Guerreros

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Jace estaba escondido debajo del gran escritorio de la biblioteca, acurrucado tan al fondo como podía para evitar que las piernas de Robert Lightwood chocasen con él. El hombre había entrado apresuradamente en la estancia y no le había dado tiempo a Jace de escapar antes de que cerrara la puerta con un gran estruendo. Era evidente que estaba enfadado, y a Jace no le gustaba estar del otro lado de su ira, asi que se había metido en el primer escondite que se le ocurrió.

No es que alguna vez Robert hubiese dirigido realmente su enfado hacia él –el padre de Alec e Isabelle se comportaba la mayor parte del tiempo como si Jace fuese poco más que invisible– pero Jace lo había visto enojarse con sus hijos un par de veces y había decidido que no era algo de lo que deseara participar.

Se encogió un poco más cuando escuchó la autoritaria voz de Robert retumbar en la habitación.

-¿Vas a decirme qué sucede contigo?

No hubo respuesta.

Jace se preguntaba quién estaría del otro lado del escritorio de madera.

Probablemente Alec. Más probablemente, Isabelle. Aunque bien podía ser Hodge. Robert era la cabeza del Instituto y, por lo que Jace sabía, podía sermonear a cualquiera bajo su techo.

Descartó la idea de que fuese el pequeño Max, puesto que nunca se metía en problemas (a su temprana edad era muy improbable que lo hiciera, de todos modos) y si hacía algo que no debía todo el mundo lo perdonaba porque era sólo un bebé. Parecía que eso le daba derecho a que cualquier cosa que hiciera estuviera bien vista y, además, fuese tierna.

La voz de Robert volvió a asustarlo y lo sacó de sus cavilaciones.

-Alexander Gideon Lightwood, te hice una pregunta.

Así que era Alec.

Jace no llevaba mucho tiempo en el Instituto (algo menos de un año) pero había aprendido que no era Alec quien usualmente se metía en problemas, sino su hermana Isabelle. Ella andaba siempre chismoseando donde no debía, molestando a Alexander y haciendo amigos subterráneos, lo cual no le hacía demasiada gracia a su padre. Jace no lo entendía bien, puesto que al haberse firmado los Acuerdos hacía ya tiempo, los Cazadores de Sombras debían ver a los habitantes de Submundo no como enemigos, sino como aliados. Se lo preguntó una vez a Alec, y el otro chico balbuceó en respuesta que su padre se comportaba así porque Izzy era su única hija mujer, y eso era normal. Jace no entendía completamente el concepto de aquello, pero su compañero no era muy conversador asi que no había tenido oportunidad de indagar más al respecto.

La voz de Robert, una vez más, lo devolvió a la realidad.

-Voy a preguntarlo una última vez, Alexander…

-No sé de qué hablas. –exclamó el chico, interrumpiendo a su padre. Jace esperaba que eso aumentara el enojo de Robert, pues a él su padre le había enseñado que nunca debía interrumpir a sus mayores; mas Robert simplemente respondió con la calma fría que lo caracterizaba.

-Hodge me ha dicho que has estado atrasándote en tus lecciones. Me ha comentado que te distraes últimamente, en especial durante los entrenamientos.

Alec balbuceó una respuesta que Jace no llegó a descifrar.

-¿Es por este chico, Jace? –Presionó Robert– ¿Ha estado molestándote?

Jace se sintió enfadado al instante. Él no había hecho nada en absoluto desde que había llegado al Instituto más que sobresalir en sus clases, mantener la cabeza baja e intentar acoplarse a la vida de los Lightwood sin molestarlos. Alec apenas hablaba con él. ¿Cómo podía Jace tener la culpa de cualquier cosa que le pasara al otro chico? Su cara hervía de furia y apretó los puños y la mandíbula para controlar su temperamento y luchar contra la idea de salir de su escondite y darle al hombre una patada en la espinilla. Tomó aire y esperó la respuesta de Alec, que tardó unos instantes en llegar.

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