✧❅ Vidas Cruzadas ❅✧ || ᴹᵉʷᴳᵘˡᶠ

➺ 𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 8

Un alfa podía apostar su vida entera a que ya la tenía completamente hecha, pero para un omega, al menos en algunos casos, era algo sumamente difícil.

Y en este caso, Mild tenía las de perder.

Después de su primer día en la empresa todo marchó bastante bien, estaba realmente agradecido con Kao y sus demás compañeros, quienes rápidamente se adaptaron a él y apoyaron desde un inicio. Aprendió un poco sobre la maquinaría principal, esto debido a que era una parte fundamental antes de ponerlo a practicar de verdad.

A pesar de haber sido su primer día, le dieron su lugar como nuevo integrante en el área, lo ponía de buen ánimo saber que podía formar parte de pláticas y dar diferentes puntos de vista, basándose en su poca o casi nula experiencia.

Tanto en la universidad como en la empresa era feliz, se sentía libre, apto, idóneo y capaz de lograr todo lo que se proponía. Tenía la ayuda de su jefe, sus maestros y de sus mejores amigos. Y hasta cierto punto, se sentía imparable. Pero todo esto se iba por la borda al regresar a casa.

Su madre era una alfa completamente clasista, engreída, arrogante y presumida. Siempre se daba sus aires de superioridad por entre los demás, incluso si estos tenían una posición mejor que la de ella.

Era perfecta en el engaño y sabía hacerse pasar por alfa de rango alto sin problema alguno. Siempre se mostraba imponente y fuerte, como si nunca nadie la hubiera derrotado. Y no quedaba exenta de siempre negar a su único hijo. Si bien no negaba su existencia, sí su casta.

Siempre que acudían a reuniones con personas "importantes" y debían llevarlo, lo llenaba de supresores y píldoras que le facilitaran el trabajo de ocultar al omega para poder presentar a su hijo como un simple beta. Al principio se sentía un poco mal de hacerlo de esta forma, pero después de un tiempo se le hizo costumbre.

Con el paso del tiempo, Mild afortunadamente dejó de asistir a dichos eventos, detestaba suprimir a su lobo, había veces en las que gracias a la medicación dada lo dejaba de sentir por días y eso le ponía los pelos de punta. No quería perderlo, y menos por la culpa de su señora madre.

Estaba un poco, demasiado, cansado de la vida que llevaba. Se odiaba a sí mismo y odiaba a su lobo interior. Pero odiaba más el hecho de ser vulnerable y sumiso. Aunque intentaba sacar sus garras con fuerza, le era imposible ponerse frente a sus padres...

A su madre, más bien.

A pesar de que su padre también era un alfa, era un tanto más tranquilo al momento de controlar su vida, no solía meterse en ella, y no siempre estaba presente para él.

Cuando Mild era pequeño casi no tuvo apoyo, desde que dio sus primeros pasos y dijo sus primeras palabras, a sus papás les fue fácil el detectar que sería un omega. Pero aun así no quisieron perder la esperanza de que eso en algún momento podría cambiar.

El jardín de niños y la primaria fueron las etapas más felices de su vida, si bien no siempre estaban sus progenitores para él, se alegraba de que ambos hicieran el mínimo esfuerzo para asistir a sus eventos escolares o fueran a recogerlo, solían decirle que estaban atiborrados de trabajo y que hacían su mejor intento para cumplir con sus responsabilidades.

Pero eso cambió el día que su lobo salió a relucirse, el día en el que decidió asomarse y presentarse a los demás. Todos esos pequeños detalles, esas míseras salidas, esas atenciones esporádicas se fueron. No más ir por Mild, no más salidas al parque en familia. No más amor para el omega.

Se había convertido en una vergüenza, en un ser que no debió existir, en alguien que no deseaban.

Mientras era pequeño lo llevaban a todos lados con ellos, la única condición para no regañarlo o castigarlo, era decir que era un beta. Un beta nacido de dos alfas. Un beta que quizá algún día podría dar su cambio a un nivel superior, cuando claramente nunca sería así. Es por eso que desde niño intentó independizarse, siempre buscaba la manera de demostrar que solo, incluso siendo un omega, era capaz y que no ocupaba de un alfa para lograr lo que se proponía, pero su madre no pensaba así y siempre estaba detrás de él. Siempre estaba para recordarle el gran error que había sido tenerlo.