➺ 𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 9

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Habían pasado ya algunos días desde que Mild decidió dejar la casa de sus padres. Era algo que lo ponía triste, sin embargo, sabía que fue la mejor decisión que pudo tomar tanto para él como para su omega.

Su madre, Miranda, en realidad nunca se preocupó por buscarlo o llamarlo después de que cruzó la puerta principal, de alguna u otra forma tenía una idea de dónde podría estar, y al sentirse disfrazada de orgullo decidió mantenerse alejada de lo único que había hecho bien en su vida.

Quería que su pequeño retoño regresara por su cuenta pidiendo perdón, piedad o ¿clemencia? por su repentina huida. Pero eso era algo que lejos estaba de suceder. Al igual que ella, Mild evitó por completo el contacto con sus padres y se las apañó para no tener que volver.

Gulf le ayudaba mucho, le prestaba ropa o cosas que necesitaba, mientras que Clay se hacía cargo de la comida o cosas más sencillas. Mild era muy buen comedor, pero esto no repercutía en la relación que tenía con los Kanawut. Para compensar la alacena vacía, solía encargarse de los quehaceres de la casa o cooperar con algún poco de dinero a la semana, así cada quien tendría una tarea a efectuar dentro del hogar sin cargar a alguien de más.

Al principio Clay tenía curiosidad de saber el porqué de la escapada del menor, pero aun así no se atrevió a preguntar, esperaría pacientemente a que el joven quisiera platicarle sus razones. De todos modos, intentó apoyarlo y aconsejarlo. Era amigo de su hijo, uno que lo aguantaba tal cual era, no podía simplemente hacerse a un lado e ignorarlo.

Y Gulf no podía estar más contento. Era como tener un hermano en casa y no pensaba desaprovechar esa oportunidad. Después de saber la verdad sobre la familia de Mild, solo se dedicó a consentirlo más de la cuenta. Intentaba cumplirle todos sus caprichos y llenarlo de mucho amor, amor que Suttinut no sabía que le hacía falta.

La primera semana fue difícil. Aunque el mayor no se deprimió por completo, su semblante reflejaba ese tipo de sentir. Su cara siempre iba gacha y su omega había dejado de aparecer.

A veces lo sentía y a veces no.

¿A dónde se iba?

Ni él mismo lo sabía.

Aun así, Kanawut siempre encontraba la manera de hacerlo reír y distraerlo de la dura realidad que lo azotaba. Además, él como persona que no siente a su omega la mayoría del tiempo, no quería que su amigo pasara por lo mismo, por lo que siempre buscaba la mejor forma de evitarlo.

—Mira quien viene por allá Mild— dijo con la boca llena el menor.

Ambos estaban en la cafetería de la escuela, como de costumbre. Incluso no verlos allí se volvía en algo un poco extraño. Eran los amos del lugar y los otros estudiantes podían apostar todo a que, si el horario de los amigos fuese quebrado, allí los tendrían mañana, tarde y noche. No había día en el que los tres no comieran en la cafetería o solo fueran a platicar ahí. Era el lugar favorito de ellos. Su espacio.

A Matt no le contaron nada sobre lo acontecido hasta después de un par de días, puesto que seguía siendo un tema difícil de expresar para el mayor de los omegas.

Lo cierto era que, en todo ese tiempo, Kaownah había sido muy comprensivo con él, le disminuyó el trabajo práctico y teórico. Incluso lo dejó manejar alguna que otra máquina para distraerlo de la rutina y echarlo a andar. El primer día tuvo un Mild muy decaído, el segundo día a un Mild intentando levantarse, el tercero a otro algo triste y así consecutivamente, hasta que después de un tiempo, el omega empezó a sonreír y a aportar más a su área de trabajo con entusiasmo.

—No sé de qué me hablas— respondió el mayor con un leve rubor en sus mejillas.

— ¡No te hagas! — escupió Gulf dándole un golpe en la cabeza.

✧❅ Vidas Cruzadas ❅✧  ||  ᴹᵉʷᴳᵘˡᶠDonde viven las historias. Descúbrelo ahora