IV

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La curiosidad a flor de piel.

La respiración de Harry estaba tranquila. Las cortinas mal ordenadas hacían que el sol del amanecer le llegara a la cara y le despertaba. Sus ojos poco a poco empiezan a abrirse. El sol que llegaba a su rostro lo hace cerrar sus ojos rápidamente. Pone su palma de su mano en sus ojos, tapándolos. Respira hondo. Saca su mano de su rostro. Abre sus ojos y se queda mirando el techo, estaba un poco sucio y eso le asquea un poco, aunque tenía un candelabro muy bonito, el único problema era la pintura. Ladea su rostro, de reojo puede notar la pintura de la habitación, anaranjado pastel. La palpitación que siente en su cabeza le molestaba, frunce su ceño con molestia y desesperación. Le duele la cabeza por la culpa del alcohol que bebió la noche anterior. Sus pestañas revolotean con cansancio. Nota que el dolor que siente en su cabeza se hace cada vez más molesto. Mueve su cuerpo, ejerce fuerza y presión en los músculos de los brazos cuando levanta la parte superior del cuerpo de la cama. Harry ahora podía ver toda la habitación. A su lado izquierdo, en una esquina de la pared se encontraba un reloj.

—Mi cabeza duele. —se queja. Noto que había durmió sin sabanas tapándolo. Sabía muy bien donde estaba: en la antigua casa de Orla Styles. Se levanta, camina hacia un escritorio en busca de algo que hiciera que el dolor de cabeza se le pasara. —Maldito dolor. —maldice.

Habré un cajón del escritorio que está junto a una ventana. Se encontraba un cuaderno de tapa dorada y de decoración círculos, cajas doradas. —¿Por qué todo es dorado? —se pregunta.

Abre una y se encuentra un anillo. —Que bonito. —dice mirando el anillo, suspira y devuelve el anillo a su lugar. Cierra el cajón para abrir el cajón de abajo, lo abre encontrándose con más cajas. —¿Por qué solo hay cajas?

  Empieza a remover las cajas buscando algún frasco con medicamentos, alguna fórmula. Cierra el cajón con un suspiro.—Acaso no hay nada carajo. —ya había abierto los dos cajones de la derecha, le falta el de al medio y los otros dos de la izquierda. Abre el primer cajón de la izquierda, revolvió todo el cajón que estaba lleno de cartas, papeles y algunas cajas pequeñas cuadradas. Suspira. Cierra el cajón con enojo, el cajón al cerrarse hace un ruido fuerte sobresaltando a Harry. Abre el cajón de al medio y se encuentra más papeles en ella, mira hacia la esquina más escondida del cajón y puede notar un frasco, toma el frasco rápidamente. Mira la fecha de vencimiento y aparece que el próximo año se va a vencer, cosa que no lo sorprendió, lo había traído el día pasado consigo. Toma una pastilla y se la toma, poco a poco se empieza a deshacer en su boca. El sabor amargo de la pastilla le hizo fruncir el ceño y arrugar su nariz con disgusto. Podían pasar años, pero nunca le iban a gustar los medicamentos, eran agrios y malos, prefería mil veces los medicamentos infantiles, no eran agrios y sabían a frutas. Se queda mirando por un momento el cajón, mira un documento en particular.—¿Qué carajos? —se pregunta viendo fijamente el documento.  

¿Esto no tiene que ser cierto?

El Omega toma el documento de forma rápida y brusca. Sus ojos se posan en las letras. —Lard Styles y Alessia Bianco. —reconoce las firmas. Suspira mirando a la pared frente suyo, con la boca entreabierta. Dejó el papel en el escritorio. Mira abajo, abre el primer cajón de la derecha, se encuentra con el cuaderno dorado, lo toma y lo ve fijamente, detalladamente fijándose en las decoraciones que contiene la tapa, da vuelta el cuaderno, mira la parte de atrás y se da cuenta de algo, en una de las esquinas de la parte de abono se encontraba unas iniciales. Toma el cuaderno notando que debajo de este se encontraba un papel, lo mira y lo guarda en unos de los bolsillos de su pantalón.

—¿Por qué están mis iniciales aquí? —se pregunta. Abre el cuaderno, dejándolo a mitad, se encuentra unos ¿Diseños? ¿Qué?

De un movimiento mueve las páginas a la primera hay algo escrito. —Mi querido y amado hijo. —empieza a leer. —Espero que algún día encuentres este cuaderno, te vi nacer y crecer con mis propios ojos, serás el Omega más hermoso que ha existido en el Reino. Eres preciado, tu personalidad es única, en eso me inspiré, hijo mío tú fuiste mi mayor inspiración. Siempre me encantó dibujar, dibujar diseños, mi sueno desde pequeña era ser diseñadora. No lo pude cumplir, soy una Omega. Pero sabes algo, yo no pude cumplir mis sueños, pero tú si lo harás hijo mío, eres valiente y único. Hice diseños, cuadros, cuentos inspirados en ti espero que algún día lo veas y sepas que tu madre te amo mucho. Tu madre que siempre te amará. —termina de leer.

ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora