03
Méstor, Azaes y Elasipo
Después de estar conversando con los cinco Karurá que había llevado consigo al castillo Atávico, se acercó Caspio, el primer guardia real de Elasipo, diciendo que los reyes jóvenes estaban reunidos en la tienda de Méstor y le pedían a Atlas unirse. Él no dudó un instante en seguirlo, dándose cuenta en el trayecto de que los reyes más viejos estaban reunidos también en la tienda de Gadiro.
El castillo de Wá era en realidad un grupo de edificios que alguien había construido sin tener una idea clara, o tal vez cambiaba de parecer cada década. Había torres alrededor de una plaza embaldosada y en el centro de esa plaza se hallaba un pabellón en el que descansaba una campana para dictar las horas. Detrás de las torres se podía apreciar un conjunto de galerías sin terminar, corredores sin salida, habitaciones sin techo, y un largo etcétera de cosas inconclusas. Tenía la facilidad de ver edificios con fachadas de siglos anteriores a la aparición de la raza profunda, junto a uno muy moderno, y lo fascinante era que todos estaban igual de inacabados y abandonados, como si hubieran sido hechos a la vez. Atlas siempre había pensado que ir a ese lugar era como viajar en el tiempo hacia una civilización de la que sólo quedaban las ruinas. Un espacio libre, pacífico y hermoso.
—Ya llegó —anunció Mestor cuando Atlas cruzó la entrada de la tienda.
Una tenue luz le dio la bienvenida y pudo reparar en que los tres reyes en efecto se encontraban allí.
Méstor estaba tumbado entre cojines y almohadones, dormitando en el fondo del lugar como un friwy que se ha dado un banquete de medusas. Elasipo y Azaes jugaban frente a él un juego de mesa bajo la luz dorada de un grupo de flores que habían dispuesto para la reina somera. Los tres le regalaron una genuina sonrisa que Atlas se encargó de desdeñar con una mueca.
Agarró una fruta de uno de los recipientes que halló en una de las mesas y la mordió, nadando hasta sentarse junto a Méstor a quien saludó con una palmada en la cara después de jalar una trenza a Elasipo y apretar los cachetes de Azaes.
—Parece que vuelven a estar de mi lado —murmuró el nivranco echando un rápido vistazo a la tienda. Burbujeó con aprobación.
El olor de las frutas se mezclaba con el de Azaes. Algunos peces transparentes que se habían colado flotaban pacíficamente en medio de todos y curioseando por los rincones. Rectángulos de telas finas colgaban de las vigas y almohadas con bordados impecables en colores oscuros se hallaban regadas por todas partes. Parecía más un dormitorio que una sala de estar.
—Siempre estuvimos de tu lado, Atlas —respondió Azaes con una sonrisa condescendiente. Sus rizos de un tono turquesa llamativo flotaban graciosamente rozando sus mejillas, mientras esperaba a que Elasipo terminara de mover sus fichas.
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Reinos en caos
Fantasy«Con tres perlas te hice mía. Te liberé de ese encierro al que llamaste cuerpo. Ya no más ese negro cabello seco, ahora es vivo con las olas y adornado de burbujas causa envidia. Que bellos ojos posees, pero al dedicar a mí tus miradas loco de deseo...