3.

242 31 1
                                    


𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 3.
𝐕𝐢𝐝𝐚 𝐑𝐞𝐟𝐫𝐚𝐜𝐭𝐚𝐫𝐢𝐚. 𝐕𝐢𝐥 𝐄𝐧𝐞𝐦𝐢𝐠𝐨.
╬━━━━❪ ❦ ❫━━━━╬










                   

           Sin un lugar a dónde ir, Mikasa prefirió quedarse a dormir en el hospital. Rogó a los enfermeros que le permitieran, y estos, tras muchas insistencias de la mujer, acabaron cediendo al ver que también hacía muy feliz a Eren, y pues con felicidad, las defensas aumentaban su fortaleza para combatir la enfermedad. Un corazón contento, un cuerpo contento. Le vendría como anillo al dedo para sanar pronto. Así, arreglaron un sillón al cual llenaron de mantas y una larga almohada en el reposamanos y así, Mikasa pudo dormir junto a Eren en la misma habitación. El hombre se rindió al sueño mucho antes que ella, pero eso no le impidió que se quedase de pie por varios minutos contemplando su rostro apacible, el sube y baja de su pecho debido a la respiración, y cómo respiraba por su boca entreabierta de vez en cuando. Eren era un hombre muy bello, en especial por sus bonitas facciones de perfil y su maxilar pronunciado. Mikasa perduró embrujada por sus encantos un buen rato, admirando su rostro agraciado sin perderse ningún rasgo, y encontrando en él más que belleza superflua, sino una caricia indulgente contra sus propias pesadillas. Y por sorpresa, luego de ir al sillón y dormirse, Mikasa no tuvo las pesadillas de costumbre, más bien un sueño profundo y tranquilo. Las pocas visiones o indicios de tener una pesadilla, fueron aniquiladas por la imagen de Eren durmiendo aún impresa en su mente.

Al día siguiente, Mikasa despertó con un dolor de espalda, debido a la incomodidad, y lo tieso del sillón. No era un lugar apto para dormir, y sin embargo, fue en un mero e insignificante sillón donde no tuvo pesadillas, y durmió paradójicamente más bien que nunca. Sí, el dolor de espalda era un problema y una verdadera molestia, pero podía lidiar con este, y sus efectos se iban a esfumar con el paso de las horas. No como el efecto secundario de las pesadillas, esas sí que eran catastróficas y perpetuas.

Lo primero que hizo al despertar fue encaminar su mirada a Eren. Se encontró con un joven hombre de mejillas coloradas, y ojos cerrados por el velo de sus párpados. Tras contemplarlo por varios minutos, Mikasa se levantó del sillón y fue hasta él. Comprobó su pulso en el envés de su muñeca, asegurándose de que estaba vivo y no era un espejismo el sube y baja de su pecho. El pulso yacía excitado, Eren vivito y coleando, y al parecer su estado había mejorado en notable proporción, en contraposición a la visita de ayer por la tarde.

Mikasa extendió una mano para acariciar su pómulo izquierdo. Rozó con la punta de sus dedos aquella tibia y blanda zona. Sonrió por lo bajo al pensar en sus pómulos y mofletes como masitas desestresantes de un bebé. Un pensamiento bastante infantil, pero igual de bonito.

Los ojos de Eren se abrieron cuando Mikasa, en un intento por comprobar si su teoría de que eran mejillas tan blandas y apretujables como las de un bebé era verdad, pellizcó una. Eren se despertó de un ligero sobresalto. Sus ojos tan grandes y redondos como pepas la miraban aturdidos. Mikasa devoró la risa agazapada en su garganta hasta regresar y morir a y en sus pulmones. Luego, sintiéndose culpable y con la urgencia de dar a entender sus motivos, procedió a explicar:

—Quería ver cuán blandas eran —declaró. Eren la miró con la idéntica confusión palpable—… No me mires así.

El joven hombre, tras observarla por varios segundos más, perplejo, recién marchándose del sueño profundo, llevó una mano a sus propias mejillas, y ahí pellizcó.

—Tienes razón —confesó—. Son blandas.

Mikasa rió.

—Por supuesto. Blandas y calientes. Vas mejorando, puedo verlo en tu rostro —dijo, mientras se sentaba en el borde de la camilla. Tomó una mano de Eren y la acarició, como guardando un tesoro sagrado en el cúmulo de sus manos. Eren la miró expectante, volviendo con lentitud a la realidad. El pinzamiento lo había despertado exaltado. Poco a poco la armonía de la calma resurgía en el ambiente y en su propia mente.

EL MURMULLO DEL VIOLÍN. {𝐄𝐑𝐄𝐌𝐈𝐊𝐀}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora