Augusto Key
Estaba llorando, sí, llorando. Pensando en todo lo malo que me había sucedido en la vida, ¿Y que muriera mi hijo? Eso si pasa los límites.
Estaba sentado en el piso, con los brazos apoyados en mis rodillas, estaba afligido y muy mal, demasiado diría yo. En mi mente no había otro pensamiento que no fuera Sarah.
¿Qué hago? Mi esposa morirá de la pena y el dolor, no puedo permitir esto. No puedo.
Me armé de valor y me quise dirigir a la oficina del doctor para realizar un acuerdo.
Me paré lentamente y en cuanto levanté la vista hacia el frente, me encontré con la mirada de Sarah fija en mí, venía con su bata azul celeste y el pelo desordenado. Me miraba con la cara de preocupación de siempre.
Oh, Mierda. ¿Qué hago ahora?
Me sequé lo más rápido que pude las lágrimas y traté de pensar en algo para decirle a mi esposa. Pero con ella ahí y en tan poco tiempo me era difícil inventar cualquier cosa.
Sarah Key
Dios, no.
Él estaba en el suelo, llorando. No me imagino lo que sucede, bueno si pienso en lo peor, pero no creo que mi pequeño esté, ¿Muerto? Ya que sé muy bien que Augusto no llora por cualquier cosa. Asi que debe ser grave el motivo por el cual llora.
Él se levantó del suelo y al notar que lo estaba mirando, secó las lágrimas que tenía en su rostro. Tenía los ojos abiertos como plato. Me miraba sorprendido y al mismo tiempo con miedo. Abrió su boca como queriendo decir algo, pero a los pocos segundos cerró la misma y enmudeció.
Augusto Key
Bien, ella se acercaba cada vez más rápido a mí, la tensión aumentaba y mis pulsaciones por lo consiguiente. Entonces una idea descabellada llegó a mi mente apoderándose de todos mis sentidos: Mentir por ella.
-estoy a punto de cambiar la historia- dije en forma de susurro.
Estás a punto de condenarte, corrección.
-bien, bien gracias conciencia por la corrección. Ahora actuemos juntos- mire para arriba en señal de fastidio con mi mente.
Ella corrió hasta donde yo me encontraba, me sostuvo el rostro en sus manos y me dijo con un tono de curiosidad y al mismo tiempo de miedo:
-Amor, ¿Está todo en orden?, ¿Pasa algo malo?
No pude evitarlo, y la besé.
Ella respondió el beso, lento, paciente y lleno de ternura. Mis labios rozando lentamente con los suyos, su lengua interactuando con la mía. Mis manos aposentadas en su cintura y ella con ambas manos perdidas en mi cabello. Era mágico ese momento, hasta que se apartó de mi y volvió a fruncir el ceño y a preguntar…
-No me contestaste, ¿Todo en orden?
-Gracias por hacerme el hombre más feliz de este mundo, Sarah, me alegro de tener una niña tan sana como la que tenemos- mentí claramente, esa era la idea que se me había ocurrido anteriormente.
Ella me miró con confusión, y finalmente me dijo:
- ¿Niña?, amor íbamos a tener un varoncito. Hasta le compramos ropa o ¿no te acuerdas? - frunce aún más el ceño y se aparta un poco de mi creyendo que tengo demencia.
-Si, lo recuerdo patentemente, pero tenemos una nena, es hermosa. Si la vieras amor- volví a mentir, ya que habíamos entrado en la mentira, la haríamos bien.
- ¿Entonces?
-Las maquinas a veces se equivocan, por eso no hay que confiarse siempre- inquirí
ESTÁS LEYENDO
¡Quédate conmigo!
Teen Fiction¿Y si crees que todo lo que es perfecto para ti es solo una ilusión? ...Y si los seres que amas pueden ser tus mayores enemigos? ...Que dirías si te enamoras de tu "hermano"? ...Que dirías si crees tener la vida perfecta y es solo un golpe de suerte...