Capítulo 20. Amistad

3 2 0
                                    

"Abrazar el pasado puede convertirse en nuestra ancla o en nuestro remo"

Antes de la llegada de Ethan, tengo unas horas para aprovechar mientras Sofí está en la escuela. Solo espero Ethan no regrese en la mañana y tenga que dar explicaciones de las que no tengo intenciones ni valentía para dar.

El edificio del Golden relucía frente a mí. Podía ahorrarme un poco de tiempo.

—Buen día —saludé a uno de los guardias de la puerta—. ¿Sabe si Elian Holm o Nash Novoa se encuentran?

El sujeto me miró extrañado. Cómo si no reconociera esos nombres.

—Disculpe señorita, pero soy nuevo en el trabajo y no sabría decirle —se excusó.

—Gracias —exclamé con decepción.

Seguí mi camino, con la esperanza de encontrarlos dentro, Adal me había dejado su membresía para entrar sin problemas, en lo que yo encontraba la mía. Estando a escasos pasos de cruzar la segunda puerta me volví a preguntarle una cosa más al guardia.

—¿Sabes si Dilan ha llegado?

La cara del guardia volvió a tornarse confusa.

Memoria no me falles. Lengua pronuncia bien. Conocimiento ilumina al sujeto frente a mi para ver si con mis siguientes palabras lo reconoce. Si no lo hace ¿Que hará aquí?

—"The diamond" —dije entre suspiros. En nuestro dúo extraño Dilan era el diamante, yo era la miel, no combinaban en absoluto, pero que le íbamos a hacer. Elian no era para nada bueno con los nombres.

En si su nombre completo era "The diamond of the Golden Star", pero para evitar confusiones y que la mente tanto de quienes los pronunciaban como de quién lo escuchaba, se redujo a The Diamond y el mío a The Honey, aunque a Elian no le agradaba eso, él quería ser el único que me llamara Miel, así que si él estaba presente buscaban evitar llamarme así.

La cara del guardia pareció iluminarse por mis palabras.

—Si, de hecho, no tiene mucho que entró.

Agradecí a la suerte, sabía que no podía odiarme tanto, a pesar de que era "temprano" para estar en el Golden.

Continúe mi recorrido hasta la zona del bar, atenta ante la posible aparición de alguno de los chicos a los que buscaba. El lugar estaba casi vacío, a lo mucho había diez personas en el interior.

Seguí al área de juegos y apuestas. Ahí lo vi: Sonriente como siempre y con su seguridad reflejada en su postura.

Platicaba con otros chicos en las mesas de billar y por unos segundos me quedé quieta observando y recordando cómo fue que yo aprendí a jugar cartas y billar.

*****

—Miel, quiero dejar algo en claro, no es bueno que estés aquí, puedes correr peligro —repetía por décima vez (en realidad era como la tercera), con tono preocupado el chico frente a mí.

—Pero tú me proteges ¿o no?

—Siempre, pero tengo miedo de ser yo quien te haga daño o que por mi causa otros te dañen —trata de aparentar tranquilidad, aun cuando el miedo sigue impregnado en él.

—Elian —susurro su nombre— lo que buscamos está del otro lado del miedo —intento tranquilizarnos, porque, aunque trato de ocultarlo estoy igual que él.

—Pero a veces lo que tenemos no vale la pena perderlo por lo que creemos esta al otro lado de él.

Miedo, puede ser difícil cruzarlo, pero quizá si tomamos la mano de aquellos en quien confiamos el camino sea más ameno ¿Cuál era el grado de confianza que tengo con Elian? ¿Valia la pena cruzar esa línea sin tener idea alguna de lo que nos espera?

El secreto de una miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora