Una obsesión lo consumió, le impidió predecir las consecuencias que podrían acarrear mancharse las manos de sangre. No pensaba en el antes ni el después, el tiempo no le sobraba para ello, creció una gran carencia de un planteamiento acerca de la vida que tendría posterior a escapar de la Fortaleza. Aunque el porvenir sería por lo menos mejor que aquel cual pudiera haber poseído si mantenía su actitud evocada en la sumisión y entregada a seguir las órdenes del General Stralr. A tales alturas, ya no era de importancia lo que pudiese ocurrir, la decisión ya fue tomada y Nahuel no pararía hasta concluir con ello.
El joven tomó el nuevo nombre de Richard como suyo, para que cuando acabase con Stralr, pudiese así el viejo recordar su mayor error. El General moriría viendo a quién consideraba un hijo asesinándole directamente. La peculiar idea fue de Miracle, quien junto al nuevo “Richard”, aprovechó la situación para acercarse más al vejestorio, lo que llevó a la forja de una relación fraternal falsa entre los dos jóvenes y Stralr. Así el viejo tenía la certeza de que ambos al perder tanto solo deseaban buscarle un sentido a la existencia más que la muerte, pues el juicio suyo era nublado frente al temor de que todo se derrumbase y no daba noción de que ansiaban venganza arrancándole la vida por la fuerza. De esta manera Miracle y Nahuel renacieron como Rosse y Richard. Él de ojos castaños, casi caucásico y con piel tenuemente morena, una pequeña barba negra en el mentón, y un cuerpo fornido fruto del persistente esfuerzo; ella de ojos marrones claros, un rostro esbelto y alargado, caucásica, con cabello de longitud media y de igual color que sus pupilas, difiriendo de su primo en cuanto al cuerpo, pues aunque poseía uno marcado y fuerte, era más delgado que el de él.
Estudiaron los horarios de los guardias, cada rincón de la fortaleza, debilidades ocultas a simple vista, cada detalle, nada escapaba del plan examinado con suma intensidad y pulido a la perfección por los dos primos. Tomaron también la opción de reclutar a alguno que quisiera unirse a su causa, deberían ser como máximo dos o tres compañeros, ya que la discreción era muy fácil de perderse en un lugar así, desafortunadamente… o afortunadamente no hubieron quienes pudiesen ser válidos para dar el apoyo o la ayuda necesaria. Habían muchos perros fieles a Stralr que hablarían apenas escuchar un susurro acerca de traición, otros que atraerían demasiada atención y no retenían la capacidad requerida de sutileza, y los restantes que tampoco poseían la destreza demandada en el desarrollo del plan para derrocar al general, por lo que daban a la intuición de que proporcionarían más un estorbo que una ayuda en sí. Sumando todos estos puntos negativos, los Regnal concluyeron en trabajar y planearlo en lo absoluto ellos solos. Se habían vuelto mucho más unidos que antes, sin embargo ciertas ideas colisionaban entre sí y llevaban a pequeños conflictos estallados durante sus conversaciones. Fueron colocados en las habitaciones bajo tierra, por su rango de habilidad que no daba seguridad a Stralr de mantenerlos en la superficie, incluso pese a ser “cercanos” al mismo. Pronto recibirían también un compañero de celda.
A pocos meses después de que Richard cumpliera la edad de 19 años, él y Rosse estaban preparados para enfrentarse a lo que vendría de ahora en adelante. Una estrategia sin falla, cada momento era de suma importancia por cuanto debían realizarlo en el menor tiempo posible, no cabía ni una chance siquiera de hacer una prueba previa, aun así ambos alcanzaron el punto álgido en la creación de su jugada y simplemente restaba comenzar.
Aconteció entonces que corrían las tres horas de la madrugada; Richard obtuvo piezas de un reloj el cual armó mediante un reducido conocimiento y utilizó para adquirir la hora con exactitud, no estaba completo, sin embargo funcionaba. Durante esa última semana el muchacho fue puesto en conjunto a otro recluta en una habitación, como bien mencioné antes. Sacó provecho del sueño que traía consigo la noche profunda y procedió a agarrar de la cabeza a su propio compañero de dormitorio mientras dormía para luego estamparlo contra la puerta, continuó dejando un suave silbido. Dos guardias se acercaron, asomaron la vista por la rejilla de la puerta y, cuando contemplaron al recluta en el suelo, entraron pateando la misma. A la vez, en una esquina, a un costado mismo de la entrada Richard observaba como los guardias caminaban lentamente hacia el herido. Aquel que halló más cercano a la puerta fue rápidamente atacado y lo liquidó al torcerle la cabeza hacia un lado, al segundo soldado lo golpeó en el cuello con su dedo índice y dedo central, formando una lanza e impidiéndole respirar por pocos segundos. Con la otra mano metió un pedazo de tela sustraída de una funda de almohada en la garganta del sujeto recién dañado, entonces aplicando un salto se abalanzó hacia él arremetiéndole la rodilla por la cara para seguido sujetarlo y arrojarlo contra la manija de la puerta, dejándolo muerto. Habiendo acabado con dos de los cincuenta, Richard recogió los cuchillos de los guardias pero no tomó ningún rifle de caza por temas de discreción.
Había calculado el horario exacto en el que a aquellos guardias menos capacitados les tocaba el turno y sabía que quienes eran blandengues permanecerían en el subsuelo. Ahora en adelante la situación se tornaría dificultosa debido al incremento en la cantidad de soldados a abatir. Esperó varios minutos para que vinieran los otros centinelas, aparecieron cinco de ellos que bajaron a hacer su recorrido en el largo corredor, y él solo disponía de dos cuchillos de combate. Cerró la puerta y aguardó a que estos tomaran sus posiciones respectivas. Una vez ubicados cada uno en su lugar, abrió la misma puerta en silencio, corrió rápido y deslizó su cuerpo a ras del piso para despistar al soldado que estaba a la derecha de su habitación, al llegar a sus pies se incorporó para cortarle la tráquea. Previendo cualquier incidente, lo colocó parado con el fin de mantener las apariencias. La luz era distribuida en seis lámparas a lo largo del pasillo, el cual medía un total de 50 metros de longitud, a sus costados estaban las puertas pertenecientes a los dormitorios de cada recluta. Al haber matado a los tres guardias a la derecha de su habitación posicionada en el medio del extenso pasillo (dos dentro de la dicha habitación y uno fuera), debía actuar rápido antes de que los demás acudiesen a investigar la ausencia de sus compañeros. Los siguientes cuatro quedaban hacia la izquierda del dormitorio de Richard. Inoportunamente para el muchacho, aquel guardia abatido de la derecha no guardaba ningún arma blanca.
Dirigió la atención a los cuatro de la izquierda, corrió de nuevo y utilizó la misma técnica de deslizarse para matar, aunque esta vez al ponerse de pie tuvo también que mover de manera presta la mano izquierda para sacar el cuchillo del soldado. Los tres que quedaban puestos a 5 metros cada uno entre sí vieron lo que pasaba. El del frente decidió meter su mano en una pequeña bolsa trasera y hacer uso de su daga de combate guardada allí para no disparar el rifle de caza, el de atrás eligió colocar un “silenciador” al rifle y el último tardó unos segundos en actuar. Para entonces Richard fijó sus objetivos, saltó girando en el aire sacando beneficio de la fuerza de inercia y lanzó con suma destreza dos cuchillos dirigidos al espacio entre ambos ojos de los guardias del fondo, a la vez aprovechó la misma inercia del salto para arrimarse al que estaba frente a él, cayendo a la sombra de este. Así, aquel que tardó en actuar y aquel que se preparaba para disparar, terminaron culminados con una hoja de acero metida en el cráneo, cada uno. Por otro lado, aun había uno en pie, quien atacó al estómago manteniendo el mango bajo su pulgar y apuntando al suelo el filo del cuchillo. El muchacho no dudó, esquivó el arma y empujó al guardia hacia el costado derecho de este girando con una patada apuntada al brazo que sostenía el cuchillo; seguido Richard se posicionó detrás del guardia para que a la par que caía el piso debido a la potencia con la que fue pateado, a causa de la gravedad y a haberse tropezado por una zancadilla, tirar el tercer cuchillo a la nuca perfectamente visible del mismo. De tal manera se deshizo de los centinelas en el pasillo inferior. Ahora continuaría con su siguiente movimiento, ir a la celda de Rosse para luego cruzar los dos últimos pasillos de arriba y salir de lo profundo de la fortaleza.
Yendo unos meses antes de esta noche, un muchacho de casi la misma edad que Richard notó la habilidad tan deslumbrante que poseían los primos Regnal. Varias veces fue hasta Richard, pero él obsesionado con la venganza ignoró al chico. Volviendo a los sucesos recién narrados, por la ventanilla de una de las puertas del corredor unos susurros empezaron a oírse:
- Hey, Richard, p-puedo ayudarte. Tengo la llave que abre la cabina de emergencia, y a-a-además h-he colocado pequeñas piscas de pólvora por todo el complejo de forma bien escondidas… – La misteriosa voz de un muchacho hablaba.
- Me has estado observando en los últimos meses. ¿Qué es lo que quieres? – Preguntó Richard.
- Tu amistad, eres alguien fuerte, y yo no estoy hecho para este tipo de trabajo como asesino, p-pero pienso rápido y lo descifré, sabía que esto era lo que planeabas. Había perdido la esperanza de que mis sospechas fueran ciertas, pero aquí estás, confirmando lo que suponía. Y sé que si te ayudo podremos salir de aquí. Te… te diré mi nombre para que confíes en mí, soy Roman. So…Solo escúchame, si quemamos… – Roman hace una pausa por el temor a la respuesta de Richard. – el complejo t-todo será más rápido.
- Si te mueres es tu culpa, no voy a cuidarte la espalda. Aparta de la puerta.
Richard abrió la puerta destrancándola desde fuera. El tiempo era demasiado preciado para echarlo a perder en debatir entre beneficios o perjuicios, si ocurría una traición no dudaría en deshacerse del chico. En cuanto a la mencionada cabina de emergencia, hacía referencia a una sala que abría todas las habitaciones de los “reclutas” junto al ruido de una alarma, creada para usarse en el caso de algún desastroso percance que pudiese llegar a ocurrir; utilizaba un mecanismo con engranajes y bien diseñado para la época. El caos que se generaría con la volátil pólvora explotando por el recinto entero (en reducida cantidad, pero con la energía suficiente para empezar un incendio) añadido a que todos aquellos quienes estaban alojados en los dormitorios inferiores saldrían corriendo, crearía una situación que acortaría y facilitaría el plan de los primos Regnal. También debo resaltar el hecho de que la fortaleza poseía muchos años y que la madera en su estructura podía quemarse fácilmente.
En cuanto al misterioso muchacho, se identificó con el nombre de Roman Dukovist, accedió a la orden de Richard de seguirlos hasta el piso de la superficie para después abrir la cabina y prender la pólvora, Rosse asumió más tarde la responsabilidad de protegerlo. Roman era el mejor calificado para resolver problemas y sacar conclusiones acertadas mediante el análisis de los datos que eran desperdigados entre acciones, murmullos y demás factores; esta cualidad fue estudiada por la muchacha Regnal, quien tomó el máximo provecho de ello, aprendiendo tal habilidad. Ella ya lo conocía desde antes, fue de esa manera por la que Roman logró indagar en cuanto al plan mencionado.
Primero procedieron a sacar a Rosse de su dormitorio para continuar con la siguiente jugada, luego subieron por las escaleras, las cuales se hallaban al final del corredor. En el camino, el Regnal aprovechó para explicarle a su prima la razón de la inoportuna presencia de un tercero con ambos, ella detuvo la marcha y debatió sobre el tema. Es cierto que quemar el recinto aceleraba al completo las cosas, sin embargo el caos armado a consecuencia podría ser peligroso, así Rosse recalcó además la amenaza que suponía a inocentes muchos hombres y mujeres reclutas si es que lograban escapar. La muchacha comentó que meses antes Stralr le había contado un relato sobre un proyecto de reclutamiento parecido en el Reino de Croacia, este logró concluirse pero los sicarios entrenados del mismo fueron dispersados y asesinaron despiadadamente a centenares de civiles por problemas de dinero o por problemas propios suyos debido a los traumas causados. Atribuido a este motivo, ella prefería seguir el plan acorde a lo que habían determinado. Pero su primo no estaba de acuerdo y permanecía seguro de que pocos sobrevivirían a un incendio así. En verdad, el muchacho andaba muy ansioso por alcanzar su objetivo, tanto que repercutía en su cuerpo y mente, por ende le generaba un estrés abrumador el pensar de que no conseguirían su cometido si no tomaban esta oportunidad clave que Roman les proporcionaba, desde que escuchó la propuesta de él no pudo mantenerse tranquilo ni calmar la ansiedad. En otras palabras, Richard no sabía a ciencia cierta si sobrevivirían o no muchos otros reclutas, su único deseo era acabar con su fastidiosa ansiedad y tomar el camino más rápido. Y es extraño, muy descabellado, pues hablamos de la misma persona que sujetaba absolutamente todo con orden y control, que mantenía un horario estricto en su día a día. Lo que da a entender un hecho, la presión que sentía en el momento era como ninguna otra. A su manera, su prima sentía de igual forma, de ahí que quisiera seguir al pie de la letra su estrategia inicial.
El tiempo corría, por lo que precipitados y sin darse mucho tiempo prefirieron elegir la opción que Roman les otorgaba, disuadidos a último instante por la espléndida oportunidad. Richard fue por la escalera del lado izquierdo, mientras que el nuevo añadido al plan y Rosse fueron hasta el otro lado del pasillo para subir por el extremo derecho. Allí los primos consiguieron eliminar a tres centinelas sin llamar la atención de los otros cuatro (eran siete en cada planta), pero al tratar de atacar al siguiente este pudo notar a Richard y dispuso lanzar un grito de guerra para avisar a los tres restantes, estos apuntaron velozmente hacia el lado izquierdo del corredor, a excepción de uno. Aquel sobrante se percató de la presencia de Roman por descuidar el esconderse en forma adecuada tras un par de cajas amontonadas cercanas a las escaleras. Cuando uno de los soldados apuntó a Roman, Rosse corrió hacia el hombre armado mientras le lanzaba un cuchillo a la cabeza, este no fue capaz de avistar a la muchacha y disparar al mismo tiempo, por lo que cayó en silencio. Seguido, ella llegó de un impulso a la pared y corrió unos metros sobre su superficie casi lisa hasta alcanzar al siguiente centinela, a quien lo mató apenas tocar el piso utilizando otro cuchillo para perforarle el cráneo desde atrás; Richard mantenía las manos levantadas a la vez que el soldado frente a él acortaba distancia apuntándole lentamente, confiando del manejo de sus compañeros guardias sobre la situación que estaba dándose detrás suyo con los dos reclutas.
Tomando cuenta acerca de la erradicación de los demás guardias, y que aquellos dos individuos quienes él poseía en frente eran los últimos, Richard realizó una rápida maniobra para acabar con el más cercano, sin embargo no lo logró y el guardia de detrás estaba a segundos de dispararle. El muchacho quedó forcejeando con uno mientras el otro lo apuntaba decidido a apretar el gatillo. La mirada de ambos soldados era fría y sus rostros remarcaban una sensación de seguridad total. Aprovechando los segundos en los que el centinela trataba en apuntar correctamente a Richard, Rosse se deslizó a ras del piso pasando a un costado de este último, y a la par que lo hacía lanzó otro cuchillo frente al rifle. Aquel mismo centinela disparó, la bala golpeó contra el cuchillo previamente lanzado haciendo que este fuese empujado a la nuca del sujeto frente a Richard, matándolo justo antes de apretar el gatillo. Aquello era una hazaña casi imposible, sin embargo con una buena precisión, fuerza y destreza se podría lograr. Aunque de igual manera la daga tampoco quedó perfectamente incrustada en la nuca, solo lo suficiente para expirarlo. Richard agarró el rifle del guardia muerto antes de que cayera al suelo y con la culata dejó inconsciente al último soldado del pasillo, aprovechando su confusión al ver que mató a su propio compañero.
La habilidad tan irreal de los Regnal plasmó una enorme perplejidad en Roman, pues tales hazañas no parecían físicamente posibles. Una bala empujando un cuchillo en el aire justo al perfecto instante para redirigirla, era algo fuera de lo normal. La destreza de los Regnal parecía fantasiosa, y aun así había logrado suceder un evento de tal nivel, esta destreza era en lo absoluto real.
Al dispararse el arma de fuego, todos los reclutas y guardias pudieron escuchar por casi la fortaleza entera el gran ruido adjudicado a esta. Los tres reclutas alcanzaron a oír como bajaban a toda prisa más guardias, quienes usaron a modo de cobertura la pared de la escalera para prepararse y acribillar el pasillo; dos de los centinelas asomaron el arma y la cabeza con el fin de apuntar, uno en cada extremo del corredor, donde se encontraban las dos escaleras. Estas escaleras, no de mano sino en escalones, en ambos flancos subían al siguiente nivel o bajaban a la anterior planta, pese a ello los Regnal decidieron erradicar a los soldados de aquel pasillo para ir descontando los números que Stralr poseía en vez de evadirlos, a la igual manera que lo harían con el grupo entero de centinelas restantes. En cuanto uno de los soldados asomó, terminó con una daga incrustada entre ceja y ceja, y aquel del otro lado recibió una bala en el ojo, traspasando la cabeza y dejando el proyectil una clara salida a través de la misma. Richard apuntaba un rifle de cerrojo hacia la izquierda, Roman de forma similar dirigido a la derecha y Rosse en el medio calculando para lanzar con precisión extraordinaria los cuchillos. Utilizaban como trinchera algunas cajas de madera que había desperdigadas sobre el corredor. Mientras que Richard recargaba el fusil, asomó el siguiente centinela en su lado del pasillo, el cual de manera literal, comió indeliberadamente una de las dagas al ser esta arrojada al centro de su boca. El último guardia trató de aprovecharse de la situación, pese a ello Roman, quien estaba muy atento, disparó con mira en el corazón. El chico se mantuvo firme y aguantó la respiración para no temblar. Nunca en su vida había matado a alguien antes, tampoco los Regnal, aun así no pareciera afectarles de la misma manera a ellos como lo afectaba a él. Quizás fuese la adrenalina del momento lo que los privaba del tiempo para reflexionar por cuanto estaban haciendo.
Consiguieron subir a la planta superior, estando ahora al nivel del suelo. Tres guardias de entre la Élite los esperaban. Cómo era posible que dos jóvenes de apenas 19 y 20 años pudieran acabar con una guarnición completa de soldados bien adiestrados, pues la respuesta yacía en la ingenuidad de Stralr, sin darse cuenta había forjado armas de doble filo que apuntaban hacia su garganta. Asesinos silenciosos y despiadados. Cuando realizaron el viaje hasta la fortaleza, los cincuenta soldados permanecían juntos y lidiaban sin mucho problema en contra de las adversidades que aparecían en su camino, ya sean los militares de su gobierno o los padres desesperados, pero estando ahora separados en pequeños grupos, eran blancos fáciles para cualquiera bien adiestrado en aquel lugar. Volviendo a lo que nos concierne, a pesar de todo cuanto ocurría, no se dio la alarma en la fortaleza para evitar una revuelta, porque era una norma principal que esta debía ser activada tan solo en una emergencia fuera de control.
Estando en las escaleras que conducían a la planta de la superficie, Richard y Rosse tiraron dos cuerpos, uno en cada extremo. Tenían la idea aproximada sobre una reacción apurada por los guardias en disparar y así utilizar los instantes de recargar munición para acabar con dos de ellos, sin embargo estos se percataron de que los cuerpos eran de sus compañeros caídos, absteniendo así sus dedos a apretar el gatillo. Tras varios minutos, los tres rebeldes se juntaron en la escalera izquierda. Rosse colocó la vela de una de las lámparas del piso inferior en el mango de un cuchillo, atándola con unos pedazos de tela. Arrojó el arma a la pared y al quedarse clavada por un tablón de madera, rodeado arriba y abajo por ladrillos, observaron a los guardias mediante el reflejo de la hoja, la cual permanecía alumbrada por la débil llama de la vela.
Colocaron a Roman apuntando hacia la pared frente a ellos, la misma en donde también se hallaba la hoja clavada, le ordenaron disparar apenas escuchara un chasquido de los dedos de Richard. Al chasquearlos el muchacho, Rosse lanzó otro cuchillo de combate, el cual consiguió un rebote por parte de la bala del rifle de Roman. El mencionado proyectil fue desviado al momento de impactar contra el cuchillo y tomó rumbo hacia uno de los guardias, de tal manera la bala hizo una trayectoria casi perpendicular desde el rifle hasta su objetivo. Gracias a su estudio de la física, ambos primos estaban al tanto de que el objeto contra el que impactase el proyectil para su correspondiente desvió debía tener una fuerza con la cual reforzarse, por esta razón Richard disparó dos fusiles a la par que Roman apretaba el gatillo y que Rosse lanzaba su cuchillo. Ambas armas de fuego las colocó sobre una caja de madera traída desde abajo, posicionándola sobre uno de los escalones y atajándola con la rodilla, mientras que sujetaba con cada brazo los fusiles. Así el cuchillo de Rosse serviría como apoyo para el rebote, y las dos balas disparadas por Richard chocarían contra el lado contrario del arma blanca arrojada para proveer a esta de refuerzo contra el impacto del proyectil de Roman.
El cráneo del guardia frontal fue atravesado debido a la colisión, aquella escena (extremadamente compleja de describir) produjo una reacción en los restantes centinelas de Élite, observaron por escasos segundos el cuerpo y anonadados no comprendían lo sucedido. Richard lo contempló a través del relejo sobre el metal de la hoja clavada en la pared y saltó armado con uno de los rifles hacia el pasillo. Sin dudar el muchacho atacó saltando otras dos veces más, uno hacia el muro y el otro para impulsarse en contra de este, y en los instantes que aquel movimiento le había otorgado para mantenerse en el aire, disparó el arma matando al penúltimo de detrás. Seguidamente Rosse se asomó con otro rifle más enviando un último proyectil al que quedaba en pie. Este tipo de estrategias las habían practicado en solitario, he de allí que fuese de sorpresa inclusive para los guardias de Élite.
Siendo inoportuno, agrego que hubiese podido ahorrarme el conjunto de párrafos que utilicé para narrar cuanto ocurrió durante aquella madrugada, haciendo de este un reducido número de líneas, pero mi decisión de realizarlo de tal manera posee una razón de ser. Lo redacto con la intención de dejar claro el nivel de destreza de los Regnal, asombrosa incluso en su temprana adultez. Además no puedo súbitamente restar importancia a los escritos que hallé y sustraer de los mismos uno u otro suceso, todo lo que allí hay tiene su función en esta historia. Refiriéndome ahora a lo de la maniobra tan compleja del desvió de bala, tanto Rosse como Richard ya habían estado practicando la misma, solo que en aquellas ocasiones no usaban armas de fuego, únicamente armas blancas. Me explayo, la fortaleza poseía un perímetro fuera de esta y a su alrededor habían una constante vigilancia, ahí los reclutas podían tener un breve receso. Precisamente fue a consecuencia de esto también por lo que otros jóvenes terminaron siendo abatidos tratando de escapar en aquellos ratos libres. Sin embargo quienes alcanzaron la madurez suficiente, eran enviados a completar trabajos para distintas organizaciones privadas o ramas de gobiernos corruptos, retornando con una buena paga exclusiva para ellos. En cuanto a la financiación para sustentar a los soldados de Stralr y a él mismo, más adelante detallaré el tema. Como último cabe decir que tan solo aquellos capaces de demostrar fidelidad inquebrantable al General lograban salir a cumplir con estos mencionados trabajos.
Volviendo al escape de la fortaleza, Roman salió raudo y se dirigió a la cabina de emergencia, instantes después todas las puertas de los dormitorios fueron abiertas. Al terminar Roman prendió con un mechero unas piscas de pólvora colocadas en las murallas de la fortaleza, y de esta forma la reacción en cadena comenzó. Había tardado meses en camuflar la pólvora y depositarla en cada pequeño hueco que podía, conectando cada montón diminuto con hilos inflamables u otros materiales que ardieran con alta velocidad, pues estaba empeñado en conseguir huir del lugar previo a la culminación de su entrenamiento.
El complejo empezó a incendiarse y sin distinguirse entre reclutas o aquellos que obtuvieron el título de sicario, absolutamente todos salieron en busca de libertad. Llevaban consigo pocas esperanzas, dado que desconfiaban de si era un engaño, así era la paranoia acreciente con la cual había impregnado a estos jóvenes el viejo General. Allí pocos eran los que seguían siendo fieles al vejestorio. Entendían que este era el final de la fortaleza, no había forma de apagar el incendio. Por su parte los soldados trataron de cubrir la mayor área posible para evitar la huida, y quienes estaban fuera del complejo acudieron con el objetivo de apagar el mar de llamas que no hacía más que incrementar a cada momento.
Richard aprovechó el caos para tomar unos fusiles de repetición (llamados también Winchester y accionados por medio de una palanca para su intermitente disparo) del arsenal, entrando a esta sala quebrando la puerta con una fuerte patada. Rosse indicó al muchacho qué estrategia tomar, pues habían planteado al menos tres en caso de un desastre a la hora de acabar con Stralr. Ambos asintieron con la decisión elegida, la de encargarse de los centinelas restantes sacando beneficio del humo y el fuego. Salieron al patio situado frente a la fortaleza y rodeado por altos muros fortificados, el muchacho escaló hasta una de las torres de vigilancia sobre el complejo, eliminó a los francotiradores y siguió disparando a los que apuntaban desde las otras tres torres. A un costado del ardiente fuego, Rosse iba menguando los guardias restantes, dudando entre si dejar escapar o no a los reclutas más peligrosos. La adrenalina del momento no le permitía escoger una decisión acertada, por lo que ella prefirió asegurarse de erradicar a sus compañeros que consideraba perros fieles del viejo, a la vez lidiaba además contra los guardias con los cuales iba topándose.
Entonces, cuando los restantes ya formados asesinos y reclutas estaban por escapar utilizando el humo como distracción, los fuertes sonidos de los pasos apurados y los gritos de regocijo en el caos fueron silenciados por varios disparos a aquellos que aún seguían huyendo. Atendiendo la mirada en la difusa cercanía, Rosse no pudo ver lo que ocurrió. Pero en el silencio Stralr apareció, la muchacha fue hasta él para encararlo, y a pesar de su destacable destreza ni ella ni Richard podrían tener una batalla limpia contra él aún. Cada ataque fue desviado y pese a la musculatura de la joven, Stralr conocía los puntos débiles del cuerpo a atacar para debilitar el duro torso y las extremidades de ella. Rosse terminó cayendo al barro después de recibir una patada del general, seguido este gritó:
- Así es como me agradecen. Les di hogar, comida y entrenamiento. Qué ingratos son ¡Que caigan todos y cada uno de ellos! ¡Mátenlos! ¡Perdí mi maldito tiempo intentando arduamente reformarlos como los mejores! ¡Van a pagar por esta traición todos vosotros niños de mierda!
El esfuerzo incesante fue en vano, los años tardados y malgastados en construir aquel pequeño y devastador ejército no sirvieron para nada. La cínica idea de Andror Stralr y su perverso proyecto culminó por desmoronarse en una única madrugada. Tanto reclutas como guardias quedaban atrapados en el fuego cruzado y en las llamas. La fortaleza no solo contenía entre los ladrillos pólvora si no también resina de los árboles en sus almacenes, lo que hacía que el fuego fuese propagado de una manera repentina a cada sección del lugar, eso sin contar que varias de las estructuras contenían muchas vigas de madera más que de piedra.
Con las palabras antes citadas por el viejo, los guardias que todavía seguían con vida en el patio procedieron a disparar entre el fatídico humo a Rosse. Varios fuertes disparos pudieron ser escuchados, mas ninguno consiguió alcanzarla. El general quedó estupefacto, ni siquiera era capaz de ver los proyectiles cerca de la joven. Una de las torres de vigilancia cayó derrumbada al lado derecho de Stralr. Del tejado de la fortaleza Richard saltó con el fusil disparando mientras caía hacia el general. Anticipándose, Stralr esquivó la bala brincando hacia un costado de Rosse, sin embargo el Regnal ya previó antes con su prima una maniobra de evasión similar que el decadente viejo podría utilizar. Dirigiendo los ojos al muchacho, Stralr sintió un fuerte dolor en la boca del estómago. Una daga le perforaba el vientre y, al bajar la cabeza para mirar y sacársela, le impactó un proyectil en la pierna. Con la apabullante tensión del momento, Richard caminó hacia él y después de tanto tiempo soltó en completa calma todo cuanto guardaba dentro:
- Tú solo, sin ayuda de Jin o alguien más, armaste al entero esto que yace frente a ti, tú solo nos dejaste vivir, incluso a mí que ya no quería seguir en esta mierda de mundo. Aquí donde ya no tengo amigos, donde tan solo me queda una persona de mi familia. Tú nos entrenaste, tú nos convertiste en esto. Y mira a tu alrededor, no te queda nada. Morirás solo, sin nadie que te quiera, sin nadie que espere por ti, en un bosque en medio de la vasta soledad. Que sepas hoy anciano para cuando caigas al infierno que no fueron Nahuel ni Miracle los que te mataron, sino que fueron tu Richard y tu Rosse. Tu creación.
Aun todavía no sintiéndose satisfecho el chico, ni tampoco su prima, él procedió a dispararle al viejo apuntando a su otra pierna. Ambos lo agarraron con alambres y ataron sus manos a dos pilares de madera, por último arrojaron al General a una pila de escombro ardiente. De tal manera murió Stralr sufriendo por las quemaduras que sentía mientras aún seguía vivo. Las llamas consumieron la antigua fortaleza alrededor de ellos dos. Huyeron hacia los bosques apenas el anciano dejó de gritar, junto a otros pocos de los reclutas, Roman entre ellos.
Stralr murió y, con él, toda su armada. Después de varios años, el enfermo general no pudo prevenir tal desastre, pero su muerte traería consigo tres consecuencias que dejarían marcados a los Regnal en la posterior década, una de ellas era el daño impregnado en la mente del par de primos atribuido al obsesivo deseo de asesinar a quien fue su captor y el cual los alejaría de una vida común que aun deseaban obtener. No se pudo destacar un número mayor a la decena entre los supervivientes, entre ellos Rosse, Richard y Roman. Pero lo que tendrían que afrontar de ahora en adelante no sería para nada fácil. En los bosques decidieron su futuro, Roman iría a la casa de lo que quedaba de su familia, mientras Rosse y Richard intentarían buscar una rutina normal lejos de la zona.
Varias semanas después, sintiéndose todavía reciente el suceso de la culminación de su venganza, los Regnal llegaron a una villa próxima a la ciudad cercana, allí fueron buscando oficios como ayudantes de carpinteros o herreros, pues el trabajo pesado era lo mejor y lo adecuado para ellos tras lo ocurrido. Cualquier labor, cuanto más arduo, lograría mantener sus mentes ocupadas y calmarían los daños internos temporalmente. Una familia los acogió en su panadería, gente de buen corazón. No comprendían bien la actitud cerrada de Richard pero gracias al grato carisma de Rosse, la cual había tomado también las enseñanzas de su padre a la hora de tratar con los demás, terminaron entablando una buena relación social. Los anfitriones eran dos ancianos promedio, un hombre robusto y su esposa agradable quien mantenía las cuentas del negocio. Le ofrecieron una pequeña habitación a varios metros de la casa, simple y cómoda. Durante los siguientes cincuenta o sesenta días (según he calculado) trabajaron allí. La idea en general era la de pasar desapercibidos, obtener el dinero necesario y hallar alguna zona rural en la que planear escapar de aquella región, porque no deseaban volverse incautos gracias la aparente calma, olvidando así de que tarde o temprano irían los agentes de la ley en la captura de ambos. Habían estado al tanto de como Stralr logró entorpecer a los Alemanes con el fin de no ser encontrado, y que estos continuaban con tenacidad la búsqueda del General y su fortaleza. Apenas consiguieran dinero suficiente evitarían molestar más la vida de quienes los acogían. Pareciese que el asunto iba yendo bien, los traumas que poseían los dos jóvenes no afectaban lo suficiente como para causarles problemas. Apenas pequeños estragos se notaban cada cierto tiempo, como alguna que otra rencilla o malos sueños asiduos. ¿Habían en verdad escapado de la que alguna vez fue una interminable pesadilla?
Cuando el primer mes acabó, la señora de la casa decidió colocar a Rosse detrás del mostrador de la tienda por su destacable sociabilidad en comparación a Richard; así al menos tendría más ayuda con los clientes, aunque ninguno de los dos primos eran ciertamente abiertos o de crear amenas conversaciones.
Cierto día, un sujeto apareció por la panadería, a primera vista poseía la apariencia de un cliente usual. Volvía con frecuencia y compraba variedad en cada ocasión. Entonces la visita pasó a ser una diaria, y con el transcurrir de las jornadas, eventualmente su comportamiento se tornó un tanto extraño. Una tarde entre aquellos días, Rosse y Richard traían los víveres del almacén comunal de la Villa, al llegar a la residencia hallaron al supuesto cliente junto a un par de militares, soldados del gobierno. Los primos evitaron acercarse demasiado y escucharon la conversación por la ventana. El hombre le comentaba a la pareja el caso, indicando que sus empleados eran homicidas y que durante aquella primera ocasión el gobierno desistiría en apresarlos por el hecho de ser ajenos al conocimiento de la realidad e ignorantes de los actos causados por los jóvenes, sin embargo, si continuaban acogiéndolos o los defendían, las celdas aguardaban para que pasaran sus últimos años allí por atentar en contra de la justicia. Una extorsión en otras palabras. Ante esta situación, los Regnal actuaron sabiendo que la pareja de ancianos los encubrirían a ambos. Entraron a la casa y mediante sutiles trucos de distracción redujeron a los tres ocupantes hostiles. Luego de esto subieron por la pequeña colina fuera de la casa, yendo a donde quedaba edificada la habitación que usaban como hospedaje, tomaron sus cosas y salieron pronto sin despedirse siquiera.
Desde entonces trataban de buscar otros oficios en los pueblos cercanos y ciudades; a desgracia, continuaban siendo cazados por el gobierno, lo que significaba una amenaza constante allá a donde iban. Había gente que al apenas verlos recurrían a la policía, otros los mantenían durante varios días otorgándoles un falso trabajo con el fin de obtener su confianza y más tarde reportarlos. Esta perseverante molestia acontecía por el supuesto jugoso monto de una ficticia recompensa, el rumor de la misma fue esparcida entre murmullos y habladurías por los agentes de la ley, atrapando a cualquier crédulo que oyese tal falacia. Las recompensas eran comunes en las tierras salvajes del Oeste, cruzando el océano, pero en la región donde se sitúa nuestro relato no había necesidad de tal cosa y tampoco un presupuesto para ello.
Para muchos de los ciudadanos a quienes le llegaba el rumor sobre los dos jóvenes, estos no eran más que delincuentes de poca monta, niños insensatos que osaron hacer alguna mala broma a un ricachón o que sencillamente tuvieron la mala suerte de cualquier novicio en ser pillados dando su primer gran robo. En lo absoluto existían sospechas cercanas al motivo de búsqueda y captura para tales precoces criminales. Así Rosse y Richard siguieron huyendo semana tras semana. La situación pareciera mejorar al pasar el siguiente mes, y cuando estos finalmente bajaron la guardia, la mano imparable del gobierno Alemán los cubrió al completo. Debido al escaso dinero con el cual contaban los Regnal, acostumbraban recurrir a lugares decadentes para pasar la noche, bares o edificios en venta, de vez en cuando además solían hospedarse sin avisar en los últimos mencionados. Dentro de uno de los bares fueron drogados mediante la rancia comida servida. Varios sujetos susurraban entre las mesas del bar, de apoco ocuparon las sillas continuas a los primos, y cuando estos notaron una subiente somnolencia, los susodichos sujetos noquearon y secuestraron a ambos. Horas más tarde despertarían en un interrogatorio, ambos jóvenes sentados en el interior de una gran habitación con maquinarias en ella, había ventanales en lo alto de las paredes de ladrillo por las cuales penetraba la lejana barahúnda nocturna de la metrópoli. El sitio estaba repleto de telarañas y mugre en los alrededores.
Varios agentes armados les apuntaban mientras el interrogador posaba la mirada sobre los dos. El hombre, quien a juzgar por la apariencia lucía como el líder, hablaba de lo ocurrido en la fortaleza, explicó que el gobierno deseaba eliminar a todo aquel que haya tenido que ver con el incidente de Andror Stralr y su proyecto inhumano. Detalló que el permitir una insensatez atroz como aquella fue un error de un alto cargo en el gobierno alemán. A causa de la elocuencia poseída por Stralr y Jin, se les fue cumplido su deseo de iniciar con el proyecto, error que podría dañar la imagen del político involucrado, por dicho motivo deseaba callar bocas ejecutando a los supervivientes de la fortaleza en la cual fue realizado el entrenamiento. También (aclaró luego con la intención visible de excusarse) por el inminente peligro para la sociedad que presentaban estos asesinos trastornados, deambulando sueltos en entera libertad aun a pesar de ser entrenados como sicarios durante años.
El interrogador finalizó su explicación con una propuesta inquietante, si confesaban lo que sabían de los otros reclutas y su paradero, ambos serían absueltos por buen comportamiento y debido a no haber mostrado ningún indicio de psicopatía. Rosse desconfiaba en la propuesta, así pues procedió a preguntarle al interrogador lo ocurrido con el superviviente de nombre Roman Dukovist, él respondió lanzando una mirada de sorpresa, guardando silencio durante pocos segundos para seguido negar su propio conocimiento acerca de la existencia de tal persona. La joven había comprendido lo que sucedía pero le era imposible comentárselo a susurros a Richard, ya que por seguridad este estaba varios metros alejado de ella. Entonces, sin una pizca de temor habló fuerte y fijó su mirada en el sujeto. Explicó que Roman es el único entre los supervivientes que aún utilizaba su nombre de nacimiento, por lo cual no sería complicado encontrarlo. Y es que el gobierno todavía yacía conectado con Stralr cuando acabó el reclutamiento, y poseían los nombres de quienes eran secuestrados. Roman retornó a su morada distante de la ciudad. Al haberse enterado de que la Fortaleza de Stralr ya se hallaba abandonada hacía varias semanas, había una alta probabilidad de que los agentes de la ley rebuscasen cualquier indicio de los sicarios supervivientes en sus residencias. La muchacha daba a entender indirectamente el destino de Roman, pues era obvio que lo encontraron refugiándose en su hogar. El hecho de negarles que lo conocieran denotaba una mentira, su nombre estaba en la lista de reclutamiento y la casa del chico mantenía la misma posición figurada en los registros. Roman fue ejecutado, esa era la mejor conclusión viable.
A la par que escuchaba, el interrogador reflejaba un rostro sorprendido, abstraído en la complejidad de aquella deducción. Rosse continuó relatando sobre Roman, él era el único que conocía en qué dirección irían los Regnal a buscar una nueva vida, al igual que sus nuevas identidades. Cuando lo encontraron surgió una propuesta idéntica para el muchacho, y al no haber sido de suma relevancia el estado futuro de los primos para él, este soltó cuanto sabía. Pese a ello, su final no fue otro sino su pronta muerte. Haciendo otra vez hincapié en la negación, la joven comprendió que el interrogador no diría la verdad sobre aquello, porque levantaría sospechas referentes a la fiabilidad de su mencionada propuesta, sin embargo la actitud del hombre demostraba lo acertado en la rebuscada idea de ella. El agente de la ley, aparente líder al igual que relate previamente, interpretó esta declaración como un “no” a desvelar algún dato de relevancia. Procedió a levantarse y dirigir sus pasos hacia una puerta, antes de abrirla, dio órdenes a sus hombres de acribillar a los apresados justo al momento de apagar las luces. De igual manera, los Regnal no estaban informados sobre la ubicación de los últimos reclutas supervivientes que huyeron.
El lúgubre sitio, dentro del cual estaban amarrados, era un edificio “abandonado” que pertenecía a una distribuidora de tela; una extensa fábrica manufacturera. Solo había dos habitaciones en él, una la oficina y la otra una habitación grande en donde se llevaba a cabo la elaboración de productos. Muchas de las ventanas permanecían cerradas y las puertas, en su totalidad, trancadas. No era exactamente el final que Rosse y Richard esperaban, pero tampoco tenían una forma viable de escapar. Aunque no había secretos guardados, de igual manera los ejecutarían.
Intercambiaron miradas entre ambos, y antes de los disparos, dispusieron moverse detrás de las maquinarias estando atados aun a las sillas, a modo de usarlas como refugio de la balacera. Los focos que proporcionaban una tenue luz fueron apagados, y el ruido de los fusiles no tardó en inundar la habitación. Al cese de los disparos, una risa difusa podía escucharse junto al sonido de los casquillos cayendo.
- Quién diría que… – Habló una voz rasposa y con gallos. – Nahuel Regnal y Miracle Regnal estarían recluidos en nuestra casa de negocios. Los mismísimos desgraciados que dieron matarile al anciano demente. Por lo visto, llegué a tiempo para salvarlos a ambos, yo digo que esto ya cuenta como que me debéis un favor.
El sonido de un interruptor fue oído una vez terminada aquella oración, con este fueron encendidas las luces a la par. Un hombre portando un esmoquin desprendido abrió la puerta de la oficina donde el interrogador entró segundos antes. Todos los militares habían caído o rindieron sus armas ante hombres de igual vestimenta que la del sujeto misterioso, y consigo llevaban armas de fuego apuntadas tras los mencionados militares. El hombre de traje, corpulento, con un cabello rubio marcado por una raya de entrada a la derecha, y sosteniendo una botella de ron añejo, saludó expresando lo siguiente:
- Me presento, soy Eustan Ter, mucho gusto. Verán, durante varias semanas estuvimos buscándolos. Se hablaba mucho de vosotros dos entre los nuestros, los dos niños que acabaron con el decrépito Stralr. Y mira que hallarnos con tan grata sorpresa justo cuando veníamos a descansar en uno de nuestros puestos de contrabando. – Eustan movía mucho las manos y los brazos al conversar con detalles. – Nunca pensamos que… aunque podría ser, sí sí; debió tratarse de alguno de los chicos en la agencia, contacto nuestro. Habrá recomendado a este idiota venir aquí y traerlos a vosotros dos atados. No me imagino como se hubiesen tornado las cosas si no hubiese sido yo el que estuviese recorriendo la zona, mis camaradas son un poco más… brutos, diría yo. Ah y supongo que ya no usan sus antiguos nombres tampoco. Creo recordar que ahora son Richard y Rosse. Stralr nos comentó al respecto hace dos años atrás, aah pasa volando el tiempo.
Cuando paró de hablar, un subordinado de Eustan empujó al interrogador frente a él. Ter cuestionó al interrogador a quién era leal, a lo que el otro respondió con unas palabras en un lenguaje extranjero. Luego mandó liberar al agente de la ley, para seguido acercarse a Richard y a Rosse, quienes habían sido movidos hasta el centro de la habitación estando todavía amarrados.
- No parece que tengan mucho que decir o… ¿es que no quieren dialogar conmigo? – Habló el hombre trajeado. – ¿Sabían que no todos los conflictos se resuelven con violencia? De momento vamos a evitar lo muy poco educado de su parte que es no continuar la conversación e iremos directo a lo que nos interesa. Stralr era un tremendo psicópata imbécil, un tipo bañado en poder y autoridad sobre decenas de indecentes como él, sin embargo me da envidia lo que pudo construir. Vamos a dejarlo de esta manera, – Eustan mostró sus dedos como si los estuviera contando. – tres días, por este favor me debéis tres días de trabajo. La situación es así, depende de vosotros ser honestos y devolverme el favor, no os voy a retener, sois libres de declinar. Si os parece un trabajo cómodo y os gusta, puedo hacer unos cuantos arreglos para conseguir un departamento cercano a mi residencia; si no, podrán continuar huyendo de ciudad en ciudad.
- Antes de seguir, – Respondió Rosse. – dinos quién eres. Y por supuesto, no creas que vamos a trabajar como asesinos a sueldo, no importan los beneficios que nos presentes.
- Ya he dicho quién soy. – Dijo Eustan Ter. – Suponía que al rescatarlos ya tendrían un poco más de confianza en mí, pero parece ser que no. Este trabajo, pues perdería la gracia contarlo. Vamos a dejarlo de la siguiente manera, esta gente trabajan para una rama corrupta del gobierno al igual que el interrogador, han cometido peores actos que yo y no estoy escaso de pruebas. En cierta manera, no soy una buena persona, lo admito, pero tampoco soy una pésima. Y lo dejo claro, ya que los otros de la organización no serán tan amables como yo. Sé bien lo que han pasado y sufro mucha empatía por vosotros. Como deberán suponer, no son pocos los del bajo mundo quienes están interesados en las particulares habilidades que relucen sobre vosotros dos, y preferiría que se mantuvieran con alguien gentil como yo. Quiero ayudarles, sin embargo, queda a vuestra elección.
Richard analizó la situación. Después de tantas veces en las que habían sido engañados, creyó reconocer la sinceridad al verla. A la vez que los desataban, observó detenidamente a su alrededor, y al apenas recuperar toda su capacidad de movimiento, robó una pistola del subordinado más cercano de Eustan, para seguido abalanzarse frente al mismo y sostener al gordo jefe mientras lo apuntaba.
- Acepto devolverte el favor pero, – Dijo Richard en voz alta. – si intentas ponerte por encima nuestro, la próxima vez no me veras venir.
Por tal acción Eustan sabía que había obtenido un preciado bien, a los mismos primos que logaron asesinar y derrocar a la mejor armada proveniente de Alemania, comandada por el General más atroz que él conocía. Entonces, pasado un rato, desocuparon la fábrica y, durante lo que quedaba de noche, viajaron hasta el domicilio de Ter, una propiedad grande en la que estaba construida una pequeña mansión. Allí él les consiguió una habitación a los dos, mandó llenarla de comidas y comodidades, y compartió con ellos. Desde ahora una nueva etapa en sus vidas comenzaba, y durante los años siguientes el mundo entero de los Regnal iría cambiando constantemente para bien y para mal.
Ter hizo acto de presencia ante ellos al comenzar la mañana siguiente, luego de darles los buenos días, procedió a explicarles la situación:
- Como dije anteriormente, estuvimos buscando a aquellos que sobrevivieron al delirio de Stralr. El punto es el siguiente, cuando el general, o coronel, o como se hiciese llamar, apareció ante los altos cargos de mi organización, nos dimos cuenta de que este tipo iba en serio. De alguna forma logró esconder la locura que lo asolaba, y claramente causada por su enfermedad degenerativa… la cual por cierto, según investigué proviene de su familia. – Eustan hace una pausa, dándose cuenta de que estaba yéndose por las ramas del tema. – Disculpen tengo la costumbre de desviarme en ocasiones de la conversación. Como iba diciendo, al conseguir Stralr plantar las bases para su idea de «avance e innovación», acudió a nuestro entorno de negocios. Su trato era simple y a la vez muy convincente a los oídos de mis… «socios».
“Él nos proporcionaría hombres entrenados para ser más rápidos y mortales que cualquier bala, mientras que nosotros esconderíamos su ubicación y retrasaríamos a la agencia gubernamental, con el fin de que tuviera el tiempo suficiente de conseguir cumplir su promesa. Además de proveerle un reducido monto de dinero a fin de presupuesto. Desafortunadamente Stralr era más como un jefe que un líder y por ende, todos sabíamos cómo iba a terminar su proyecto. La muerte de Jin Park nos afirmó aquello cuanto temíamos, que debíamos empezar a dejar de cubrir a este desquiciado. Y fue entonces cuando yo logré tomar mi actual cargo para comenzar a mover los hilos, dejando al fin de ser un peón más, y deseando pararle el delirio de grandeza al general este.
- Resumiendo – Agregó Rosse. – estás interesado en saber si eres capaz de rescatar algo de vuestra inversión a Stralr. No estamos con designios de perjudicar a nadie más y menos ayudar a corruptos o criminales, por culpa de esa gente terminamos en donde estamos ahora.
- No precisamente, – Respondió Eustan. – mi deseo es un tanto distante a eso. Quiero, con exactitud, que los jefes de las otras familias no hagan eso que tú comentas. Claro, son hombres de honor, sin embargo no impide que realicen actos que perjudiquen a inocentes. Y además, ustedes pasaron años siendo los mejores en aquel lugar tan podrido y repleto de asesinos en formación, se debe admitir que son más diestros a la hora de proteger y acabar con personas maliciosas, que ser unos simples trabajadores comunes desperdiciando las habilidades que tienen en lugares mediocres.
Mientras escuchaba la plática, Richard a la vez trataba de comprender los verdaderos deseos de Eustan. El muchacho acercó su rostro a la ventana y siguió con la conversación a la vez que observaba con detalle la ciudad que rodeaba la mansión.
- Entonces ¿Cuándo empezamos? – Preguntó Richard. – Según entiendo lo que quieres es que te protejamos la espalda y que te ayudemos a lidiar con tus «socios».
- Hoy mismo – Respondió Eustan a la vez que en su rostro se remarcaba una sonrisa. – Y me resulta fenomenal tu astucia para sacar esa conclusión, veo que son también del tipo de persona con rápida cognición.
El joven Richard, harto de huir, con ingenuidad pensaba que las palabras de Eustan Ter no eran sino ciertas, y que el hombre en verdad otorgaba una labor honorable para él y su prima, los cuales parecían estar atados en esta nueva etapa a hacer uso de los talentos de combate adquiridos para sobrevivir.
Ter mandó confeccionar unos sacos de cuero y pieles de colores oscuros para Rosse y Richard, aquellos serían fabricados en el transcurso de los días. Después, los tres partieron dirigiéndose a un teatro, ubicado cerca del centro de la ciudad. Ambos primos fueron con ropas elegantes, un vestido para Rosse y un traje para Richard. Ter parecía tener relación con la gente del teatro, dado que sólo bastaron unas palabras recitadas por el mismo para que los dejasen pasar a uno de los vestíbulos, allí se reunió con otro hombre de semblante parecido a Ter. Este hombre, al igual que Eustan, permanecía acompañado de dos sujetos armados. Debatieron sobre negocios, de nuevo en una lengua extranjera, y entre las pocas palabras dichas en nuestro lenguaje, pudo entresacarse que hablaban sobre el título de la propiedad del teatro.
La reunión acabó sin percances ni disputas. Al salir del sitio, yendo con dirección a otro edificio cercano a través de un callejón cerrado en un extremo, Richard advirtió que alguien los seguía. El chico comentó su inquietud a Rosse, ella trató de apurar a Ter, sin embargo este respondió diciendo: “Tengo aquí unas hojas para vosotros, estas son unas dagas especiales de malabarismo, veamos que tal os entrenaron; vuestro verdadero trabajo comienza ahora muchachos. Y sí queridos, por eso solo os traje a vosotros dos conmigo”. Eustan conocía la destreza de Stralr en el uso de agujas como armas, por ende tenía fe ciega de que los Regnal podrían lucirse de esa manera con objetos un poco más grandes, dejando así una señal de superioridad sobre los abatidos en cuanto a habilidad se refiere. De inmediato, varios hombres empezaron a tapar la entrada de la calle. Richard agarró las dagas, y al percatarse de los adversarios que lo rodeaban, apresuradamente las lanzó contra unos tiradores que halló en las ventanas de los edificios laterales; a la vez Rosse empujó a Ter contra un contenedor de residuos, con la idea de utilizar aquel basurero como cobertura, mientras que los individuos que tenían en frente comenzaron a disparar. Las hojas arrojadas perforaron el cuello de los tiradores, al quedar incapacitados, estos soltaron sus rifles. Tres cayeron desde las ventanas, a lo que Richard se apresuró para mover su cobertura, logrando alcanzar uno de los rifles en el aire para seguido usarlo y derribar a quienes quedaban en pie, aprovechando que estos recargaban de munición sus armas. El conflicto había concluido.
Cuando Ter vio el fin del tiroteo, caminó ante los sujetos abatidos, que todavía continuaban respirando, sacó una daga y rajó el cuello de cada uno. Detuvo su mirada un instante, contemplando el arma blanca empañada en sangre, luego recalcó el hecho de que toda esta gente era la verdadera corrupción con la que durante años quiso pelear; y de ahora en adelante, habiendo logrado salir con vida, tendría algunas palabras con sus demás “socios” para conseguir erradicar a las ratas de su organización. Los tres consiguieron huir de allí antes que la policía de la zona llegase. (El terminó policía, para mi querida gente de Drasian, es el nombre dado a quienes cumplen el mismo oficio que los Brodyr de la Ciudad).
Esa misma tarde, Eustan llevó a los Regnal hasta el hogar del hombre con el que había entablado conversación y que a su vez mandó perpetrar aquel ataque ocurrido. Allí observaron su propiedad y la abundancia que poseía, Ter se refirió a ello como una vida inmerecida. A través de las rejas del gran portón de hierro de la propiedad, podían ver al sujeto tocando un instrumento de cuerdas, un piano, disfrutando de la compañía de sus hijos e hijas. Siguieron visitando otras residencias, esta vez saludando a los dueños, amigos de Eustan según estos. Conversaban todos en una misma lengua extranjera. Al volver a la propiedad de Ter, que en comparación con las mansiones de sus socios esta se veía mucho más modesta, el voluminoso hombre dijo lo siguiente:
- “Nosotros… somos un grupo que gobierna todo el mercado desde las sombras de la sociedad, con sangre y dinero. Algunos lo nombran de una manera particular, como solían llamar a un acto de caballerosidad en la isla de Sicilia, cuna de nuestro imperio, el nombre dado es el de «Mafia». Controlamos industrias o empresas que nos proveen un capital a cambio de su protección y avance. Hay una larga historia detrás. Sintetizando cuanto puedo, os contaré que la organización tuvo su comienzo en un grupo de astutos que controlaban naranjales… – Lo relatado entre puntos no fue redactado en ningún diario, por lo que lo desconozco y no puedo recitarlo. – … y así seguimos, siempre con los mismos métodos. Cada grupo es una familia controlada por un jefe, y cada jefe es distinto, sin embargo todos ofrecemos lealtad al origen de nuestra forma de trabajo. La Cosa Nostra. Ese es el verdadero nombre de aquello que los de afuera llaman Mafia. Pero a diferencia de la mayoría de líderes en la Cosa Nostra, yo y otros pocos somos los únicos que evitan la sangre de inocentes. Nosotros, hijos de esta tradición, crecemos con sangre, nos hacemos hombres con la sangre, a pesar de eso es sólo la de quienes están manchados en profundidad con ella. Quedan únicamente dos días, después de eso ya no estarán obligados por su honor a permanecer trabajando para mí, dependerá de vosotros”.
La propuesta de trabajar como guardaespaldas y de asesinar a mafiosos, no era prometedora, pero creían que harían un bien a la sociedad erradicando la corrupción de la misma. Creían que podían evitar lo que les había ocurrido a ellos en su infancia, pues aún seguían siendo muy jóvenes y en su inexperiencia no sabían lo que aguardaba aquel camino. A partir de allí se consagraron a ayudar a Eustan como parte de un oficio. En silencio se movían eliminando a cualquiera que fuese un peligro para su amo, consiguiendo así que Ter se alzara ante los demás jefes como quien más control poseía en la zona. Con el tiempo los Regnal fueron conocidos a modo de leyenda por el miedo que generaban, llamados por el nombre de “Lobos Negros”. Ambos portaban cuchillas, hojas y pistolas. Daban caza a quienes merecían mientras que protegían al que los mantenía dándoles de comer, o al menos así fue en un principio. Vestidos con largos abrigos negros y deambulando entre las noches. Richard y Rosse se habían convertido en una leyenda urbana entre los hombres de la Mafia y los corruptos que se les adjuntaban, arrastrados precisamente al terrible destino del cual intentaron escapar poco tiempo atrás, el de ser unos sicarios.
Hay cierto dato relevante que me gustaría remarcar. Nahuel, ahora Richard, fue desde muy joven apasionado por las historias en los libros, lo que lo llevó a anotar los sucesos que le ocurrían con la esperanza de colocarlos en una biografía, o algo similar. Debido a que él no poseía una gran imaginación para construir una historia interésate, o una trama que llevase a su lector a apasionarse por el relato, llevó muchos años recolectando momentos y conversaciones en su pequeño diario robado. Este dato relevante también podría fácilmente declararse como una bibliografía, ya que como dije previamente, es de estas anotaciones de donde consigo gran parte de lo escrito. Puesto que aquel diario ha sobrevivido durante tanto tiempo y a tantos lugares, he decidido hacer buen uso de este.
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Licht : El Hijo Del Rey Y El Sicario
Science FictionLicht (luz) es la historia de un viaje, en el cual comprendemos la particularidad de cada individuo y que para cada uno hay ciertos afanes que lo afligen. Narrando la vida de Hijo del Rey Wil y del antiguo sicario Richard, quienes terminan topandose...