PROSA POÉTICA
[Cosas que pasan, un texto de mi vida]
Una flor desdibujada, una mirada ausente. Ausente pero que se siente, como esa risa que atraviesa vidrios y paredes. Árboles y arbustos.
Una pedaleada, un respiro más. La bicicleta firme. Saludo y sigo.
¿Quién está acá por más? Yo no quiero ser un típico más. Río un poco, rió más, no río. O de última, voy al río. Donde esa serenidad me desconecta de todo y me hace no sentir miedo, ¿podrás creerlo? Donde armás esa fogata y respiras las piedras que pisás, con tus piés descalzos y tus uñas negras del barro. Porque en la tarde estuviste agarrando piedras del fondo del mar, y ahora estamos pensando qué comer.
Ese dilema que yo no quiero pescar, y vos no quieres morir. De repente pienso que el mundo gira en torno a muchas cosas y siempre termino pensando en una cosa; nosotros.
Nosotros como unidad, porque aunque deseemos el bien y hagamos muchas cosas voluntariamente, siempre estamos nosotros antes. Y no está mal. No está mal, sólo que… ¿a dónde va ese próximo pedaleo?!
El mes que viene no sé si estaré en Montevideo. Quizás ya esté en Italia, recitando poemas en el metro, en el parque, o en la estación. Quizás esté en el vivero, quizás esté en la montaña. O quizás esté pero aun no sé bien haciendo qué.
A la vuelta un muchacho toca la trompeta pero no me dice nada. Cada vez que paso me saluda con la cabeza, como quién agradece al que le deja pasar.
Yo paso despacio, y fingiendo distracción, para oírlo por esos cinco segundos, desde el antes, el mientras y el después. Y así hasta el otro día. Y me pregunto por qué no me dice nada. Tiene luces colgadas en esa habitación, y siempre hay aroma a salsa. No sé. No me dice nada. Hace meses toca la misma melodía. Y yo me sigo preguntando, ¿dónde estaré el próximo mes?
La cafetería de ayer simulaba a las películas de mi niñez, un lugar viejo, agradable, ambientado casi a la perfección, con esos detalles que marcan el pequeño desliz de bizarro. Tan lindo, pequeño, que la mesa me pega en las rodillas. ¿por qué soy alta?
El mouse me distrae prendiendo sus luces coloridas, aún no sé porqué lo uso, pero me convenció su andar bollando. Como tantas cosas que andan flotando y le termino dando su utilidad. Como por ejemplo el pensamiento del muchacho de la trompeta, en realidad me decía mucho, meses después me enteré que era mudo.
Y también ciego. Sentía la vibración del andar y saludaba por cortesía, me decía su madre, mientras lloraba viendo su retrato con una mirada perdida y cambiaba la flor del jarrón. Habían pasado meses de su enfermedad, pues el barrio quedó simplemente envuelto en el recuerdo de la melodía perdida de cada tarde. Y yo me sigo preguntando dónde estaremos el próximo mes.
Hace semanas sueño con la playa, una sensación extraña. Porque amo el lugar, es uno de los lugares donde verdaderamente me encuentro. Pero en el sueño, camino sin darle paso al final, la arena lisa no marca mis huellas, el mar está tranquilo y eso no me parece confiable, por eso evito soñarlo. ¿Cómo? No lo sé. Solo antes de dormirme prefiero soñar en otra cosa, como si lo pudiera elegir.
Cuando en vigilia bajo hacia el mar, voy pensando en las olas y el viento, la arena cálida. Y en realidad mis huellas se entierran, y el mar está muy nervioso. Esa es mi realidad. Mis pies quedan clavados entre la arena, el agua traspasa mis uñas y mis dedos. Y así me quedo largo rato para asegurar la existencia de todo, de la vida y de la duda de dónde estaré después, incluso el próximo mes.
Pienso en qué serían los recuerdos si no existieran, al igual que la suerte. Cuando me pasan dos cosas que no esperaba en un día, me río y pienso que si no existiera la mala suerte, la buena tampoco.
Pues no serviría de nada que siempre me vaya bien. Una vez me dijeron que tenía mucho poder mental, y que aún no era consciente de cuánto daba ni de que lo era. No sé si trataron de decirme inútil o de que podría ser una super heroína.
Me gustan las películas al estilo fin del mundo, seriales donde haya investigación de detectives, y música que te permita tanto bailar como cocinar mientras tomás vino. Antes, pensaba que la cerveza tenía sabor a pichi, por eso no tomaba. Ahora debo controlarme.
Encontré tanto make up que deseo venderlo, pues siento que soy modelo para un concurso de payaso, donde vemos quién se revoca más, y más fuerte para que una cara lisa nos distinga del resto, sin escucharnos antes hablar o preguntarnos qué preferimos ante la adversidad.
Me preguntaron si quería casarme, si me gustaría tener hijos, cuándo me recibiría, y si alguna vez fui pobre. Contesté que sólo pienso en ser una guerrera, y qué siempre estoy pensando en dónde estaré el próximo mes.
Poesía escrita por: @letras_con_lunares [en instagram]
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VISIBILIDAD
PoesíaArtistas emergentes de la poesía exhiben su talento en nuestra Galería de Versos con una composición representativa de su arte. Este es un poemario para leer a la diversidad y así poder elegir que leer en profundidad. Te invitamos a recorrer nuestr...