― Satoru ― Geto sonaba tranquilo, lo suficiente para ser espeluznante, incluso tras el corte de la línea por la distancia, Gojo pudo saber que en realidad su amigo no estaba nada contento.
La mañana se alzaba con rayos rojos y dorados iluminando tenuemente la habitación en penumbras. Aún era temprano, lo sabía incluso si su mente seguía divagando en un sabor dulce dejado en sus labios horas atrás. Tal vez no más de las seis de la mañana.
Pff, ¿por qué Geto estaba despierto (y llamándole, cabe recalcar) un domingo por la mañana? Ese hombre debía tomar vacaciones, pensó vagamente.
― Hey, Suguru, ¿cómo estás?
― Oh, mira, que bueno que preguntes. Estaba bien hasta la tarde anterior. Resulta que mi socio no se presentó a una junta de la compañía. ¿No te suena de algo?
― Pues no, la verdad es que no. ― se encogió de hombros con desinterés, al mismo tiempo que el pelinegro, del otro lado de la línea, seguía hablando.
― ... Y mi mejor amigo salió de la ciudad sin decirme nada. A. MI. CABAÑA.
Miró alrededor, agitando la copa entre sus manos. Desde su regreso a la cabaña había permanecido en el sillón bebiendo tanto vino caro encontró en su camino hasta ahí, esperando pues, algo, lo que fuera, que le indicara qué hacer con su pequeño y adorable problema rosa. Una señal divina, los resquicios de un adolescente sinvergüenza y optimista dentro de sí, mierda, cualquier cosa que tuviera como resultado besar esos pucheros bonitos que Yuuji hacía cuando algo le desagradaba o le confundía.
Pero aun nada llegaba y comenzaba a impacientarse; la idea de ir en ese momento a la habitación del menor resultaba estupenda entre la nebulosa de una noche sin sueño y vino tinto.
Al menos la llamada de Geto era una esperanza de distracción.
― Hey, ¿cómo supiste que estaba en tu cabaña? Presiento que hay gente cerca de ti en quienes no debes de confiar, amigo. Nadie debería ser así de chismoso.
― Jodete.
― Esa no es forma de hablarle al amor de tu vida, Suguru. ― Regañó, escuchando el suspiro irritado del otro lado.
Pobres de los pequeños bastardos que se encontraran ese día con su amigo, porque Satoru al menos no estaba dentro de su alcance.
― ¿Cómo siquiera tienes llaves de la cabaña? No, olvídalo. Claro que tienes llaves, ¿por qué no tendrías? ― Pese al sarcasmo, no sonaba realmente molesto por aquello ― Creí que estarías en el estudio de Mei Mei. Fue ella la que me dijo dónde estabas.
― Oh, eso lo explica todo. Solo que hay que llegar al precio, ¿cierto? ― sonrió divertido. La peliblanca era una pequeña traidora, no le sorprendía, lo intrigante era saber qué tanto le había dicho al pelinegro.
― De verdad preferiría no meterme, pero, agh, Mei me dijo que te preguntara con quién estás. ¿Debo temer por la respuesta?
¿Cuánto podrían cobrarle por realizar un secuestro? Se vengaría con el escuálido mocoso hermano de su metiche amiga. Seguro Naoya podía ayudarle...
― Bueno, depende. Podrías ponerte celoso.
― Satoru, tengo mucho que reclamarte, apresura la conversación.
― Bien. ― Jugó con el contenido de la copa, moviendo el líquido de un lado a otro. ― Vine con Yue.
Por alguna razón mencionar al niño pelirrosa no le apetecía del todo. Necesitaba, por el momento, que Yuuji siguiese solo suyo, en el pedestal mental en el que lo tenía, sin la incomodidad de la moral de por medio.
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Venus | Goyuu
FanfictionEra verdad que a veces era un bastardo poco considerado y egoísta, y que llegaba a ser cruel en ciertas ocasiones, pero aquello era mucho incluso para él. Itadori Yuuji era como su karma personal: precioso y prohibido en más de un sentido. Era el hi...