VALENTINO:
No extraño a papá.
Mi psiquiatra y de Lucrezia, un anciano llamado Edward, me dice que debería permitirme a mí mismo hacerlo, pero no lo hago. Nuestro hogar está mejor sin él. Más silencioso. Más ordenado. Sin el rastro de sangre que deja a diario en los suelos, hay espacio para el mío.
Soy el hombre de la casa ahora.
Termino de deslizar la hoja de mi navaja por el cubo de madera que me dio mi terapeuta y contemplo la figura que hice con la forma de la pieza de un rey de ajedrez. Tiene que ser perfecta. Una vez me aseguro de que no tenga ningún detalle, la dejo a los pies de mi cama con las otras y tomo otro cubo para hacer a la reina. Pronto será el cumpleaños de mamá y a ella le gusta el ajedrez. Soy un niño. Todavía no tengo dinero para comprarle un regalo y demostrarle cuán importante es para mí, así que decidí hacerlo con mis propias manos.
La sensación del cuchillo en mi mano me relaja.
El hundirlo en la madera, deslizar un trozo hacia afuera y seguir apuñalando el pequeño trozo inútil, como los prisioneros en las mazmorras o los miembros débiles del Outfit.
Mi hermano Santino es mayor que yo, debería ser quién se quede al mando después de mi padre y del tío Flavio, pero lo único que ha hecho desde que nuestro padre se fue es investigar sobre la amnesia y aliarse con Chiara para creer que el imbécil regresará. No ha estado cuidando de mis hermanas y de mamá como se supone que un hombre debería.
Yo soy quién ha ocupado ese lugar.
Mi puerta está entreabierta, por lo que puedo ver la sombra de una figura transitar por el pasillo antes de escuchar el sonido tintineante de los cascabeles que arrastra consigo. No tenemos permitido usar armas fuera del recinto, así que guardo mi navaja suiza, un regalo de mamá que antes perteneció a su padre, en un compartimiento en la madera de mi armario antes de ponerme de pie y perseguirla, pero es rápida. Todo a nuestro alrededor está oscuro y los hombres en el interior de la casa duermen porque prefieren ignorar el poder de nuestra sangre a enfrentar sus constantes muestras, cobardes, por lo que nadie a parte de mí tiene la valentía necesaria para dirigirse al salón y contemplarla fijamente.
Una tenue melodía, porque incluso en ese estado es lista y no quiere despertar a los demás, inunda el salón principal de nuestro hogar. Ella da vueltas sobre sí misma, sin parar, y gira. La tela de su bata blanca se desliza por el suelo con cada paso que da. Su cabello blanco se balancea de un lado a otro como un columpio. Son demasiadas hebras para su cabeza.
―Lucrezia ―la llamo, pero no responde o se detiene como usualmente haría ante la mención de su nombre incluso estando dormida―. ¡Lucrezia!
Es inútil. No se detiene.
Su cuerpo a veces no es consciente de los objetos que la rodean cuando está sonámbula, así que a veces se tropieza con ellos, generalmente los que por alguna razón han movido de su lugar, y se lastima, llegando en ocasiones a sangrar. No es como Chiara, no es una guerrera, sino una bailarina, así que no puedo dejar que se lastime porque eso enojaría a mamá. Todos tenemos un propósito en la vida, en especial alguien de nuestra familia.
El suyo es bailar y ser hermosa, lo cual no involucra cicatrices en su cara o en su cuerpo.
El mío matar.
―Lucrezia ―continúo llamándola, aproximándome a ella cuando me doy cuenta de que se está acercando a una lámpara que alguien del servicio puso allí. Esta es metálica y mucho más grande que ella. Mañana descubriré quién fue el responsable de alterar la decoración cuando está prohibido porque no es la primera vez que mi hermana hace esto―. ¡Caos! ―grito cuando gira tan rápido en su dirección, saltando sobre las puntas de sus pies desnudos, que a pesar de cuán rápido voy no logro alcanzarla, pero eso no es necesario.
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Famiglia Cavalli (Mafia Cavalli)
ActionLibro de pequeñas historias y escenas extras de los personajes de Mafia Cavalli. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS