Prólogo

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BaekHyun estaba volviéndose loco

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BaekHyun estaba volviéndose loco.

No sabía cómo es que había terminado así, pero un fuerte llanto ensordecedor llenaba la habitación por completo, y él lo único que podía hacer era observar el desastre que había a su alrededor en silencio, con su cabeza pulsando fuertemente y con unas ganas de llorar terribles también.

Todo estaba patas arriba, había juguetes regados por todos lados, el plato que minutos atrás contenía caldo de verduras estaba regado por el suelo, sus zapatos estaban desperdigados por toda la habitación y un par de labiales destrozados y aplastados manchaban su bonita alfombra beige. Sin embargo, eso era lo que menos le preocupaba pues sus ojos solo podían mirar las líneas y figuras deformes que llenaban su pared.

—¡MinHyun, deja de llorar ya! —gritó histérico logrando que el llanto ensordecedor solo aumentara más, si es que eso era posible.

El castaño soltó un lloriqueo también y masajeó con frustración el puente de su nariz, queriendo con eso mitigar el malestar de cabeza que sentía en esos momentos.

Ser padre primerizo no era una tarea para nada sencilla. Sin duda, desde que BaekHyun se enteró de su embarazo hace un poco más de tres años atrás sabía que nada de eso sería fácil. Se asustó, tenía pánico de hacer las cosas mal, no obstante, cada vez que escuchaba los latidos del corazón de su bebé, o sentía una ligera patadita de su parte todos esos miedos quedaban olvidados, porque él sabía que valía la pena y que aprendería a manejarlo.

Su esposo era de gran ayuda también, ChanYeol siempre lograba tranquilizarlo con sus palabras conciliadoras y besos dulces que lo hacían suspirar, y cuando tuvieron a su pequeño en brazos toda duda se evaporó de sus mentes dejándolos en blanco. Porque si, ese efecto había tenido su dulce MinHyun en sus vidas.

No obstante, las últimas semanas habían sido una locura.

MinHyun estaba a unos cuantos meses de cumplir tres años, era un bebé hermoso, con un corazón enorme, sonrisa preciosa y voz dulce. Pero también era una pequeña bolita de energía hiperactiva que parecía nunca detenerse.

Su niño había estado últimamente insoportable, corriendo de un lado a otro todo el día, agarrando todo lo que estuviera a su alcance para saciar su curiosidad, rayando todo lo que luciera como un lienzo u hoja gigante para él, sacando sus juguetes para dejarlos regados por todas partes, jugando con el agua del retrete poniendo sus barquitos, lanzando sus pelotas para ver qué tan lejos podía mandarlas sin importarle si quebraba algo, abriendo la alacena y sacando todo lo de adentro buscando sus galletas, abriendo el shampoo dejándolo regado por todo el suelo porque quería hacer burbujitas, haciendo de sus vidas todo un torbellino inagotable que parecía imposible de tranquilizar.

Y lo peor es que cuando intentaban regañarlo se soltaba a hacer berrinche sin parar o a llorar escandalosamente, justo como en ese momento.

BaekHyun se había quedado ese día solo con su bebé. ChanYeol tenía un evento importante en su trabajo y había salido desde temprano, por lo que el castaño tenía que hacerse cargo de todos los deberes de la casa completamente solo.

Manual de supervivencia paternal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora