El niño observó de nuevo aquellas hojas frente a él.
"Había una vez, un pequeño niño.
Ese niño vivía feliz junto a su madre, también tenía dos hermanas gemelas menores. Vivían en una casa bonita. La familia del niño era muy unida, todos se querían mucho.
El niño era muy feliz."
Sus ojillos sólo observaban. Iban de un lado a otro, releyendo una y otra vez lo que había escrito. Ese pequeño párrafo del cuento que escribiría, un cuento que iba a contar su vida. O que contaría cómo le hubiera gustado su vida.
El niño no pasaría los siete años. Sus ojos azul claro se veían un poco apagados, tenía el cabello castaño claro, algunas pocas ojeras se notaban bajo sus ojos por la piel pálida que tenía. Vestía un pijama azul. La mesa en la que estaba escribiendo estaba impecable, ni siquiera había algún mantel o adornos, mucho menos floreros. Solo era una mesa de madera completamente lisa, sobre la que estaba la caja de colores del niño y su libreta. Había sillas dispuestas, ocho sillas dispuestas, pero nadie las ocupaba. Solo él y sus colores.
Algo no lo convencía aún, pero no tuvo tiempo de pensarlo mucho.
Escuchó algunos pasitos en las habitaciones de arriba. Se asomó un poco a las escaleras, sus pasos también hacían ruido. Serían sus hermanas jugando por los pasillos de arriba, como siempre, aunque ya era un poco tarde para que siguieran despiertas.
¿Debería ir a revisar?
Subió tres escalones de a poco. Seguía escuchando los pasos de un lado a otro, pero notó algo de inmediato: frente a él, no había ningún cuarto con la puerta abierta. Tampoco podía ver el reflejo de las luces del otro lado en el piso como siempre.
Regresó a donde había estado antes, dispuesto a tomar el teléfono que estaba en la cocina para llamar a su madre. Había numerosas notas pegadas con imanes al refrigerador, en una había números.
Un directorio telefónico.
El niño buscó el número de su madre mientras marcaba, pero los pasos se intensificaron. Escuchó una puerta abriéndose de a poco, para que luego se azotara de golpe. Así fue una por una. Al sonar la última, ahora escuchó sonar las bisagras de todas las puertas en el piso de arriba para luego cerrarse de golpe, una por una.
Se agachó detrás de la barra mientras pegaba el teléfono a su oído.
--Mamá, responde...
Habló en un murmullo casi inaudible.
--¿Ren?
La voz susurrando no había salido desde el otro lado de la línea telefónica. Sus ojos se posaron en el cable cortado del teléfono.
El niño cubrió su boca para contener la respiración.
Los pasos se intensificaron, como si alguien corriera por el piso de arriba y luego escaleras abajo. Se detuvieron con un golpe sordo, como si alguien hubiera caído.
Se quedó quieto, cerró los ojos...
Despertó.
Se había quedado dormido mientras hacía un dibujo para complementar su historia.
Miró de nuevo aquellas hojas, releyó de nuevo mientras extendía la mano para tomar los colores para el dibujo. Entonces sintió aquellas manos frías en uno de sus hombros.
El niño se volteó de inmediato hacia ella, apartando un poco la vista luego mientras empezaba a hacer líneas para un dibujo con los numerosos colores que tenía allí.