Chicago, Illinois.
Muchos años luego.
VICENZO:
Contemplo a los niños frente a mí. Son cuatro. El de cabello negro que luce como la mezcla de un bibliotecario y un contador, el mayor, ni siquiera se parece a mí o a su madre, pero es el vocero del grupo y alega ser mi hijo. El rubio que le sigue que solo usa ropa negra sin duda es mío. Tiene el mismo cabello blanco. Los mismos ojos negros. La niña de cabello negro a su lado vestida de verde, por otro lado, se parece a su madre, más no a mí. Sus ojos son verdes y ninguno de los dos lo tiene de ese color, por lo que supongo que debí haber sido un mafioso cornudo antes de perder la memoria, haciendo aún más irreal mi situación.
Esas dos palabras no hacen juego juntas.
Mis ojos se deslizan a la pequeña niña de cabello blanco y ojos azules a su lado, la cual lleva un ridículo tutú rosa que nunca se quita. Dice ser mi hija, la hija del anticristo y la muerte, pero parece un chiste de mal gusto sacado de un mundo en el que existen los unicornios. Su tutú es más grande que ella y parece más un conejo blanco que un humano.
Estos niños son mis hijos, pero no recuerdo absolutamente nada de ellos.
─¿Papá? ─pregunta el mayor─. ¿Ahora sí nos recuerdas?
Sus ojos grises están esperanzados. Me gustaría decirle que sí solo para complacerlo después de todo lo que tuvieron que hacer para ir en contra de las instrucciones de su psicópata madre y reunirse aquí, a dónde nadie tiene permitido entrar, pero no puedo. Eso sería aún peor para ellos y sospecho que ni siquiera el ser tan desagradable y sanguinario que dicen que fui lo haría. No le mentiría a sus hijos de esa manera.
Porque en lo que concierne a mis avances, su padre podría muy bien nunca volver.
No los siento como míos.
No los siento como míos y ver sus rostros esperando que lo haga me destruye.
─No ─confieso, haciendo que sus ojos se tornen desilusionados y heridos, menos el par que pertenece al del cabrón de cabello blanco. A diferencia de sus hermanos me mira como si más bien supiera lo que iba a decir y deseara que me pudriera. Toma la mano de su hermana más pequeña, quién empieza a llorar de forma desconsolada queriendo a su papi, sacándola de la habitación porque podrían descubrirlos si continua haciendo ruido. Es un caos esa niña. Todos ellos lo son─. De verdad lo siento, pero no recuerdo nada de ustedes.
─¿Cuál es el primer recuerdo que tienes? ─presiona el chico.
Lo miro. Algo me dice que no solo es el mayor, sino también el más inteligente de los cuatro.
─Haberme despertado en una celda.
Chiara, la de verde, solloza de forma silenciosa.
Él pasa un brazo por sus hombros, consolándola, pero continúa mirándome.
─¿No recuerdas a tu propia madre?
Empiezo a negar, pero luego recuerdo haber tenido la certeza de quién era cuando la vi y afirmo. También supe que Pen era mi hermana y que mi nombre era Vicenzo. Que mi padre se llamaba Constantino y tenía un restaurante. A parte de ello no recuerdo o tengo sensaciones de nada más. Es como si eso formara parte de una ficha en mi mente. Solo palabras, no contenido que me haga decir si son ciertas o no lo son.
Además de ello, todo lo que se me ha dicho desde que llegué es irreal.
No puedo ser un asesino.
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Famiglia Cavalli (Mafia Cavalli)
ActionLibro de pequeñas historias y escenas extras de los personajes de Mafia Cavalli. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS