El tono fuerte de Sanemi contra su oído había comenzado a hacer estragos. Qué horror, justo cuando estaba recuperando el sueño lo llamaban exclusivamente para molestarlo. Mantuvo un silencio súbito que podría indicar su posible resfriado tras los estornudos que se contenía y cuando se dignó a decir algo, vio que la llamada había sido cortada.
¿Era un chiste? Para eso ni siquiera hubiera llamado. Maldito hombre egoísta. Solo no le había contestado durante seis minutos, nada fuera de lo común. O sí, qué iba a saber él, alguien inexperto en el paso del tiempo y que le bajaba valor a todos cuando estaba enfermo.
Al menos esa llamada había hecho algo bueno en él: lo ayudó a levantarse, tras sentir que su siesta estaba echada a perder. Levantarse traía consigo hacer alguna actividad o quedarse parado en frente de la pared, mirándola durante nueve horas seguidas... Y no es como si esto último nunca lo hubiera hecho. Pero se sentía mal al tener que procrastinar, por lo que desechó esa idea y caminó con sus piernas temblando hacia la habitación pequeña en la que estaban todos los muebles necesarios. Esa habitación del típico color blanquecino que nunca cambió, estaba increíblemente acomodada, ya que no tenía casi nada. Giyuu había descubierto que si no compraba cosas meramente estéticas e inútiles, su habitación no se volvía un desorden. Incluso tenía solo lo justo y necesario. Los regalos que fueran decorativos, al menos de que formaran parte de los que Sabito o su hermana mayor le habían dado, los vendía por internet; y la ropa que alguna vez fue suya, la dejó toda en los orfanatos en cuanto se mudó, optando por comprar lo propio de a poco y teniendo muy pocos conjuntos. Estaba bien con la sencillez. Siempre que ese sitio estuviera limpio, no le traería malos recuerdos, mucho menos si veía todo como siempre.
Vio la mesita de luz que le había regalado Sabito la navidad pasada y acomodó las únicas cuatro fotos que tenía, llevándose la más especial para no sentirse tan solo en el comedor. Dejaría una en el baño, mas le daba cierta incomodidad pensar que podría estar en sintonía con la persona de allí justo al darse una ducha o estar haciendo sus necesidades. Solo una de las fotos tenía al que fue su mejor amigo y amado a la vez. Para su mala suerte, esta también tenía a la esposa. Aún así, se la llevó a la cocina, no antes de colocarse un abrigo gigante y una bufanda; el cuello afectaba muy mal su garganta y quería seguir cantando a su manera.
Con su mirada cansada y tosiendo sin parar, observaba todo a su alrededor como si le aburriera. Su cama estaba muy cerca de la cocina, cosa por la que lo tentaba tanto acostarse... Pero no lo hizo. Se paró encima de esta y se atrevió a abrir las persianas largas. La vista era maravillosa. Casi nunca veía el paisaje que estaba en frente de sus ojos por vagancia y falta de entusiasmo. No creía que eso lo llegara a animar en lo más mínimo, y, aún así, ahí estaba, soplando en el vidrio para hacer pequeños círculos y luego observar a través de ellos. Era encantadora la parte que de Tokio en la que vivía, todos estaban tan apurados. Ni siquiera en invierno las actividades se detenían. A veces eso lo hacía pensar que estaba en un país demasiado acelerado y que debería optar para inmigrar... Si tuviera el dinero suficiente, claro.
—Los sueños, sueños son —dijo, alejando su rostro y dándose la vuelta.
Era más que desmotivante abrir la persiana.
Sintiendo demasiado peso sobre su cuerpo, volvió a caer en la cama. Realmente no tenía caso. No quería hacer nada. Dormir era lo único que podría favorecer su estado. Y como siempre, Sanemi una vez más lo molestaba para hacerlo ver que estaba equivocado. En realidad, eran las primeras veces que lo molestaban en ese año.
Su celular vibraba a más no poder, primero por la cantidad de mensajes que estaba recibiendo y segundo por la llamada entrante. Tomó el celular de inmediato, reposando su cabeza contra una de las almohadas y decidiendo hablar, interrumpiendo las maldiciones de su compañero.
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Heather; Giyuu Tomioka
FanfictionGiyuu guardaba en sus azulados ojos el amor tan incomprensible que sentía al mirar a Sanemi y observar su cálida mano tomar la de otra mujer, una que él nunca podría ser. A pesar de doler, lo amaba más por cada vez que lo veía rechazándolo en silenc...