Eran principios de mes y los mercaderes regateaban objetos que supuestamente habían sido robados del castillo del rey, claro que eso era imposible, ya que todo el mundo sabía que, a pesar de su avaricia, el rey no tendría jamás tantas de sus riquezas en ese castillo tan inmenso y vacío, no, no vacío por objetos, muebles y pinturas, sino, vacío de personas, a pesar de que la servidumbre se encontrase ahí y los duques rondasen cómo zopilotes en los asuntos del rey, en realidad la actividad era escasa al igual que el personal.
El calor sofocaba a Danaus y los niños jugaban en la fuente que se encontraba en medio del pueblo, el día parecía ir mejor que nunca, los aldeanos, a pesar de sus carencias y el horrible calor, continuaban con sus actividades. En la entrada del pueblo, cómo cada mañana, se encontraba nada más y nada menos que la reina Mira, saludando a todos y ayudando a las ancianas con sus bolsas, a su lado, extrañamente, se encontraba su hija Vanessa, mostrando su típico porte de niña engreída, aún a pesar de tener tan sólo catorce años de edad, la reina trataba de cambiar eso, sabía que esa actitud se debía a que la chica pasaba más tiempo con su hermana Nashira, quien, al no poder tener hijos, se sentía realmente apegada a la pequeña rubia.
-Saluda, Vanessa
- ¿Por qué lo haría? Es gente sin...
-Porque soy tu madre y lo he dicho –espeta la reina reprendiendo con la mirada a la chica
-Buena tarde, señora –dice sin ganas haciendo una leve reverencia
Continuaron su camino hacia el prado junto al pastor alemán de nombre Otis que caminaba a un lado de la niña.
-Debes ser amable con todos, Vanessa, no importa si son nobles cómo tú y yo, o no, son tu pueblo y no son menos que nosotros, ¿entendido?
-Pero no son príncipes ni princesas, o duques...
-Yo tampoco lo era, sólo soy la reina porque tu padre era el príncipe, así que tú tampoco serías una princesa
La niña rueda los ojos fastidiada mientras escucha por casi milésima vez la historia de cómo se conocieron sus padres, mientras en el castillo, el rey tenía una fuerte discusión con el Zar de la casa Románov, y los hijos de cada uno, paseaban por el jardín principal hablando sobre temas para ellos banales cómo la situación de sus pueblos y sus posibles futuros compromisos, tanto con sus reinos, cómo con futuros desposamientos.
-Las damas de la corte francesa son bastante bellas, querido Andrew
-Para ti tal vez, Dmitry, creo que prefiero las bellezas de mi pueblo, mujeres preciosas sin lugar a dudas
-Las mujeres nobles de Danaus en estado casadero no son muchas, a menos que quieras desposar a tu prima Talitha –dice el ruso burlándose
-Ríe todo lo que quieras, mi esposa será mil veces más hermosa que la tuya, las francesas tienen narices muy grandes
- ¿En serio quieres casarte, Andrómeda? –pregunta mirando el rostro serio y decaído del pálido con una que sabía era una sonrisa fingida
-Llámame Andrew, por favor Dmitry, te lo he dicho miles de veces
-Sólo responde a la pregunta
-No –espeta- No quiero casarme con alguien a quien no conozco, a quien ni siquiera amo
- ¿Eres hombre, Andrew? O una bella doncella con pene
-No te burles, tus padres tuvieron su hermosa historia de amor, tus hermanos también y mis padres a su vez, no compartiré mi vida y mi reino con cualquier mujer, y estaría sorprendido si no hicieras lo mismo
-Creo que el amor no es para mí, Andrew, me casaré por Rusia, y por obligación, si dicha mujer llegase a, "ganar mi corazón" –dice simulando comillas con los dedos- Pues qué más da, que sea lo que tenga que ser
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Mariposas en épocas de muerte
Teen Fiction- ¿Por qué me trajiste aquí? -Supuse que te gustaría, ¿te gusta? Ella lo miró y asintió sonriendo. - ¿Por qué insistes en acercarte a mí? -No lo sé, no logro dejar de pensar que debemos conocernos - ¿A pesar de que tu padre con solo ver a mi fa...