Entre desesperación y tinta.

Un grito desesperado de dolor.

¿Y en ese momento que queda? ¿La nada o el todo? ¿Un mundo de posibilidades o un abismo oscuro que te atrapa hasta ahogarte? Las lenguas ancianas dicen que cuando "Dios cierra una puerta abre una ventana". ¿Cuál es la ventana de perder esa nula idea de amor eterno?

Es una dicotomía naciente de la desesperación, del más pleno dolor que tiñe cada aspecto de la vida. ¿Así es querer? ¿Así es perder? Añorar ese día donde "solo amigos" era lo máximo a lo que podías apuntar, añorar esa conexión tan mística que se tornaba un vínculo psíquico, añorar la envida de las personas alrededor, añorar los celos, los reclamos y el dolor. ¿Qué tanto alguien puede extrañar lo que le hace daño? Se extraña lo que no se tiene, se extraña lo que se está perdiendo, porque es más fácil lidiar con el dolor sujetando una mano enemiga que saber que ese soporte cálido ya no va a estar.

¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo? ¿Qué aprendizaje de puede sacar de sentir las entrañas anudándose y las ojos a punto de estallar en lágrimas dañinas? ¿De qué nos podemos agarrar para seguir? Porque decir "soltar" es más fácil que hacerlo, porque decidir dejar solo es posible cuando tienes determinación. ¿Y en mi caso que tengo? Ya no tengo nada. Porque toda la esperanza reunida en un enlace de palabras y la inquebrantable certeza de que el destino haría de las suyas para entrelazar las almas gemelas se murió en tus dígitos al momento en que con determinación optaste por dañarme una última vez.

¿Y en ese momento que queda? ¿La nada o el todo? ¿Seguir creyendo en que yo soy ese amor que la vida te prometió o aceptar que ese título ahora es de otro? Volátil, letal, la calma de medianoche que arrastra letárgicos pensamientos. ¿Qué queda de mi si ya no soy el ser que te ama con locura? ¿Qué queda de mi si ya no soy el amor de tu vida? ¿Qué queda de mi si no veo en tu mirar la pasión que hacía creer que el dolor daría recompensas? Solo quedó yo. Nada asusta más que quedarte contigo mismo.