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Diario virtual de Ray

11 de junio de 20...

Creo que necesito dormir más, porque si no, no entiendo lo que está sucediendo. Cada vez tengo sueños más extraños y me despierto con la sensación de que son importantes. Como si quisieran decirme algo. Estoy tan nerviosa que no sé si estaré escribiendo esto de manera que se entienda... Hoy he cometido más irresponsabilidades que en toda mi vida junta. Hay tanto que quiero contarte, que no sé por dónde empezar. Siento que he estado a punto de morir... Y sin embargo nunca me había sentido tan viva.

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Las baldosas eran azules. No como el cielo, ni el mar, más bien como la cara de los ahogados. Eran azules y cuadradas, perfectamente cuadradas. Eso, por algún motivo, lo recordaba muy bien. Estaba lleno de gente, entraban, salían, se abrazaban, algunos lloraban, otros reían para tratar de aligerar un peso demasiado pesado. Ray miraba las baldosas y las contaba. Una, dos, tres... Había 153 baldosas y 4 de ellas estaban cortadas para que encajaran en el pasillo del tanatorio.

La gente seguía yendo y viniendo, pero nadie le hablaba. Era invisible. Su existencia era tan vana, tan minúscula, que la del muerto, que ya no era, brillaba con más fuerza que la suya. De pronto una mano fría se posa en su hombro. Nota el filo de una garra arañar suavemente su cuello.

-Vámonos, novata. No hay nada que hacer aquí.

Ray alza la cabeza y...

La versión politono de Fake love de BTS la saca de su sueño.

«153 baldosas» piensa estúpidamente mientras su mano tantea la mesilla de noche hasta encontrar el móvil.

-¿Sí?

-Buenos días, ¿hablo con Ray (apellido)? -La voz al otro lado del teléfono era muy seria y formal, no parecían publicistas.

-Sí...

-Le llamamos desde oficina de policía. ¿Se encuentra en su domicilio?

-Ah... Sí, sí, estoy en casa.

-Bien, le informo de que en unos minutos acudirán dos agentes para realizarle algunas preguntas sobre los sucesos de ayer en la biblioteca María Moliner. Procure permanecer en su domicilio hasta entonces. -Ray no respondió, no le dio tiempo. -Gracias por su atención, que tenga un buen día.

Y colgaron.

Ray se frotó el rostro con ambas manos. No sentía haber dormido lo suficiente para continuar con aquella mañana. Además, seguía teniendo tantas cosas que hacer... Todo lo ocurrido el día anterior había descolocado su calendario de estudio. No le iba a dar tiempo a terminar nada, iba a sus pender y no podría permitirse seguir en la universidad y...

Un nudo se le formó en el estómago causándole náuseas. Arañó el colchón con los talones nerviosa mirando al techo «todo va mal». Se arañó el brazo derecho y entonces recordó. Tenía su número.

Un calor reconfortante le tiñó las mejillas de rojo. «Pero para qué la voy a molestar. Seguro que fue porque le di pena. Seguro que ni siquiera es su número. Seguro...» Nunca estaba segura de nada, salvo de las cosas que hacía mal.

El timbre de casa le hizo saltar de la cama.

-¡Ya voy yo! -Gritó, sin estar siquiera segura de si sus compañeros de piso estaban en casa.

La entrevista fue corta, ni siquiera pasaron de la puerta. Qué vio, cómo lo vio, quiénes estaban.

Ray decidió omitirles la presencia de Sora en aquel baño. No tenía ningún motivo especial para ocultárselo, sin embargo decidió callarse. Los agentes no mostraron interés en su declaración, ni siquiera la miraron directamente, estaba claro que sentían estar perdiendo el tiempo hablando con ella.

Cuando se marcharon Ray tuvo que responder a la presencia de dos búhos observándola desde el sofá del salón.

-¡Joder! ¡La poli en casa! ¿Estabas allí cuando lo de la chica?

Ray los esquivó alegando que estaba cansada, que le dolía la cabeza y necesitaba estar sola. Cogió el paquete de galletas de la cocina y se encerró con él en su cueva. Se guardó el número en la memoria del móvil y pasó un largo rato mirándolo. ¿La molestaría si le mandaba un mensaje? Seguro que la molestaría, debía estar ocupada... «Pero si seguro que no es su número, no la voy a molestar». Con esta idea se decidió a mandarle un mensaje por Whatssapp.

«Buenos días, soy Ray»

Nerviosa lanzó el móvil sobre la cama y se escondió bajo las sábanas. Ya está, ya lo había hecho. Se sintió tonta por estar preocupándose por algo así, siendo que tenía tanto. TANTO por hacer.

La cama vibró, pero Ray sintió que se tambaleaba el mundo entro. «Será el imbécil de Sam, seguro». Cogió con rapidez el móvil para comprobar que ahora sobre el chat de Sora, aparecía la foto de perfil: un primer plano de un gato negro.

«Hola, novata, ¿has podido descansar algo?»

Ray comenzó a gritar. Por dentro, en silencio, pero a gritar. Lanzó de nuevo el móvil y dio vueltas por la cama, apretando la almohada contra su cara. Era ella. Era ella. Era ella. No tenía ningún tipo de protocolo de actuación para cosas así. ¿Qué debía decir? Temblando agarró de nuevo el móvil, escribió algo, lo borró y lo volvió a lanzar. Así un par de veces, hasta que la ansiedad por hacerla esperar venció a la vergüenza.

«Sí, bueno... No mucho, tu que tal estás?»

«Bien, había pensado en llevarte a dar una vuelta, para olvidar un poco lo de ayer. ¿Vives por Delicias, verdad? Te espero en El Rincón en media hora. No llegues tarde, ¿eh?»

¿Cómo sabía dónde vivía? ¿Quería llevarla a algún sitio? Pero... Tenía que estudiar... Y... ¿Y a dónde la quería llevar? Ray temblaba como una animal asustado en la carretera, como si de su pantalla fuera a salir un monstruo gigantesco a devorarla.

¿Y si quería que la devorasen?

Aguantó la respiración y sin pensar escribió

«Vale, allí estaré».

Y tras eso el móvil volvió a salir volando.

Sora_pinku y tú ~ FanFicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora