En una fría noche invernal, lo que parecía la silueta solitaria de un hombre perspicaz, posaba sobre la azotea de un edificio; al costado de la construcción yacía un parque por donde solían concurrir una alta cantidad de personas. Quienes allí iban lo hacían para tomar aire y disfrutar del cielo estrellado cuando el sol caía. Durante esa noche, Jean Larouss, propietario de la Industria Larouss (la cual se encargaba de la importación y exportación de víveres a regiones cercanas), paseaba recorriendo junto a su esposa por una senda muy habitual en el pequeño parque. Este empresario andaba acompañado en esta ocasión de nueve guardias, robustos y mezclados entre las personas, pues el señor Larouss no era simplemente un caballero de buen obrar. Durante años Jean dedicó un trozo de su esfuerzo diario a la venta de personas, siendo esta la ganancia principal del empresario, y a escondidas de su familia utilizó este negocio para crear su propia compañía; debido a esto Jean sabía que tarde o temprano uno de los Lobos Negros vendría a por él, he ahí la causa de su constante paranoia.
Larouss necesitaba tomar un respiro de su ajetreada vida diaria, y a las 9 horas de la noche solo había un lugar donde pudiese sentirse seguro gracias a la multitud, y a la vez quitarse el estrés de encima, el pequeño parque cerca de la calles transitadas de la ciudad, rodeado por varios edificios desde los cuales cualquier residente vería si alguien intentase atentar contra su vida. El empresario, confiado en que nadie vendría contra él frente a tantos testigos, decidió alivianar su preocupación cediéndola en manos de sus empleados, y de esta manera los minutos pasaron en completa calma. Sin embargo la particular silueta seguía situada en uno de los techos, observaba en lo alto, allí esperó pacientemente y analizó el entorno. Cuando Larouss decidió regresar a su hogar, por ser ya una hora cercana a la madrugada y porque por sobretodo apenas habían unas pocas personas recorriendo la zona todavía, se topó con una inusual sombra reflejada en el suelo, de inmediato alzó la mirada, para su tranquilidad no había nada más que una resplandeciente luna sobre los tejados.
Al rato uno de sus hombres caminó hasta él. Jean aprovechó para comentarle que quería marcharse lo antes posible, su paranoia incrementaba otra vez. Apenas sus subordinados hubieron reubicado sus posiciones para retirarse, un estruendoso ruido provino desde detrás de un alto edificio repleto de apartamentos. Cuatro de los nueve empleados fueron a indagar para calmar la paranoia de Larouss. Allí dos caballos que movían a un par de diligencias chocaron causando que sus mercancías cayeran y golpearan los adoquines de la calle, entre las ruedas parecían verse rastros de petardos. Entonces, tras enviar a estos hombres hasta allí, Larouss tuvo una sensación estremecedora, la cual lo inundó el cuerpo entero. Miró varias veces a su alrededor como si sintiera una presencia, retornó junto a su esposa en medio del parque y llamó a uno de los cinco guardias que quedaban para que reuniera a los demás, mas solo tres acudieron de nuevo a él. El empresario preocupado dejó a su esposa junto a uno de ellos con el encargo de escoltarla al vehículo de transporte, estacionado en la calle contraria al accidente, seguido recorrió el parque en compañía de los dos guardias que todavía se mantenían con él, buscaron hasta hallar finalmente a este par que no regresaba. En un banco detrás de un árbol, ambos hombres robustos reposaban sentados. Jean molesto por pensar que hubieron tomado la noche libre para quedarse dormidos, fue de manera directa a amonestarlos con insultos, grande era su sorpresa al observar que no respondían. Él, sospechando que algo grave les hubiese acontecido, acercó su mirada despacio y dio lentos pasos. En aquel instante contempló horrorizado toda la sangre fluyendo desde los cuellos hasta los pies, descubriendo así la razón del silencio de sus subordinados sentados en aquel banco. Entre la brisa escuchó el crujir de varios huesos, al darse la vuelta admiró envuelto en temor a sus otros dos hombres desplomándose hacia la gravilla del camino, uno con la cabeza girada y otro sosteniendo una daga clavada ferozmente entre las cejas. Frente a él estaba el singular ser que admiraba poco antes desde las alturas. La luz de la luna dejó ver a un hombre alto y con una barba frondosa, lucía como un bravío canino. El Lobo Negro Richard había alcanzado a su presa. Las ventanas de los edificios tapadas con cortinas y las sendas del parque ausentes de alguna persona que pudiese servir como testigo.
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Licht : El Hijo Del Rey Y El Sicario
Science FictionLicht (luz) es la historia de un viaje, en el cual comprendemos la particularidad de cada individuo y que para cada uno hay ciertos afanes que lo afligen. Narrando la vida de Hijo del Rey Wil y del antiguo sicario Richard, quienes terminan topandose...