2. El Karma.

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[Tony]


—Mmm, Tony.

Tenía la impresión de que algo, definitivamente, no andaba bien, y no como normalmente debería estar, mi nombre proveniente de sus finos y rojos labios no sonaba bien, quizá el sexo no estaba mal pero muy dentro de todo había algo malo y estaba seguro de ello.

Ella se movía contra mí cuerpo y yo hacía lo mismo, era buen sexo, por supuesto, pero sentía que eso no ayudaba de mucho a nuestro matrimonio, era solo un pequeño momento de catarsis, un momento en el cual no estábamos discutiendo, como un pequeño momento en el cielo antes de volver a caer a las profundidades del infierno.
Ella jadeaba mi nombre con ese esfuerzo característico y se tocaba mientras se encontraba encima de mí y yo la penetraba una y otra vez, lenta y luego rápidamente, las veces que teníamos sexo solían ser maravillosas pero entonces llegábamos al momento cúspide de nuestros cuerpos y esa sensación de insuficiente volvía, esa noche no sería diferente, pues tal y como había predicho el placer y la plenitud amainó lo suficientemente rápido como para darle paso a la incomodidad y a la inconformidad.

Ella cayó a un lado de la cama, en la izquierda, en donde yo prefería dormir, ella lo sabía y eso me molestó; estábamos agitados, llenos de sudor y en un profundo y pesado silencio. Miré hacia el techo buscando con ello, además de paz y un poco más de aire para mis necesitados pulmones, olvidarme de todo.

—Eso estuvo genial, amor.

Sonreí como el maldito que era, siempre sentía esas palabras en extremo falsas, quizá forzadas, no entendía con exactitud porqué me las recitaba. Aunque había una gran probabilidad de que sí las dijera de corazón, lo cual era aun mucho peor.
Era un maldito, lo sabía.

Ella siempre me había pedido lo mismo, motes amorosos, Pep había dicho que ellos ayudarían a nuestra relación como marido y mujer, pero yo no era capaz de decirlos, era fácil mentir, eso me quedaba claro, pero no podía ser tan cínico con ella, no podía musitarle interminables "Mi amor" o demás sobrenombres que expresaran lo que yo no sentía por ella. Y aunque en varias ocasiones lo intenté, era imposible repetirlo, tampoco era tan mal ser humano. O al menos eso creía.

Ella me estaba mirando mientras que, al igual que yo, recobraba el aliento y se sentaba en la cama para arreglar su cabello.
¿Yo? Yo solo pensaba en todo, en nosotros, si era que podía decirse "nosotros" porque sentía que era más bien un "Ella y Yo", por separado.
Ella estaba esperando a que mi boca se abriese para decirle algo lindo, quizá, sin embargo yo no quería hacerlo, seguía mirando al techo y recordaba el día en el cual la convertí en mi esposa y, al mismo tiempo, en mi prisionera, la convertí en el alma que atormentaría por el resto de lo que aquel matrimonio llegase a durar.

—¿Tony, cielo? —musitó Pepper cuando su cabello estuvo controlado otra vez en una liga, entonces volvió a acostarse en la cama, esta vez acercándose más a mí. Era un patán por no quererla cerca después del sexo pero no podía fingir que la amaba y la deseaba junto a mí, así no funcionaba, menos en esos momentos en los cuales me sentía aún peor.

Retomé aire una vez más y dejé de observar aquel techo, entonces mis ojos enfocaron ahora a una sola persona: a aquella rubia que me miraba con los ojos llenos de esperanza la cual yo no merecía ni un poco.
Me sentía como un gusano repugnante comiéndose las entrañas de un cadáver putrefacto que en vida fue la mejor persona del mundo.
Esta vez no sonreí, su amor por mí no me hacía sonreír.

—¿Qué pasa? —pregunté yo, tratando de disimular que hace tan solo unos segundos pensé que casarme con ella había sido un error grave, quizá más para ella que para mí mismo. Yo no la merecía a ella, ella no merecía eso.

One Month 2.  (STARKER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora