【Capítulo 1】

267 32 32
                                    

No quiero dejarte, ¿Puedo ser tu mascota? Durante 24 horas, sin interrupción, a tu lado.
-Cat & Dog ~ TXT.

Me crucé de brazos con mucho fastidio. Tomé todo el aire que tenía en mis pulmones y di al aire un gran grito:

—¡Me quiero morir! —Algunos pacientes voltearon a verme, las enfermeras trataron de no prestarme atención más una se notaba estresada y se acercó con su ceño un poco fruncido—

—Joven, no grite, va a hacer que los demás pacientes se alteren —Señaló con su mano a mi alrededor. La miré desinteresado, me importaba muy poco si alteraba a alguien—

¿¡Es que acaso no ven lo alterado que estoy yo!?

Bufé y con mi mano le pedí a la enfermera que se retirara, y ésta algo cansada lo hizo.

Me levanté de la camilla con dificultad, tener las piernas lesionadas para alguien activo como yo, era como perder todo lo que ama. Tal vez si sólo hubiera mirado hacia los lados aquél carro no me hubiera atropellado y no estuviera en éste hospital. O sí sólo tal vez aquél conductor no hubiera estado ebrio no me hubiera atropellado, en fin, ahora hablando serio yo sólo quiero morir, ¿Es mucho pedir? ¡Yo sólo quiero morir!

Las muletas sonaban por aquel blanco e impecable pasillo, veía a los enfermos pasar, pero no me importaba, aún más, me daba hasta más fastidio.

¿Y si me tiraba de la azotea nadie se daría cuenta?
Ay, tampoco me quiero morir tan feo. A veces exagero.

Escuché a lo lejos las risas de los niños, ¿De qué se podrían reír unos niños en un hospital tan horroroso? Traté de ir lo más rápido que mis muletas me permitían, llegué a tropezar, más no impacté en el suelo, quería volver a gritar y a lloriquear, ¿Porqué me pasaba esto a mí? Esto es tan injusto, había mucha gente mala en el mundo exterior que andaban sanamente haciendo maldad en el mundo, ¿Porqué tenía que pagar yo los errores de un alcohólico? Volví a tomar aire.

Al entrar a aquel salón pude ver que tenía muchos colores vivos, podría decir que la decoración con dibujos animados me decía que era una habitación de niños, mi boca se abrió un poco al ver todos esos colores, dibujos, y fotografías.

Yo nunca tuve eso en mi infancia, tal vez porqué mis padres no tenían tiempo para mí.

Noté como había un joven de cabello castaño, su cabello tenía ligeras ondas, que le daban un toque adorable. Tenía puesto una pijama al igual que la mía, sólo que la suya era amarillo pálido, y la mía azul cielo. ¿Porqué él la tenía de otro color si a mí me habían negado que había de otros colores más que azul?

Su piel se encontraba pálida, su rostro era tan delicado y fino, me atrevería a decir que había perdido peso. Alrededor de él habían una cantidad pequeña de niños, quiénes se notaban encantados con aquel joven que leía un cuento, su sonrisa era cálida como el verano, su voz se escuchaba tan dulce como la miel, esos ojos grandes de un color marrón claro. La definición de perfecto.

Me acerqué lentamente a él dejándome cautivar por esa voz tan suave y serena que te transmitía toda señal de confianza y paz. ¿Cómo es que alguien se mostraba tan sereno y delicado por fuera estando en un hospital tan horroroso? Yo estaba en verdad que quería arrancarme la cabeza con sólo cuatro días, no soportaba para nada un hospital, ¿Y si me sale un fantasma? Iuhg, que miedo.

Me senté como pude en la alfombra fucsia que estaba en el suelo, dejé mis muletas a mi lado y hundí mi barbilla en las palmas de mi mano. Escuchaba atentamente aquel cuento de la princesa Kaguya, un cuento folclórico japonés.

—En ella, un anciano campesino encuentra a una pequeña princesa dentro de un tronco de bambú resplandeciente y decide llevarla a su casa, donde junto a su mujer la crían como a su hija —Soltó una resplandeciente sonrisa que me dejó hipnotizado— Durante un tiempo en que la niña crece rápidamente, el cortador de bambú encuentra oro en el bosque, con el que compra un palacio para trasladarse a vivir a la ciudad, junto a la chica ya transformada en una hermosa mujer, quien es pretendida por cinco nobles, pero ella no quiere casarse así que les pone pruebas imposibles de cumplir.

—¿Entonces si son imposibles de cumplir por qué no dejarlo y listo? —Pregunté con mi ceño fruncido. Era una estupidez, si sabes que es imposible, ¿Para qué intentarlo?—

—No porque creas imposible algo, no lo vas a intentar —Me contestó aquel chico mientras los niños lo seguían viendo con admiración—. Lo que vale es la intención.

—Lo que vale es la intención. —Lo remede con asco. ¿Cómo que lo que vale es la intención? Presiento que ese chico es del área de psiquiatría—

—Eres muy gracioso —Soltó otra risa, risa que sin querer, me había hecho sacar una muy pequeña a mí, muy mínima—. Tu ojos son preciosos.

Lo mire y sentí como algo se removió dentro mío, ¿Qué le pasaba aquel chico?

—¿Te gustaría leer el cuento por mí? —Mi ojos se abrieron en demasía, ¡Yo no haría nunca eso! Y menos a esos mocosos—

—¡Yo quiero que él lo lea! —Expresó un pequeño de alrededor de cinco años, quise negarme, pero al ver sus ojos de cachorro, su mascarilla, y cómo tenía falta de cabello sentí algo de culpa al pensar que le negaría eso. Solté un suspiro de derrota—

—Está bien, sólo uno. —Le arrebaté de las manos el libro que el chico tenía, vi de soslayo una dulce sonrisa de parte de él, me estaba cansando de verlo sonreír todo el tiempo—

—Minhee, tu sonrisa es bonita. —Comentó aquel chico, juré quererle tirar el libro, pero una luz se prendió en mi cabeza, ¿Cómo él sabía mi nombre? Escondí como pude mi cabeza en aquel libro—

Tenía curiosidad por ese chico.

Resiliencia (Minisong)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora