Alemania x Polonia | La otra cara de la moneda.

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Todos sabían de su relación de amistad, incluso cierta francesa, que esperaba impaciente a que el alemán llegara a la casa que compartían porque, pues si, ella portaba un anillo de compromiso. 

 Él había salido en la noche a visitar a su querido amigo polaco, ya era de mañana y no volvía, se comenzaba a preocupar, aunque ya le haya hecho lo mismo muchas veces en el pasado. 

 Hace meses que su esposo frecuentaba al antes dicho polaco, parecían ser muy íntimos amigos, no le molestaba en lo absoluto, pues, ¿Quién pensaría mal de un padre de Iglesia? Nadie, es la respuesta, es más, le parecía bien que tengan una amistad, era importante llevarse bien con los curas, ¿No? 

 Sospechó algo cuando vio una mordida casi ni visible entre el cuello y hombro del hombre, pero no pensó inmediatamente en aquel polaco, oh no, pensó que simplemente la engañaba con otra mujer. 

 Se habían distanciado a lo largo de su matrimonio, llegando al punto de dormir en habitaciones separadas, la razón de esto no hacía feliz a ninguno de los dos, no querían ni mencionarlo al otro, pues la dichosa razón era la infertilidad de la pobre francesa.

 Ella no le había podido dar hijos al alemán, el cual deseaba tanto ser padre para así poder limpiar el nombre de su familia, tanto lo deseaba que decidió intentarlo más de una vez, durante un tiempo, hasta simplemente aceptar que nunca lo lograrían.

 Pero el matrimonio es hasta que la muerte los separe, así que el divorcio no era una opción para esos, simplemente decidió ir alejándose de a poco, no cortando la relación por completo porque sino sería insostenible, aún así cuidando pequeños detalles como llevarle el desayuno a la cama, comprarle ramos de flores y pequeñas cosas más para mantenerla contenta.

 Era una vida, bueno, no perfecta pero tampoco la peor, no podía pedir por más y si Dios así quiso que fuera, así sería, hasta la llegada del joven polaco a sus vidas. 

La francesa no tenía ni idea de esto.

[ ... ] 

 La miseria y soledad que aún sentía el germano tenía una simple explicación; Se reservaba todo para él, guardaba todos sus sentimientos dentro de su pecho y no los dejaba salir ni con su misma esposa, pues ella no era su psicóloga para tratar de ayudarle con todo eso.

 ¿Y el polaco lo era? Bueno, era su más íntimo amante, que además era cura, podría confesarle lo que quisiese y este no abriría la boca por promesa al Señor, también por promesa a su amor, ambos estaban sucios en ese asunto gracias a su pequeño secretito.

 La francesa a veces se angustiaba al escuchar llorar al mayor en la habitación de al lado, quería preguntar e incluso lo hizo en un momento, pero la única respuesta que recibía era un ''Estoy bien'' y un ''No es nada''. 

Eso no la complacía, ella estaba dispuesta a escucharlo, pero él simplemente no se dejaba, que hombre más terco. 

 El estado de ánimo del de habla germana comenzó a mejorar de la nada, hace tan solo meses, coincidía con el día que fue invitado por primera vez a la casa de cierto polaco, pero ella decidió ignorar esa clara pista frente a sus ojos, quería pensar que ella era la razón de tanta felicidad.

 Se cruzaban por la cocina, por el pasillo y por la sala de la casa, la mujer podía notar siempre como el más alto llevaba una leve sonrisa en sus labios, casi imperceptible, le recordaba a la que tuvo el primer día que se vieron. Quería quedarse con ese recuerdo. 

 Los detalles hacia ella fueron bajando gradualmente a medida que la frecuencia con la que veía a cierto cura aumentaba, ella decidió no verlo. La atención que recibía fue bajando, pasando a ser atención totalmente para cierto cura, ella miró para otro lado. 

 Entonces, si todo eso estaba ahí, ¿Esa mordida no debía ser claramente del polaco? ¡No! No, no, su esposo no cometería tal pecado, con una mujer estaba mal, ¿Pero con un hombre? ¿Un ciervo de Dios además? Impensable, simplemente impensable para su persona. El alemán era alguien demasiado correcto.

[ ... ] 

 Se hacía pensar a si misma que era la razón de la felicidad de su esposo, eso la mantenía cuerda, a veces se quería acercar a él, a veces lo lograba y otras simplemente era rechazada como si nada, como si no tuviera ese maldito anillo en el dedo anular de su mano izquierda. 

 No comprendía la situación, aunque fue ella la que se sumió en esa ignorancia de lo que ocurría frente a ella, era mejor eso a pensar que su marido había pecado gravemente, pues no podía pensar mal de él, era la persona a la cual estaba atada de por vida, y trataba de sobrellevar eso lo mejor posible. 

 Dejó de pensar tanto al escuchar la puerta principal, se levantó de manera rápida y se arregló aquel blanco vestido que se había puesto para recibir a su amado.

 Él entro al comedor momentos después, mirándola unos momentos desde la entrada para luego ir con dirección al refrigerador. 

━ Lo siento por llegar tarde, no vi la hora. ━ Esa fue su penosa excusa, ... Fue recibida con brazos abiertos por la mujer. 

━ No importa, ya estás aquí, ¿Qué tal te fue? ━
Ella intentaba sacar conversación, pero él no parecía interesado en eso, estaba más ocupado preparándose su desayuno. 

Le supo mal dejarla así nomas, por lo que respondió simple y con un tono cortante, 

━ Bien. ━

 El silencio reinó después de eso, la francesa solo se sentó de nuevo sin quitar su vista del alemán, parecía bastante desarreglado como para ser él, aunque solo tuviera el cuello de la camisa mal puesto, eso dejaba ver algo de su cuello, una parte, ¿Eso era ... ? No, desvió la vista y no le dijo nada sobre eso.

 Tiempo después el mayor se retiró a su oficina con una taza de café para empezar con su trabajo, dejando sola a su mujer, la cual estaba teniendo otra pequeña crisis, ¿Su esposo usaba de excusa ir a ver al polaco para frecuentarse con alguna zorra que se encontrara en la ciudad? Era lo más lógico para ella y era la verdad que escogería.

One-shots (Countryhumans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora