Capitulo 4

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Erick's pov;

Volví a casa caminando por la acera, el aire frío me golpeaba en la cara y la calle estaba completamente vacía.

Cómo solía decir mi abuela; no pasaba ni un alma.

Lo único que yo quería era llegar y ver a mi pequeña Isa. Mire la bolsa completamente rosada del muffin y una sonrisa apareció en mi rostro. Era perfecta para ella.

Llegué al edificio y subí en el ascensor hasta el piso de Gabriella. Toque el timbre y mi princesa abrió la puerta, apenas sus ojitos conectaron con los míos, se abalanzó sobre mi para abrazarme. La cargue en brazos y la estreche con fuerza, dejando un suave beso en su mejilla.

-¡Papá, llegaste! - chilló mi niña en voz contenta - ¡Te extrañe mucho hoy!

- Yo a ti mi niña, ¿Cómo estuvo tu día?

- ¡Fue genial! Nina cumplió años hoy, y comimos pastel de chocolate.

- ¿Pastel de chocolate? que rico eh, ¿Le guardaste un poco a papá?

Ella bajo su mirada y jugo con sus deditos de forma avergonzada. No pude evitar soltar una pequeña risa.

- No lo hiciste, ¿Cierto, Isa?

- No papi, lo siento... - Murmuró en voz baja.

Reí plantando un beso en su frentecita

- Descuida princesa, de todos modos a papá no le gusta el pastel.

- ¿No te gusta? Papi, eres raro - dijo con una sonrisa.

-Un poco, un poco, - admití con diversión - ¿Nos vamos a casa?

- ¡Si!

- De acuerdo, vamos a despedirnos de Gaby y Nina antes de irnos.

Entramos a la casa y nos despedimos de ambas. No montamos al ascensor y subimos al cuarto piso, donde se encontraba nuestro departamento. Isabella dió brincos hasta llegar a la puerta. busque en mi bolsillo la llave y abrí dejándola pasar primero.

- Hogar, dulce hogar - Encendí la luz ubicada junto al marco.

- ¡Ya en casa! - canturreo y se tiró al sofá, agarrando su conejo de peluche; El señor zanahoria. Era su favorito, porque antes le pertenecía a su mamá.

Jamás le oculte a Isabella la verdad sobre su madre. Ella sabe toda la historia, pero no hablamos mucho sobre eso, casi siempre intento evadir el tema. Aunque a veces, cuándo ella me pregunta porque su mamá nos dejó o si podría llegar a regresar, no sé que responder, ya que ni yo sabía cuál era la razón por la que Siana se había marchado.

- ¿Tienes hambre, pequeña? - pregunté mientras la veía jugar con el conejo.

- Un poco, ¿Me preparas un omelette con queso? ¿Por favor? - pidió haciendo centellear sus ojitos. La niña sabía cómo manipularme, era igual a Siana en ese aspecto.

- Claro que si, princesa. Papi va a prepararte un rico omelette de esos que te gustan. - deposite un beso en su cabeza y entre a la cocina para prepararle su Omelette.

Antes no sabía cocinar ni un huevo, pero cuando me ví en la situación de tener que cuidar yo solo de Isa, tuve que aprender a hacer de todo y con el tiempo fui mejorando y probando algunas recetas de mi madre, quién también me había ayudado mucho a cuidar de mi pequeña.

Y no solo hablo de la comida, tener un hijo es una gran responsabilidad y cuesta un poco adaptarse. Mucho más cuando eres padre soltero, tienes que aprender rápido y hacer todo por ti mismo.

Tampoco me molesta o disgusta la situación, Isabella es lo mejor que tengo en esta vida y no cambiaría todo lo que vivimos por nada. Ella es mi fuerza y mi motivo de seguir, si no fuera por esa niña, yo sería un completo desastre.

Debo admitir que los primeros meses sin Siana fueron difíciles, no me creía capaz de poder criar a la pequeña o de estar capacitado para ser padre. Había caído en un pozo de depresión del cual me fue difícil salir, es complicado aceptar que la única persona que amaste realmente en toda tu vida, a la cuál te entregaste completamente, te dejó sin razón alguna, pero con el tiempo fuí dejando ese sentimiento atrás. Tenía que ser fuerte por mi hija y debía sepultar toda mi historia con ella para fijarme en el presente.

Solo me prometí una cosa a mi mismo;

Jamás volvería a caer ciegamente en el amor.

Mientras mi pequeña disfrutaba del Omelette. Me senté a leer el correo de esa mañana, cuando vi un folleto de regalo del café de Sarah por ser un cliente estrella. En ese momento la imagen de ___ se pasó por mi cabeza. Su sonrisa alegre, su largo y medio despeinado cabello, sus ojos cafés, sus labios rosados y la forma en la que se puso nerviosa por el envoltorio del muffin.

Me dió risa verla balbucear al tratar de disculparse por eso.

- Cuando termines tengo algo para ti.

- Mhm... - musitó Isa, sonriendo de oreja a oreja - ¿Podría ser un muffin de chocolate del café de la tía Sarah?

- ¿Acaso eres adivina?

- ¡Yey! - chilló con emoción - ¿Puedo comerlo ya? Por favor, papá.

- No, mi vida, debes comer todo lo que hay en el plato y luego el muffin.

- Agh - bufó y revoleó sus ojos; otra cosa en la que se parecía a Siana - Está bien.

Cuando termino de cenar deje el paquete rosa frente a ella y me miro con una gran sonrisa.

- ¡Es todo rosa! ¡Me encanta papi, gracias!

- De nada, mi vida.

Más tarde, la lleve a su cama y la arrope con cuidado. Luego me senté a su lado y tome el libro de Alicia en el país de las maravillas, retomando la lectura que dejamos pendiente la noche anterior.

- ¿Seguimos?

- Si, si, si - repitió varias veces rebotando en su cama - ¡Quiero ver qué pasa con el conejo blanco! Y el señor zanahoria también quiere oír, como también es un conejo él le agrada mucho.

- Lo sé pequeña, todos los conejos se llevan bien entre si.

- ¿Podemos tener un conejo papi?

- Debo pensarlo.

Hizo un puchero y me miro haciendo sus ojos centellear.

- ¡Por favor! - hizo estallar la "R".

- Está bien, quizá en tu cumpleaños papá traiga un conejito.

- ¡Yey, tendré un conejo! ¡Se llamará bom bom!

Reí un poco y abrí el libro para comenzar a leerle el capítulo.

Cuando ella se quedó completamente dormida, apague la lámpara y encendí su luz de noche en forma de abeja, deposite un pequeño beso en su frente y salí de su habitación para entrar a la mía.

Me dejé caer en la cama y de mi mesa de noche tome la foto de Siana, acariciando con mi pulgar el cristal del marco; ella era tan hermosa. Su cabello rubio y ondulado, sus profundos ojos azules y su hermosa sonrisa. Sería mentira decir que no la hecho de menos, sé que aún siento algo muy fuerte por ella a pesar de la decepción que me lleve el día en que desperté y me di cuenta de que nos había abandonado.

Ella no volverá y debo resignarme a eso.

Sentí mis ojos arder y mi corazón palpitar con fuerza. No, no me permitiría llorar por esto de nuevo.

Me levanté de la cama, tome mi chaqueta y salí del edificio. Iría a caminar para despejar mi cabeza.

Más adelante, llegando a la calle del café, ví a ___ intentando zafarse de un hombre que la tenía agarrada del brazo.

Ni lo pienses, hijo de puta...

Sensaciones [Erick Brian]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora