Capítulo 10

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[En Multimedia: Emma, en medio de su embriaguez, tratando de ayudar a Matt]

Son pasadas las doce media noche y ya puedo decir que, a mis patéticos veintitrés años de vida, he probado la mayoría de los cócteles más lujosos y exóticos del mundo. 

Estoy sentada en una mesa, con Matt al lado mío observándome sorprendido mientras me bebo un "Martini on the Rock", o como sea que le llamen en New York. 

—¿Cuánto llevo?—pregunto terminándome la copa de un tirón para después ponerla bruscamente sobre la mesa. Trago, siento un sabor dulce y después escupo el diamante que tenía el coctel en el fondo de la copa. 

Matt balbucea. Se ve muy perturbado. Dejó de beber hace una media hora admitiendo que llegó hasta su límite y diciendo que en realidad no quiere embriagarse, sino quién me cuidaría. 

—17 mil 450 dólares en cocteles—dice rápidamente sacando la cuenta, pero no sale de su asombro. Debe estar muerto de pánico al verme en el estado en el que estoy. 

Aun así no me siento mal todavía. Emocionada por mi "nuevo récord", me levanto de la silla levantando los brazos. 

—¡Nuevo récord!—grito atrayendo la atención de algunos invitados cercanos y después siento que mis piernas me fallan. Caigo al suelo tras un mareo, a lo que Matt se alarma y se agacha para recogerme. 

—¿Tenías un récord anterior?—pregunta tratando de aguantarse la risotada que seguro no demora en salir. 

—¡No!—exclamo entre risas aceptando su ayuda para levantarme. Lo abrazo por unos instantes y me separo para mirarlo, pero ahora estoy viendo dos Matt Sinclair, a lo que río como una loca desquiciada—. ¡Matt, no me has presentado a tu hermano gemelo! ¡Mucho gusto, Emma Be-Be-Bennett!

Oh, esa última oración no salió nada bien. Matt, entonces, suelta la carcajada sin poderse aguantar más. Ha bebido demasiado también, quizás unos 10 mil dólares, pero se ve mucho más cuerdo que yo. De hecho, no se ve nada ebrio. 

Siento que mi subconsciente se está apoderando de mí. Pateó a un lado la parte sensata de mi mente y ahora, estoy haciendo todo lo que mi parte alocada me ordena que haga. 

Matt hace que me siente nuevamente en la silla y pide un vaso de agua a un mesero que va de paso. Él obedece y corre a buscarlo. 

—¡Me encanta esa música!—grito a Matt como si estuviera sorda, a lo que él mira a su alrededor y niega con la cabeza. Empiezo a bailar sola. En mi mente está resonando una melodía electrónica que después cambia a rock, y después a algo más suave, y después no sé ni qué estoy escuchando, pero algo escucho. 

—Pero Emma... no hay música—dice él presionando los labios para no reír de nuevo. Debe estar disfrutando tanto verme en este estado. 

—¿Cómo que no hay música?—le pregunto y giro mi cuerpo para establecer contacto visual con la desconocida que tengo al lado—. ¿Tú escuchas la música?

Es una señora, de sesenta años al menos. Niega con la cabeza mirándome como la loca desquiciada que soy en este momento y se levanta de la mesa para huir de mi presencia. 

—¿Qué le ocurre a ella?—pregunto no entendiendo nada. Claro, Emma, eres una borracha. No estás para entender nada.

El mesero llega con el vaso de agua, se lo entrega a Matt, él agradece y lo lleva a mi boca. 

—Bebe—ordena, a lo que niego con la cabeza y quito el vaso de mi vista. 

—¿Cuánto cuesta este?—pregunto sintiendo que la lengua se me enreda mientras hablo, pero logro hacerlo bastante claro. Mis ojos han empezado a sentirse pesados, estoy viendo todo doble y no puedo controlar lo que digo. 

Factura al corazón © DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora