11
El asesino de la bruma
—Soy el ser más idiota que ha nadado alguna vez en el océano —balbuceó Atlas con la frente pegada en la superficie de la mesa.
Naláw, sentado a su lado a punto de morir de aburrimiento, lo miró de soslayo, sorprendido y conforme con esa declaración.
—Sí, es cierto. ¿Cómo llegaste a esa acertada conclusión tú solo?
Atlas burbujeó fijándose en las bolitas de aire que subían temblorosas hasta el techo.
—Le dije a Bohunissa que me silbara —se lamentó hablando con lentitud—. Si lo hace, descubrirá que soy la persona que ha estado llamándola todo este tiempo. Va a pensar que soy un acosador o algo así... Bueno, llevo un toríma entero sin hacerlo. ¿Se acordará de mi silbido?
Naláw, quien no se esperaba aquello, se quedó en blanco mientras intentaba procesar esa nueva información. Al final apoyó un codo en la mesa y se giró hacia el bulto inservible de su amigo que seguía haciendo burbujas como un idiota.
—Acabas de decir dos cosas muy graciosas. Quiero estar seguro de haber oído correctamente. Te haré unas preguntas sencillas, ¿de acuerdo? —Hizo una pausa como si necesitara prepararse para la obvia respuesta—. ¿Cuándo hablaste con la larvada por última vez?
—Se llama Bohunissa.
—¿Cuándo fue?
Atlas le devolvió la mirada con el reconocible destello de un secreto bailando en el fulgor de sus ojos.
—Hoy. Hace poco.
—¿Pero qué...?
—Me la encontré en una tienda de frutas y estuvimos hablando un rato —le explicó. Luego hizo una mueca divertida—. No, para ser exactos, ella estuvo riéndose de mí por un rato... ¿Sabías que sus ojos se vuelven dos rayitas cuando se ríe? No lo vi, pero estoy seguro de que es así.
Naláw estuvo a punto de estamparle un puñetazo para borrarle la sonrisa estúpida, pero cambió de idea.
—Concéntrate —espetó dando una palmada en la mesa, consiguiendo que Atlas despegara la cabeza a causa del golpe y le pusiera mala cara—. ¿Te das cuenta de lo peligroso que fue eso?
—Sí, lo sé, pero no podía hacer nada —se excusó encogiéndose de hombros—. Se me quedó la lengua pegada a una lengua de pulpo y ella me ayudó a despegarla. Fue asqueroso, si me lo preguntas. Pero ella se portó tan linda conmigo... No podía irme así sin más. No soy un descarado.
Naláw cerró y abrió los ojos como si todo eso sobrepasara tanto sus límites que ni ganas de enfadarse le quedaban.
—Mira, ni siquiera quiero saber cómo un pulpo y tú terminaron en una situación tan absurda. Eres Atlas, después de todo. Nada es normal contigo. Lo que quiero entender es, ¿por qué acordaron silbarse el uno al otro? —Bajó la voz para continuar—. ¿Eres consciente de las cosas en las que estás metido? Una distracción así no es admisible.
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Reinos en caos
Fantasía«Con tres perlas te hice mía. Te liberé de ese encierro al que llamaste cuerpo. Ya no más ese negro cabello seco, ahora es vivo con las olas y adornado de burbujas causa envidia. Que bellos ojos posees, pero al dedicar a mí tus miradas loco de deseo...