XVIII. Fe

472 53 126
                                    

Sus oídos zumbaron con la estática de la nada. El ruido del silencio fue tan fuerte, que lo aturdió por completo.

Trató de respirar, pero sus pulmones se contrajeron dolorosamente en su pecho, mientras que el escaso aire que se filtraba a estos era como fuego que abrazaba su garganta, dejándola a carne viva, impidiéndole gritar.

Su corazón golpeó contra sus costillas, como un prisionero furioso que trataba de escapar inútilmente. Cada golpe era tan atronador, que latía directamente en su cabeza, dejándolo desorientado.

Su visión se tornó borrosa, aunque todavía podía percibir las sombras a su alrededor, que lo rodearon amenazantes.

Sus extremidades cayeron laxas a sus costados, mientras sus dedos hormigueaban ansiando aferrarse a algo, pero carentes de la fuerza necesaria para siquiera moverse.

Se quedó tirado en el suelo, a merced de su agonía, mientras a cada segundo su ansiedad crecía, porque sabía que su corazón no soportaría el estrés.

—¿Luthor?

De pronto, su sufrimiento se vio interrumpido.

Alguien llegó junto a él, aunque era probable, que fuera una mala jugada de su cerebro, que se estaba quedando sin oxígeno.

—¿Qué es lo que pasa? —Lex sintió su cuerpo elevarse, más bien, sintió que alguien lo elevaba—. ¿Está bien?

Lex escuchó claramente una voz, pero no pudo reaccionar a ella, su cuerpo estaba completamente paralizado.

—¿Qué está mal? —cierto porcentaje de la angustia ajena relajó su cuerpo.

—¿Debo llamar a una ambulancia?

De quien se tratara, intentó dejarlo, y eso lo sobrepasó, luchó contra el pánico de quedarse solo.

—¡No!

Lex boqueó por aire, sus pulmones se aplastaron por el esfuerzo.

—¡N-no...! —Su visión fluctuó entre la luz y la oscuridad.

Dejándolo en completa desorientación, pero Lex luchó, no podía darse el lujo de perder la conciencia, no cuando alguien, claramente que no era una ilusión, estaba junto a él, llamándolo y sacudiendo.

—N-no... —Lex trató de detenerse a si mismo, pero los ruegos seguían saliendo de su boca.

—Tranquilo, no pasa nada, sólo voy por ayuda.

—E-estoy bien. —Lex insistió mientras sentía cómo su cuerpo empezaba a relajarse—. No...

—Por supuesto. —El bufido resonó cerca de su oído. De hecho, Lex se dio cuenta que sonaba muy cerca—. Claramente lo está.

Lex reaccionó un poco tarde, solo para darse cuenta de que estaba pegado, literalmente, a lo que parecía ser el cuello de Kent, porque esa era su sarcástica voz.

—¿Q-qué...? —Lex se sintió un poco inseguro de lo que estaba sucediendo.

¿Por qué se aferraba al hijo de Martha como si su vida dependiera de ello?

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Oh... b-bueno... —Kent se aclaró la garganta—, ¿podría soltar mi camisa?

Lex estaba aferrado al otro, pero no lo soltó, sólo se alejó un poco, el espacio suficiente como para mirarlo a la cara.

—¿Cómo entraste en mi casa?

Lex se aferró con más ahínco.

—S-si... bueno —Lex estrechó los ojos sobre el hombre—, y-yo... mmm, yo sólo...

SupernovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora