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—Cierra tus ojos desde aquí —me pidió sin ningún indicio de haber corrido como nunca antes lo habíamos hecho.

Por mi parte, estaba muriendo.

—Espérame —exigí y él se rio—. No entiendo como... puedes verte tan bien después de haber... escapado el guardia.

La adrenalina aún corría por mis venas mientras lo observaba.

Resulta que tras saltar el mundo que separaba el mundo de la prisión, uno de los inspectores nos había visto y comenzó a seguirnos para atraparnos. Estuvimos corriendo como por cuatro cuadras hasta que, finalmente, le habíamos perdido de vista.

—Ventajas de mi condición física —fue lo único que dijo para molestarme.

—Que envidia —respondí.

Él simplemente negó con la cabeza y volvió a tomar mi mano para, esta vez, guiarme a quien sabe dónde.

Mientras sostenía su mano no podía evitar pensar que esta era una de esas veces donde más lo sentía cerca de mí. Junto a él sentía que cualquier problema se podía solucionar, su paz, calma y sonrisa me hacían sentir plena, tranquila y feliz.

Muchas veces llegué a pensar que para vivir solo me bastaba escuchar hablar, o solo verlo.

Con que solo fuese él yo era feliz.

— ¿Recuerdas que pasó el día que me mandaste el mensaje? —me preguntó repentinamente.

Moví mi cabeza afirmando que si lo recordaba.

— ¿Cómo olvidarlo? —me reí— Solo fue hace dos semanas.

—Te dije que te verías hermosa en un vestido negro para la graduación —recordó—, y tú me dijiste que nunca usarías negro.

—Y sigo en la misma postura —murmure entre risas.

—Luego me dijiste que te gustaba —recordó—, y yo no pude responder, ni siquiera lo vi, pero, seguramente, nada habría cambiado.

Por unos segundos su voz desapareció y quise abrir mis ojos, desobedecer su orden y mirarlo a la cara, necesitaba hacerlo, pero no tenia la fuerza para lograr mi petición...

— ¿YoonGi? —lo llamé.

—Lamentó que tuvieses que usar el negro antes —lo escuché decir tan lejos que sentí el frio de la soledad abrazarme.

Negué con la cabeza comprendiendo a lo que se refería y di un pasó atrás.

Ahora entiendo que ese perfecto día se estaba convirtiendo en un desastre que me dejaría marcada para toda la vida y no quería aceptarlo. No podía. ¿Cómo hacerlo después de todo lo que habíamos vivido?

Pensé que todo estaba bien, que éramos un par de adolescentes felices, pero jamás me di cuenta de las señalas hasta que fue demasiado tarde, ni siquiera yo fui impedimento para que pudieras despedirte, sin embargo, nunca te respondí, así como tu no respondiste mi pregunta.

—Siempre supe que tenías una gran imaginación... —por favor, no sigas— Pero debes soltarme.

Y en ese momento, aunque no me lo pidió, busqué la fuerza para abrir mis ojos y darme cuenta que aquello que tanto temía, había pasado...

Él ya no estaba.

Y en ese momento comprendí que así son las despedidas más dolorosas, aquellas en las que no puedes decir "adiós".

First Last Day | M;YGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora