CAPÍTULO 3

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—Que no nos hayan presentado apropiadamente esta noche, aunque sabemos que es innecesario, no impide que me acerque a saludar —dijo una voz gutural a sus espaldas—. Bonito discurso.

Adara, que estaba terminando de beber un trago de soda, estuvo a punto de escupirlo. Dejó el vaso sobre la mesa del buffet, y se giró lentamente.

Ella pretendió, al parecer sin éxito, ignorar la presencia de Bashah en cuanto se dio cuenta de que había sido invitado también a la cena exclusiva. No podía haber sido de otra manera porque él era, y siempre sería, un príncipe. Aunque ese título jamás hubiera significado nada especial para ella... hasta el día en que la humilló en honor a ese título, empañando lo que juntos habían vivido.

—Gracias, alteza —replicó con aplomo. Nunca volvería a permitir que Bashah volviera a vulnerar su armadura. Quizá la hubiera sorprendido esa noche, pero era todo—. Me gustaría continuar conversando, pero tengo que ir a hablar con la anfitriona...

Él la miró con una sonrisa sardónica.

—¿Vamos a pretender que no nos hemos visto nunca, Adara? —preguntó con ese tono tan delicioso como el más exquisito café árabe. Intenso. Profundo—. O quizá podemos conversar como viejos amigos...

—No me permito familiaridades con nadie fuera de mi círculo personal. El cual, por supuesto, es muy reducido.

A Bashah, aunque lo tenía merecido, no le gustó la grosería.

—Comprendo, ¿qué ha pasado con tu acompañante? —continuó tutéandola, y cambiando el tema... de momento.

El aroma del perfume floral de Adara, aquel que sus células recordaban con pasmosa claridad, envolvió a Bashah, cuando ella caminó para apartarse. Él le cortó el paso con precisión. Nadie podría decir que entre ambos existía tal tensión que la punta de una aguja podría romperla.

—Ha tenido un contratiempo. —Adara lo miró con suspicacia—. A menos, claro, que la partida de Oscar haya tenido algo que ver con usted... alteza —dijo con sarcasmo ante la mirada furiosa de Bashah.

—Quiero hablar contigo.

—Vaya... un príncipe mentiroso —soltó una risa cargada de desprecio— no sé por qué no me sorprende. Y ya estamos hablando.

Él apretó las manos a los costados.

—A solas.

—Una lástima, alteza, porque yo no tengo intención de hablar nada con usted. Y ahora —devolvió un oportuno saludo desde una de las esquinas del salón en donde se llevaba a cabo la cena— tengo que abandonar esta interesante charla.

Bashah, rompiendo por completo el protocolo que un príncipe debería mantener, estiró la mano y tomó a Adara del codo. Esta se deshizo de su toque como si le hubiese picado una serpiente cascabel. Él apartó la mano.

—Cena conmigo mañana. —Se sacó del terno una tarjeta y se la extendió—. Estaré en Londres tres días más... quisiera poder explicarte lo ocurrido en Azhat antes de que se diera la revuelta.

—Estoy segura de que su esposa no aprobaría que se viese con una mujer que solo trabajó en un harén para complacer las tradiciones de un país.

Él no la culpaba por el desprecio que dejaba traslucir su voz. Los ojos azules lo decían todo.

—Escúchame...

—¡Príncipe Bashah! —exclamó Gregory McDowell, asistente del Primer ministro británico—. Qué honor encontrarlo.

Entre las arenas del tiempo (MAKTUB 1) - COMPLETADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora