5._Las ocho

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El tren era muy popular durante las vacaciones de verano, pero era invierno y los vagones estaban casi vacíos. Eso fue agradable para Dai. Realmente quería estar solo. El tren partió con unos minutos de retrasó. La locomotora moderna lanzo un bramido ronco y amplio, como el eructo de un animal con calderas en lugar de estómago. La vieja estación de ferrocarril quedó atrás y las ventanas de los carros quedaron rodeadas de los últimos paísajes urbanos de la ciudad que, paulatinamente, se fue desvaneciendo. La noche abrazo a la oruga metálica que se arrastraba pesada y veloz hacia las tierras del sur, donde los altos edificios eran reemplazos por árboles y casas viejas de gente que no aparecía en postales.

Era todo tan callado. Tan pacífico. El mundo entero se movía, pero él estaba quieto en ese asiento aterciopelado. Aquella muchacha tenía razón. No había nada durante el viaje. Dai que siempre era responsable de todo, no tenía nada a cargo ahí. Apenas si se podía decir que su único deber estaba con ese bolso de cuero, tipo maletín, que llevaba colgado en el hombro. Nadie estaba esperando algo de él y él no estaba esperando nada de nadie. Podía decir que no sabía nada y no podrían cuestionar aquella afirmación, pues era un pasajero, un turista nada más. Sin duda esa mujer tenía buenos motivos para desear vivir siempre en ese estado. Dai cerró los ojos y disfruto de los fríos sonidos del tren y el paisaje bañado de luna detrás del cristal ¿Dónde estaría Mary? Se preguntó al ver por la ventana y luego le pidió un café, a la muchacha del servicio del tren.

Durante esos días, en una que otra oportunidad, se cuestionó el no haber pedido el número de teléfono a la muchacha. En seguida se reprochaba esa idea, un tanto vulgar a su juicio. Pero es que pocas veces tenía la oportunidad de sostener una conversación con alguien. Una auténtica conversación. Una de esas en que se inicia hablando de una cosa y sin darte cuenta acabas hablando de otra totalmente distinta a la cuestión inicial. Esas charlas que van expandiendo los diálogos, donde surgen risas y anécdotas; donde conoces a la persona que tienes en frente de una forma natural. A ella le gustaban los vampiros,
pero odiaba la saga de Crepúsculo. Le gustaba el viaje de regreso a su hogar después de trabajar. Pensaba que el amor era aburrido y no sonreía mucho, pero tenía un ánimo gentil, aunque un poco distante. Esa última parte le recordó un poco a él. Durante la conversación que tuvo con Mary, conoció un poco de ella, algo que no sucedía con las mujeres de esas páginas de citas.En un par de oportunidades tuvo  interacciones un poco más profunda profunda con una de esas mujeres, pero no era igual. A Mary la vio sonreír y arquear una ceja, balancear los pies, poner las manos en la espalda, oyó su voz. No había punto de comparación entre hablar con una persona frente a frente,a hacerlo con una detrás de una pantalla o en una cita insipida. Se sintió un poco bobo por usar esas páginas que ofrecían un placebo a la soledad de la que la vida moderna nos hace cómplices.

-Es demasiado jóven- se dijo antes de apartar el recuerdo de la muchacha de su mente y disfrutar su café.

Mary se pasó la noche pegada a la ventana. Era como un ver un gato cuando está tranquilo. Todo y nada pasaba por su cabeza, causando un silencio que rara vez se producía en su cabeza. Los paisajes nocturnos siempre eran los escenarios de sus fantasías y sus reflexiones, por eso era capaz de perderse en ellos al punto de no notar que pasaba a su alrededor. Amaba no saber que pasaba a su alrededor. Pasada la media noche, cuando las luces se apagaron, encendió su reproductor de música y comenzó a buscar una canción para acompañar los fugaces escenarios que el ferrocarril iba dejando atrás.

En los días previos, un chico amigo de un amigo suyo, le habló para invitarla a una cita. Era un jóven algo obeso y bastante alto. Tenía la piel clara y siempre llevaba una boina. Le gustaba mucho dibujar. Mary aceptó, mas aquel chico la hizo sentirse un poco extraña mientras hablaban. Parecía tener de ella una visión muy apuesta a la que tenía de si misma. Incluso pareció decepcionarse de las actitud que ella tenía. Mary, por primera vez, se enfrentó a la idealización. Él la pensaba ruda y hasta un poco grosera, pero lo cierto era que esa muchacha era tranquila, aunque un poco irreverente a veces. Aquello la hacía ver arrogante, pero la verdad sucedía que no tenía mucho filtro a la hora de decir cierto tipo de cosas. Ella lo veía como una discapacidad. A parte de todo era incisiva. Provocadora. Pero no ruda ni grosera. Ella no andaba pensando en los placeres y los vicios como podía parecer o como él la imagino, hasta despreciaba un poco las conductas desmedidas, siendo bastante poco tolerante hacia quienes enfrentaban las consecuencias de sus excesos intentando generar lastima. Claro que no despreciaba el esparcimiento. Sin embargo, para ese chico aquello fue una decepción.

El amor es aburrido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora