Estacionó el auto en la entra de la casa Itadori. Yue le había invitado a cenar más veces esa semana que en todos lo meses anteriores. Parecía un tanto desesperada por llamar su atención, algo que Gojou en realidad no podía juzgar.
Después del fin de semana caótico y resolutivo de sus verdaderos deseos, habían pasado dos semanas estresantes.
Su padre, la empresa, Suguru. Nada estaba funcionando adecuadamente.
Yue y Yuuji se sumaban a ello.
Había estado ignorando los mensajes de la mujer los primeros días, porque de verdad había intentado no herirla; buscando una forma de terminar con aquello y no perder a Yuuji en el proceso. Pero estaba un poco descolocado con la ventisca fría que era su padre martillándole con temas que jugaban con su equilibrio mental acompañándolo a todos lados; y solo se presentó ante Yue para fingir interés y terminar por presionar un poco.
Presionar en esa fibra sensible que, posterior a eso, se había vuelto su favorita. Una acción realmente horrible, pero genuinamente placentera: la inseguridad.
Como si todo lo malo de su vida se desbordara con la pobre mujer. No era su culpa, claro, pero le gustaba que ella pareciera tan necesitada. Tanto como él lo estaba por la atención del menor. Le parecía hasta cierto punto, justo.
Gojou fingía quererla a ratos y luego desaparecía en desinterés. Cuando el niño estaba cerca, su atención se prestaba a él (y a las mejillas rojas y la incomodidad en las facciones bonitas) de manera tan obvia que a esas alturas Yue ya lo notaba. Ese era el propósito, por supuesto.
Luego, también ignoraba un poco al pelirrosa. Y Yuuji, tal vez sin querer, se acercaba a él; otro intento de llamar su atención. Casi como una pelea entre madre e hijo. Una que solo él disfrutaba y entendía.
Bajó del auto. Era tarde, las luces de las lámparas se habían prendido poco antes de su llegada, como abriéndole camino hacia el infierno. No, no como la representación del infierno en la casa Itadori, sino como su propio camino trasado por la mierda que estaba haciendo.
Porque sabía que estaba mal. Sabía que estaba siendo un hijo de puta, pero sus acciones habían logrado complacer su deseo y callar sus problemas familiares. Yuuji le miraba, le sonreía, le buscaba sin darse cuenta.
¿Qué importaba si Yue era el medio? Él era un Gojou, al final del día ¿No era eso lo que hacían?
Creció escuchándolo, mientras caminaba rodeado de adultos que le observaban en todo momento, presionándole a ser nada menos que lo mejor: él podía alcanzar lo que deseaba sin la necesidad de cuestionarse si estaba bien o no.
Ella abrió al primer toque, un tanto desordenada. Como cualquiera lo estaría en su propia casa. Esta vez no había avisado de su visita. Sonrió a la mirada sorprendida y avergonzada. Ella podría disimularlo para cualquier que no fuese él, pero parecía un poco espantada: de nuevo no estaba dando la apariencia que quería mantener para él.
― Hola bonita ― comenzó ― pareces apurada, ¿llegó en mal momento?
― No. Claro que no. Yo solo... no esperaba tu visita. Pasa. ― Se movió a un lado para dejarlo entrar. Lo hizo y observó las mantas sobre el sillón con cierta satisfacción. ― Estaba por comenzar una película. Te mandé mensajes.
― He estado ocupado. Aunque ¿no has sido demasiado insistente? Aunque parece que te relajas mientras esperas ― respondió con sorna bien disimulada.
Ella se ruborizó nuevamente, deteniendo su sutil intento de acomodar su cabello. ― Sí... no pensaba salir y...
Disfrutó el tartamudeo. ― Claro, estás en tu casa. No pasa nada.
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Venus | Goyuu
Hayran KurguEra verdad que a veces era un bastardo poco considerado y egoísta, y que llegaba a ser cruel en ciertas ocasiones, pero aquello era mucho incluso para él. Itadori Yuuji era como su karma personal: precioso y prohibido en más de un sentido. Era el hi...