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En el segundo receso las miradas hacia nosotros aún estaban presentes y eran tan incómodas que YoonGi tuvo que sostener mi mano en todo momento. Se sentía tan suave y fría, él siempre tenía sus dedos prácticamente congelados, aunque siempre respondía no tener frío, pero estaba bien. No me molestaba eso, me sentía segura ante los demás cuando él sostenía mi mano.

¿Qué les pasaba?

¿Acaso había hecho algo malo?

—YoonGi —lo llamé en un susurró—, ¿por qué nos miran así?

—No tengo idea —manifestó con el ceño fruncido—, pero lo mejor sería...

—¡SooYeon! —gritaron mi nombre a mi espalda y, deteniendo al chico que sostenía mi mano, me giré para encontrar a un compañero corriendo hacia nosotros— La señorita Bong te está buscando.

—¿Ah? —pregunté y el chico asintió— ¿La psicóloga?

El chico simplemente volvió a asentir, me dio aquella extraña mirada y se alejó.

¿Podrían detenerse? Odiaba que me observaran como si el mundo girase a mi alrededor.

—¿Quieres que vaya contigo? —me preguntó y lo miré; amaba sus ojos, por muy oscuros que fuesen siempre brillaban y me daban una sensación de paz tan inmensa que, rápidamente, se expandía por todo mi cuerpo.

Lo que él provocaba en mí era como el BigBang; una explosión tan intensa que creo lo infinito.

—¿Harías eso por mí?

Asintió con una sonrisa tan perfecta que sentí mi corazón derretirse. —No tengo problema en seguir sosteniendo tu mano.

Sus palabras fueron como cosquillas en el cuerpo que te llenaban de esperanza.

Aunque no contestaras mi mensaje ese día, juraría que si te gustó.

Caminé tomada de su mano a la oficina de la señorita Bong y fue lo mejor del mundo. Él acarició la palma de mi mano en cuánto estuvimos frente a la puerta y no me soltó en ningún momento, ni siquiera cuando toqué la puerta y, una señora en sus posibles cuarenta, abrió.

Nuevamente estaba esa mirada.

—¿Por qué todos me miran así? —quise saber antes de entrar.

—SooYeon —me llamó YoonGi con suavidad y lo ignoré—, tranquila...

La mujer frente a mí trató de ocultar esa compasiva mirada, pero ya era tarde.

—Lamentó eso, a veces mis emociones me ganan —sus palabras eran tan suaves que, a pesar de haber ocultado esa incómoda mirada, podía escuchar lo mismo que había visto antes: compasión.

¿Acaso a todos les afecta que estemos en nuestro último año?

—Entonces debería cambiar de carrera —musitó el chico a mi lado como un chiste.

—No lo vuelva a hacer —pedí—. Es demasiado incómodo para nosotros y ni siquiera entendemos porque todos nos miran así.

Ella se mantuvo en silencio durante unos segundos antes de despejar su mente y mostrarme una sonrisa, algo tensa, pero una sonrisa, al fin y al cabo.

—Discúlpenme.

Ambos aceptamos las disculpas, mas no quise quedarme a escuchar otra palabra.

First Last Day | M;YGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora