El hacker arruinó la reputación de todos, pero el vengador acabará con la vida de cada uno de los abusivos que atormentaron a un chico inocente durante años. Se metieron con Luis y ahora, deben pagar.
Pero Sofía y Carla Herrera no dejarán que eso su...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
❝SIEMPRE ES UN PASO ADELANTE Y TRES PASOS ATRÁS❞
Las cosas se habían salido de control la noche en que Carla y Sofía tuvieron que correr por el cementerio para ayudar a sus amigos, pero había que estar loco para creer que eso era lo más lejos que podía llegar el vengador.
No habían pasado ni tres días cuándo Lulú llegó al colegio y encontró a Alex semi desnuda, con el cabello corto y atada de manos y pies en uno de los salones. Además de que los locker estaban llenos de pintura roja y la palabra "VENGANZA" escrito encima, más específicamente, la hilera de casilleros donde estaba el de Carla y también el de Luis.
Pero nadie a excepción de Lulú sabía eso todavía porque nuestras queridas detectives aún no llegaban a la escena del crimen.
Ahora la menor de las Herrera estaba saliendo de la habitación de la casa de los Betancourt, dónde se estaba quedando, lista para irse a la escuela, Podía sentir el olor a desayuno venir del piso de abajo cosa que la hizo sentir muchísima hambre así que se apresuró para bajar las escaleras hasta el primer piso.
Y en ese mismo momento, sólo que del otro lado de la ciudad, su hermana estaba desayunando con Quintanilla y su mamá.
Cuándo llegó a la cocina pudo ver a Elena moverse de un lado a otro, a Gaspar poniendo la mesa y a Martín cortando fruta, parecía que todos funcionaban bien juntos y que podían controlar todo a su al rededor.
—Carlita, buenos días— La mujer la saludó con una sonrisa cuando la vio parada a un par de metros de distancia de la cocina— ¿Cómo amaneciste? ¿Bien?
—Muy bien, Elena— Herrera le sonrió de vuelta y luego de dejar su mochila en el sofá de la sala se dirigió a ayudar en lo que pudiera, aunque parecía que todo estaba listo— ¿En que ayudo yo?
—Tu siéntate ahí tranquilita que ya nomás servimos el desayuno— Le dijo Martín poniendo la fruta en un tazón mientras Gaspar ponía vasos para el jugo de piña en la mesa y Elena se concentraba en los huevos
