Algunos Cambios

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Había pasado días en la pequeña biblioteca que solía ser el estudio de su padre. Le pedía a su madre la llave y ella apenas asentía con la cabeza antes de dársela e irse.

Podía pasar horas dentro rebuscando entre cada uno de los libros que había ahí. Algunos cuentos por un lado y, por el otro, un diccionario. Al principio buscaba los libros más pequeños, sin tantas páginas, pero pronto se atrevió a buscar entre libros más grandes conforme pasaban los meses. Debía admitir que seguía siendo un poco difícil entender varias palabras incluso con el diccionario al lado, pues casi siempre tenía que buscar el significado de otra o, en su defecto, llamaba a su madre. Ella siempre le respondía sus preguntas e incluso se tomaba la molestia de hacer observaciones a lo que estaba escribiendo él, pues, al lado de tantos libros, siempre había algunas hojas y un lápiz.

–-No repitas tanto "Y" en esta parte. Usa comas, ¿Sí?

–-Entiendo... Oye, mamá, ¿Cuándo termina un párrafo?

–-Cuando tú decidas terminarlo.

–-¿Debe ser largo siempre?

–-No precisamente. Hay unos de apenas dos renglones.

–-¿Líneas?

–-Sí.

–-¿Y cuánto debe durar un capítulo?

Ella ladeó un poco la cabeza.

–-Lo que tú decidas. ¿Piensas escribir mucho?

–-¿Recuerdas al señor asesino?

Ella asintió.

–-Quiero hacerle una buena historia. Como las que están aquí.

Ella sonrió con tanta delicadeza que apenas alcanzaba a ver su sonrisa. Se acercó un poco más y la lámpara sobre el escritorio hizo ver su rostro ligeramente tenso, como inquieto, y más pálido de lo que debería ser.

–-Algún día, Ren.

Algún día... La ilusión que le causaba la simple idea podía distraerlo demasiado, al punto de ya ni siquiera prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Pero ya poco le importaban los regaños en la escuela, pues el buen humor podía durarle hasta la hora de dormir, donde la emoción seguía siendo tal que su mente estaba más inquieta que nunca. "¿Qué tal sí... ?", "¿Por qué no...?", "¿Y sí...?" "¿Podría ser...?" y muchas más preguntas acababan por acumularse, quitándole el sueño.

Comenzó a soñar con ese día.

"Alguien como papá podría tener una historia mía en su biblioteca."

Su padre...

–¿Qué es esto, Ren?

–Mejoré la historia del señor asesino. ¿Qué opinas?

Su abuelo se inclinó un poco hacia adelante para tomar las tres hojas que él niño le extendía. Luego, tomó sus lentes para comenzar a leer.

«La campanilla de la puerta anunció la llegada de un cliente más. Este era un hombre de muy buen aspecto en realidad, vestido muy formal y bien arreglado, como si tuviera un evento importante ese día [...]

Nadie sabía lo que sucedía, todos se hacían preguntas, algunos comenzaban a preocuparse [...] Servilletas manchadas de rojo y por fin se dieron cuenta [...]

[...]Sin embargo, él sonreía.»

Siete hojas. En siete hojas el niño había creado una historia un tanto peculiar. Serían diez de no ser porque tres de esas estaban llenas de dibujos, pero igualmente siete hojas completas ya podrían ser consideradas una hazaña para un niño. Y para su abuelo también lo fueron, si además consideraba la trama en sí.

Hiden: Ren AkasawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora