4.

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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 4.
𝐈𝐝𝐞𝐧𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐀𝐬𝐞𝐬𝐢𝐧𝐚.
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Eren no quiso comer en los días posteriores de enterarse. No obstante, había sido obligado a comer por las enfermeras y su propio médico. No quería, pero le obligaban, y bueno, mucho no podía hacer para rehusarse. En aquellos días de perpetua soledad y melancolía, su único consuelo fue el instrumento en su estuche y el arco de Mikasa. Lo había traído con ella para visitarlo, como si fuera su objeto inseparable por excelencia, lo cual sabía que era así, y lo había dejado en el hospital sin poder llevarlo con ella. El instrumento reposaba en el sillón como aguardando el regreso de su dueña, su amiga y su compañera. El violín no podía sufrir, aunque personificara al objeto con cualidades humanas. Pero sí Mikasa. Se preguntó cuánto debería estar sufriendo no teniendo la compañía de su violín, el que era prácticamente un amigo, un hermano u otro familiar. Se preguntó si Mikasa tendría el apoyo de un familiar, o si tenía amigos siquiera con los cuales contar. Generalmente la veía solitaria. Quizá no debería asumir cosas así de ella y con tal velocidad, menos entrometerse en su vida con empeño, sin embargo, era inevitable no pensar en ella. Incluso Eren se sentía abandonado y solo en el hospital, contando con el apoyo de sus padres y amigos, imaginó cuán sola se encontraba en un mundo tan vasto.

En una celda.

Eren quería acompañarla, aunque fuera tras las rejas.

Hasta ese momento no sabía nada de ella, ni de su estado, ni si se encontraba en un juicio, en la cárcel o, aún más improbable, libre. Descartó está última opción, consciente del hecho de que si estuviera en libertad, iría a visitarlo, a pesar de la vergüenza que pudiera sentir por todo lo acontecido. Pero no la sentiría si fuera inocente, ¿Verdad? La vergüenza sólo lograba comprobar cuán culpable era de haber asesinado a un hombre.

Eren no podía mentirse mirando su reflejo. Sí, la quería en contra de sus pensamientos entrados en lógica, de su razón misma. Era una mujer peligrosa que debía pagar con cárcel si en realidad fuera una asesina, sin embargo, su corazón se esmeraba en creer en ella como inocente, y aún si no lo fuera, se aferraba a dicha creencia con uñas y carne. ¿Por qué? Era una mujer peligrosa, y no obstante la compasión yacía intacta, el amor que le profesaba. Perfectamente inexplicable, o más bien difícil de entender.

Eren deseaba ir a la academia, entre uno de sus múltiples deseos. Deseaba tocar mientras contemplaba el hermoso escenario del parque, los pinos, los naranjos, el verde pasto y los arbustos. Empero, su salud estaba más lejos, ulterior, que sus deseos, y debía permanecer postrado en la camilla. Por fortuna, el violín de Mikasa había sido dejado ahí como por acto de piedad. Eren podría cumplir dos de sus múltiples deseos. Desahogándose en música, hallando consuelo en tocarlo, y pensar en Mikasa, sentir que estaba a su lado. Así, Eren lo cogió y tocó para ella, aún si ella no podía saberlo, aún si ella no regresaría por el llamado, el cántico armonioso de su violín. Contra todo pronóstico, Eren tocaba con la esperanza indemne en su corazón.

Fue en parte por esto, porque quería volver a reunirse con ella, tocar en la academia con ella, estudiar juntos el arte del instrumento, ser felices, reunirse en otra circunstancia, en otro momento, en otro lugar, en otra sintonía, tal vez en otra vida. Si tan sólo tuviera la oportunidad de hacerlo lo haría. Por ese tipo de cosas, Eren se sometió a las órdenes de su médico de alimentarse bien, de tomarse los medicamentos, mantener la calma y cuidar sus hábitos de vida en general. De otra manera, Eren estaba perdido. Tal vez, volvería a verla tras las rejas, pero entonces, él estaría ahí, sin importar la vaga separación de una celda, un vidrio, o una institución. Y él esperaría por ella, un año, dos años, tres, cinco, diez, un millar de años. ¿Por qué lo haría? La amaba, no obstante, no lo sabía ciertamente, comprendía muchas cosas en esta vida, menos aquello, y no comprendía muchas cosas en esta vida, excepto que la amaba y quería tenerla a su lado. Una yuxtaposición discordante.

EL MURMULLO DEL VIOLÍN. {𝐄𝐑𝐄𝐌𝐈𝐊𝐀}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora