canas o con arrugas. Todas eran dignas de un catálogo o aparador. Todo parecía tan artificial como lo son los productos que expone un afiche publicitario, donde nada es realmente lo que es. Pasó de eso entendiendo que allí todos pasaban a exhibirse lo mejor que podían para obtener lo que querían. Él tuvo que hacer lo mismo.

Pasó de las mujeres jóvenes. No le interesaban. Las etapas de la vida que estaban viviendo eran muy diferentes. Ellas estaban construyendo sus vidas; él planeando terminar la suya lo mejor posible. Pero era un hombre atractivo y que gritaba, con su aspecto lo que era. Rápidamente se ganó la atención se muchas señoritas, mas las ignoró. Él quería una señora. Una dama que estuviera esperando nietos, no criar hijos. Alguien con quién disfrutar los años de otoño en la plenitud de no tener responsabilidades con la familia. El problema es que esas mujeres parecían querer hombres más jóvenes. Por suerte su aspecto le ayudaba a atraer a una buena cantidad y variedad de candidatas, aunque se cansaba de ellas rápidamente. Todas hacían las mismas preguntas para acabar en un silencio estéril. Después de un par de días, se reprochó su idea y volvió a sus tardes de té en la terraza y a los preparativos de la boda de su hija. Con las pocas mujeres que tuvo un diálogo un poco más contundente, descubrió que estaban tan desesperadas por demostrar lo autosuficiente que eran, que llegaban a ser molestas.

Mary no se negaba a conocer personas. Pero prefería que fuera en sus términos y no en las encerronas de sus amigos o compañeros de trabajo. De vez en cuando aceptaba salir en un par de citas para encontrar un chico con quién iniciar algo, pero todos querían una cosa de una noche y con los que no era así, no lograba ningún acercamiento. Después de rasgar la superficie no había algo que la cautivará para intentar cultivar algo a largo plazo. Mary sabía y entendía muy bien, que ninguna relación es perfecta. Que siempre o la mayoría de las veces, quedaba una cuota a llenar en nuestro ser. Sin embargo, quería estar con alguien con quién ese vacío fuera irrelevante porque todo lo demás era vasto y contundente. Pero la mayoría del tiempo solo se encontraba con chicos que tenían miedo a todo.

Los días pasaban y una tarde de sábado el jefe de Mary le pidió un favor. Por error a uno de sus mejores clientes le habían enviado otro traje y  era necesario ir a recoger el primero y darle el correcto. Como había poco personal, la muchacha se vio obligada a aceptar la tarea. Le dieron una motocicleta para que fuera lo más rápido posible a una dirección en un sector acomodado de la ciudad.

Sin mucho ánimo, Mary tomó la encomienda y partió al lugar señalado. Casi media hora después, la muchacha llegó a una casa blanca con un arco de rosas en la puerta del patio. Era una casa grande, pero no hablaba de una familia rica. Con dinero si, pero no rica. Había un montón de automóviles en la entrada, por lo que tuvo que estacionar un poco lejos del inmueble e ir caminando hasta allá. Entró entre un grupo de personas y se dirigió a la puerta principal, donde habló con una empleada a la que le preguntó por quién iba dirigido el paquete. La mujer le señaló que el hombre estaba ocupado y que podía dejar con ella la encomienda, pero cuando Mary le explicó que necesitaba retirar el paquete que antes había llegado, la empleada le dijo que tenía que esperar y que por favor lo hiciera donde no llamará la atención.

El amor es aburrido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora